Cultura
Teatro Comunitario, espacio participativo y democrático

Miércoles, 5 Marzo, 2014 - 13:38

Por: Geraldine  Vélez

“El Teatro Comunitario o Teatro del Oprimido promueve la acción, pues convierte al espectador en protagonista, dándole la oportunidad de actuar y observar los efectos de ello. Los participantes juzgan, reflexionan y piensan en tácticas y estrategias nuevas para generar un cambio social”.

El paisaje de Llallagua es seco y el clima frío. Esa es la primera descripción que puede dar una persona recién llegada a estos históricos sitios mineros. Pero después de unos días se puede afirmar que el lugar es mucho más alegre y la gente mucho más cálida de lo que parece a simple vista.

Los Trabajadores Sociales Comunitarios de Bolivia (TSCB) y la Fundación Friedrich Ebert (FES), visitamos Llallagua  para realizar un taller sobre Teatro del Oprimido o Teatro Comunitario como lo llamamos nosotro/as. Este taller tuvo lugar durante dos fines de semana, empezando a finales de mayo y culminando a principios de junio de 2013. Lo primero que tuvimos que hacer fue adecuar el aula donde íbamos a trabajar, la cual estaba dispuesta con bancos de colegio situados en largas filas mirando hacia un solo punto: el escenario. Los tres moderadores empezamos a despejar la sala deshaciendo las largas filas de pupitres y dejando suficiente espacio para que nosotros y los participantes  nos podamos mover con libertad. Lo que hicimos con el salón es más o menos lo que íbamos a hacer con los participantes durante el taller: abrir un espacio de libertad, sin estructuras y al mismo tiempo democrático, donde todos podamos mirar al otro habiéndonos antes mirado a nosotros mismos. 

Como es costumbre en nuestro país, cada día tuvimos problemas de atrasos para empezar y urgencias para terminar. Es así que finalizamos con un grupo estable de 13 chicas y chicos de diversas edades, con diferentes problemas y distintos deseos. Durante las dinámicas, juegos, reflexiones y técnicas propias de la metodología del Teatro del Oprimido, se fueron expresando  vivencias que serían luego reflejadas en las piezas teatrales. Se identificaron problemas que  son los mismos que aquejan a la mayoría de los jóvenes en Bolivia, como, por ejemplo, aquellos que se dan dentro de la casa:

 “Me acordé de mi papá pegándome y lo quería matar. Mis papás pelean mucho y yo estoy renegada”.

Pero también se mostraron las dificultades que, para los  jóvenes, existen   fuera del hogar:

“Queremos que nos comprendan. Tenemos miedo al rechazo. No  nos hacen caso y algunos jóvenes ya ni hablamos”.

Frases que reflejan el poco interés que tiene la sociedad por la opinión de  los más jóvenes aludiendo, muchas veces, a su  falta de experiencia; esto provoca que ellos dejen de participar activamente en su comunidad.

Por otro lado, los problemas también tenían matices particulares por las características del lugar: un centro minero, con problemas entre mineros asalariados y cooperativistas, estudiantes afectados por los típicos problemas de las Universidades públicas (Universidad Siglo XX) y una población migrante en busca de trabajo. Y es que las presentaciones de las piezas creadas dentro del Teatro del Oprimido dan la oportunidad, a quien las interpreta y a quien las observa, de encontrar alternativas de acción frente a problemas estructurales. Los actores sacan de sí mismos sentimientos frente a una sociedad que los oprime, esperando que alguien los ayude a solucionarlos y  al  mismo tiempo ayudar a quien se sienta identificado a encontrar una solución

Por la importancia de la región también tuvimos la oportunidad de cruzarnos con  personajes políticos, entre ellos el propio presidente Evo Morales. Ellos fueron invitados a presenciar las piezas teatrales, pero la historia de exclusión y no importismo se repitió, pues nuevamente ninguna autoridad tuvo tiempo para atender a los jóvenes. Tal vez porque tenían asuntos más urgentes  que el escuchar a quienes se hacen viejos esperando a ser oídos como jóvenes. O tal vez porque estamos acostumbrados a no considerar apremiantes los asuntos de sujetos sin aparente relevancia social hasta que éstos manifiesten sus demandas de una forma un poco menos pacífica.

Soledad, rechazo, falta de apoyo, padres que sueñan por sus hijos, violencia, falta de fe en uno mismo, discriminación y miedo son algunos de los temas que se interpretaron en las piezas. Las personas que se pararon e interrumpieron la obra para decir “¡alto!” (Como se espera que se haga en este tipo de presentaciones) demuestran que son problemas vividos de cerca por la población y que quisieran que desaparecieran.

El interés de la radio Pio XII y el Canal 6 de Llallagua en la cobertura del evento corroboraron la importancia de este tipo de eventos.

“Ayer hubo fiesta, hoy hay y mañana habrá” dijo uno de los participantes, siempre hay motivo para festejar pero las oportunidades para escuchar a los que nunca son escuchados son muy escasas y esta vez, ninguna autoridad la aprovechó. Pese a todo, el proceso fue fructífero por los participantes que se convirtieron en actores, en el sentido de dejar los miedos y actuar; para el público, que se convirtió en espec-actor; y para los moderadores, que realizamos una primera experiencia. Lo que sí queda como aprendizaje para todos es que cambiar las cosas es posible y aunque el camino es largo y difícil, tiene que comenzar en algún lado, y una buena idea es que empiece en uno/a mismo/a.

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