Hay que caminar sonando
Por Cergio Prudencio
1. Aquí estando
Está ampliamente definida mi visión sobre la cultura en general y la música en particular, mediante artículos, ponencias y entrevistas que publiqué a lo largo de casi 30 años. Y es ampliamente conocida la misión que a ese respecto he asumido con la propuesta de la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos (OEIN) e iniciativas concomitantes como el Programa de Iniciación a la Música.
En esta doble función de reflexión y acción están marcadas, tanto mi personal forma de entender el país en su contexto histórico, como lo que creo podrían ser nuestras opciones de sobrevivencia y desarrollo humano. Mi obra como tal - de alguna manera - es la respuesta a las interrogantes que estas mesas de debate promovidas por el Conservatorio Nacional de Música nos plantean, y no quiero - por ello mismo - redundar en esa materia, como no sea por referencias y sobreentendidos.
Más me interesa ahora analizar la cultura en el nuevo orden social, político y económico que Bolivia se propone de manera tan sorprendente como esperanzadora, e interpelar - en el buen sentido - a este proceso. Porque mucho de lo que estamos viviendo, alude a los paradigmas que nos movilizaron generacionalmente, y - casi sin poder creerlo - propicia una inmejorable circunstancia para aportar desde nuestra experiencia a una construcción coherente y viable.
2. Desde lejos hemos venido
No pocas revoluciones en el mundo (y en nuestro propio país) han dejado de serlo sólo por su incapacidad de comprender la trascendencia de la cultura. La falta de lucidez en este tema, frecuentemente ha terminado ahogando a las grandes transformaciones de la superestructura. La postergación del tema a cuenta de “otras prioridades”, ha vaciado espiritualmente al ser humano. Los errores conceptuales han perpetuado la dependencia y acentuado el colonialismo. De manera que no nos podemos dar el lujo de equivocarnos, ni de argumentar banalidades, y menos de no mirar con claridad el peso de la cultura en el espacio que esta Bolivia se ha abierto para sí misma en luchas de hace meses apenas, que son en realidad de hace siglos.
Considero que la música es un fenómeno social de connotaciones políticas. Es - de una u otra manera - un campo que refleja las relaciones de poder. Y si lo que está cambiando hoy son las relaciones poder, entiendo que también deberían cambiar las relaciones culturales, o sea, el contexto en que la música tiene lugar. Por eso creo que tenemos derecho a ocupar los espacios donde inventar los imaginarios representativos de la nueva sociedad, a un mismo nivel de importancia que los avances hechos en materia de fortalecimiento del Estado o de democratización de la riqueza y el poder.
Porque se trata de aprender a mirarnos unos con otros sin temernos, con el fin de crear una cultura renovada por la multiplicidad de sus agregados, y no más por la imposición de uno sobre otros. No habrá revolución si no se revolucionan las múltiples perspectivas de la cultura.
En principio todos coincidimos (¿coincidimos?) en que la cultura moderna se forma por las interrelaciones entre pueblos, o entre países, o entre grupos humanos. Teóricamente esta es una condición interesante por el valor de acumulación que los protagonistas y consumidores de hoy podrían tener respecto de sus abuelos, o padres, sin ir más lejos. Sin embargo no podemos soslayar la pregunta, ¿son igualitarias las relaciones entre pueblos, entre países o entre grupos humanos? Definitivamente, no. Ellas tienen lugar en un escenario donde hay quienes dominan y quienes son dominados, quienes imponen modelos y quienes los asimilan, quienes presumen superioridad y quienes son excluidos por supuesta inferioridad. Son interrelaciones globales, de grandes conglomerados, con réplica en la estructura específica de cada país. Porque así como la América Latina es globalmente sometida por el viejo e injusto orden norte-sur, internamente en Bolivia (como en cada país de este continente) predomina una visión sobre todas las demás, bajo la lógica excluyente de una casta heredera dinástica del poder. Así ha sido. ¿Así seguirá siendo?
3. Tienes que volar paloma en tu propio cielo
Planteo una pregunta de base: si quienes nos controlan política y económicamente, hacen de factores culturales como el cine, la televisión, el lenguaje, la comida, la ropa y - por supuesto - la música, sus herramientas de dominación, ¿por qué es tan poco importante para nosotros en el orden político y económico, el cine, la televisión, el lenguaje, la comida, la ropa y - por supuesto - la música?2 Las correlaciones de poder se reflejan en todas las artes a través de las cuales una sociedad se expresa o - lo que es peor - deja de expresarse. La historia demuestra en los hechos que la cultura es un campo de operaciones estratégicas antecedes al avasallamiento político y económico. Por eso es importante fortalecernos en este mismo campo donde - hasta aquí – sólo hemos cedido espacios. El vaciamiento no es sólo material - que ya es mucho – sino también humano; y la gente es vaciada mediante acciones culturales dirigidas a ese específico propósito. La cultura no es pues un excedente prescindible - como se nos quiere hacer ver - sino un síntoma vital del estado espiritual de los pueblos, y - por lo mismo - una posibilidad de desarrollo. En los nuevos tiempos que vivimos, aquella pregunta será un parámetro de medición de la profundidad a la que se quiere llegar con las transformaciones estructurales.
La mayor parte de la gente nace acá, en esta Bolivia Siglo XXI, rodeada de músicas originadas en formas diversas de pensamiento, acordes con estructuras lingüísticas de idiomas ancestrales, o derivados de mixturas culturales de órdenes variables. Si escuchamos con atención la multiplicidad de voces que cantan, vibran, suenan y resuenan en el amplio ámbito de nuestra geografía, veremos que - como tanto se dice - somos efectivamente un país diverso, como diverso es el continente y diverso es el planeta.
Pero, aquí cabe otra pregunta, ¿estamos reproduciendo esta diversidad? Normalmente los mecanismos de supervivencia del pensamiento y el espíritu humanos, se establecen en las estructuras educativas. La educación es el sexo de la sociedad. Sin embargo las instituciones encargadas de educar son disfuncionales al entorno. La amplitud de nuestra diversidad no tiene lugar en la educación musical formal, y está deliberadamente relegada. No se está educando para reproducir nuestra realidad sino para suplantarla, y - consecuentemente - para perpetuar un orden dependiente. Si tomamos la metáfora de la educación como sexo social, tenemos que en Bolivia (y en toda la América Latina) nos venimos reproduciendo por inseminación artificial, o por “matrimonio armado”, y frecuentemente por violación. Algo no anda bien.
La educación musical (y no sólo musical) nos debe coherencia con lo que somos de verdad, y nos debe trabajo para dejar de hacer de nosotros lo que otros quisieran que seamos, y nos debe respuestas a la pregunta sobre qué debe hacer. Esa será su misión titánica en estos tiempos. Para ese magno objetivo hará falta destrozar estructuras, inventar modelos, incorporar nuevas fuentes, cruzar conocimientos, y así finalmente parir músicos (seres humanos) amplios de saber, múltiples de pensamiento y de espíritu, tan sensibles a su arte como a la geografía, a la sociedad y a la historia que los circunda. Un enorme desafío, por cierto, porque estoy hablando de algo más que de simplemente investigar o diseñar nuevos currículos. Estoy hablando de imaginarios impensables que abran paso al potencial que duerme en el subconsciente adormecido de nuestra memoria y de nuestros sueños. La investigación es un concepto limitado a la simple observación de unos por otros, con miedo, con distancia. La investigación mira pero no se deja mirar; toma pero no da. Por eso creo que el diálogo debería ocupar ese espacio, bajo premisas de relación igualitaria y gregaria, para que en él germinen abundantes los contenidos de la enseñanza.
4. ¿Ahora que tenemos…?
Pero la educación está encadenada a otras formas de reproducción social. La mayor parte de la gente, nace en Bolivia (como en muchos lugares de la América Latina) a entornos sonoros propios y característicos, de tropas, bandas, instrumentos, conjuntos, cantares, bailares. No obstante, éstos casi nunca encuentran representación en los medios de comunicación, salvo como hechos marginales o subalternos. La radio, la televisión y la prensa, lejos de ser el espejo de la sociedad, son más bien la imagen alterna, prefabricada y dominante, que hace las veces de fuerza de ocupación. Constituyen un poder que debilita a la gente en sus valores y conocimientos de origen, coartan su libertad de optar, y afectan su autoestima y creatividad al punto de la destrucción misma. Es decir, la relación realidad sonora-medios masivos es completamente falaz, porque en ella se sustituye el papel de la representación por el papel del control. Y todo a nombre de “libertades democráticas”. Algo aquí tampoco anda bien.
Un caso puntual. Bolivia es un país en el que la relación entre música popular y música culta es abismal. La música popular, entendida como un subcódigo del lenguaje musical occidental, sumada a las músicas tradicionales de raíz india, sumadas todas éstas a una inagotable gama de músicas mezcladas en tiempo y espacio, abruman en su producción y consumo frente a la producción-consumo de la música culta. Esta es una realidad incontrastable que trasciende en mucho sus propios orígenes históricos.
Frente a ello, otra pregunta, ¿cómo actúa el Estado? No en consecuencia, por cierto. La única subvención que el Estado hace a la difusión musical en Bolivia la tiene la Orquesta Sinfónica Nacional, una institución disfuncional en extremo. Entre otras cosas, porque sus términos de calidad están muy por debajo de lo que hace a una orquesta sinfónica; porque – además - ha tomado posición de espaldas a la propia música culta boliviana; porque tampoco cumple el rol educativo que la justificaría en su condición estatal, y - finalmente - porque ha sido convertida al rango de “capitalizada”, en el peor de los sentidos, en cuanto a que el Estado tiene con ella obligaciones pero ningún derecho.
Y no dé pie esta observación a conclusiones fundamentalistas. Una orquesta sinfónica, una compañía de ballet, un teatro de representaciones, serán altamente funcionales a la sociedad, sin dejar de ser lo que son, bajo premisas de calidad estética, relación con el medio y sentido educativo. De eso se trata.
A los bolivianos nos enseñaron a reconocemos como un país pobre. Parece que podríamos dejar de serlo, pero en tal caso, ¿serían distintas las cosas para el desarrollo de las culturas en Bolivia? ¿Hacen falta sólo recursos para resolver nuestros graves problemas de dependencia y sin sentido? Creo que no. En verdad es más preocupante la complicidad, consiente o inconsciente, lúcida o ingenua, tanto como la falta de creatividad e iniciativas en los niveles de decisión, llámense éstos Estado, educación o medios de comunicación, que las carencias materiales supuestas o reales.
5. Mañana me voy
Pero las salidas a este entuerto son más difíciles de lo que parece. Los peligros que acechan entre la folclorización generalizada y la segregación de las elites, como reacciones hormonales e irreflexivas de esta sociedad en mutación, deben alertarnos sobre una cuestión que exige mucho más de la intelectualidad líder. Porque detrás de una manifestación popular, por muy popular que fuera, pueden actuar - sin aparentarlo - viejos mecanismos coloniales. Y así, al mismo tiempo, paradójicamente, expresiones elitistas pueden encarnar percepciones y enunciados transformadores. No hay lugar aquí para razonamientos maniqueos; tampoco para visiones superficiales sobre realidades que - como hemos visto - son complejas y abigarradas3. Los facilismos en el orden cultural nos dejarían por siempre en el limbo de la dependencia. Es tiempo de exigirnos al máximo a la hora de pensarnos y de pensar la utopía que para nuestros hijos vaya a ser un mundo verdadero.
La historia nunca desanda. Y con esto quiero decir que las realidades no cambian dando marcha en reversa. No hay caminos, hay que caminar…4 Nuevos caminantes caminarán el desafío de la creatividad hacia los nuevos paradigmas, en concordancia y conciencia con lo que somos, abriéndose al conocimiento oculto de nuestros pueblos, lo mismo que al conocimiento de otros pueblos, en diálogo, no en guerra; incorporando las experiencias trascendentales que el país ha engendrado en su larga clandestinidad; aceptando la diversidad en pleno, la de los más, pero también la de los menos; cultivando el espíritu humano por agregación; perfilando al fin el rostro del “hombre nuevo” que un caminante de estas tierras ya soñara; y acercándonos a “la lejanía nostálgica utópica futura”5 que otro navegante de estos tiempos escuchara antes que nosotros.
5 La lontananza nostalgica utopica futura (1988-89) de Luigi Nono; madrigal para varios “caminantes” con Gidon Kremer, violín solo, 8 cintas magnéticas y 8 a 10 atriles. Audición de fragmentos de esta obra acompañaron la lectura de la ponencia.
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