Opinion

DE LAS CONTRADICCIONES A LA IMPOSTURA
Sin esclusas
Patricia Alandia
Domingo, 9 Noviembre, 2014 - 12:45

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El 12 de octubre, después de conocer los resultados en boca de urna, Evo Morales salió al balcón de Palacio a celebrar su victoria: "Este es el triunfo de los antiimperialistas, anticolonialistas", afirmó. Unos días después, luego de que Bolivia fuera elegida por la Asamblea General de la ONU como nuevo miembro del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la organización, dijo: “Lo mejor que podemos compartir dentro el Consejo es no solamente defender el derecho humano, sino los derechos colectivos como la salud y los servicios básicos. El individuo es importante, está en debate el derecho de las mujeres, pero nuestra experiencia es cuidar el derecho colectivo y la Madre Tierra”.

En el exterior, aunque cada vez con menos fuerza, Morales encarna el ideal delindígena revolucionario, por lo que su discurso debió sonar coherente, convincente. Los sectores populares, los intelectuales progresistas de distintas partes del mundo necesitan un líder, un símbolo de la transformación posible, de manera que, a pesar de Chaparina, persisten en alimentar la ilusión depositada en él desde el 2006. En Bolivia, salvo en algunos grupos del masismo, la esperanza se desvaneció; Morales ya no representa la reivindicación indígena, en consecuencia, sus discursos desconciertan e incluso ofenden, puesto que se percibe en ellos no solamente un dejo de impostura, sino de cinismo.

Y es que si los discursos no son coherentes con las acciones que los acompañan, poco a poco van perdiendo su poder significativo movilizador. Los partidos o agrupaciones políticas construyen sus discursos, enuncian sus verdades y comprensiones del mundo en una articulación de conceptos, de categorías que definen las relaciones sociales y sus respuestas a las problemáticas de su realidad. Por ello, cuando leemos un programa político, podemos ver su consistencia ideológica o sus fisuras. En el caso del MAS, la construcción fue colectiva hasta el 2009; su discurso, por ello, fue vital, representativo; hablaba Evo y se oía al pueblo, a las distintas organizaciones sociales: descolonización, derecho a la tierra y territorio, derechos de la madre tierra, educación, agua, salud, en síntesis, el “vivir bien”, además de los consabidos anticapitalismo y antiimperialismo. El periodo del 2006-2009 recogió las voces de los indígenas, campesinos y obreros, las amplificó y las convirtió en leyes: Constitución Política del Estado, Ley de reconducción comunitaria de la reforma agraria.

Fue ese el momento de reacción más virulenta de las elites, sobre todo del agroempresariado que, siguiendo su lógica de patrón feudal, no tuvo reparo en recibir a balazos al entonces viceministro de Tierras. Alejandro Almaraz, y a personeros del INRA, y agredir a los indígenas que osaron sublevarse al buscar el saneamiento de sus territorios y su liberación de la vergonzosa servidumbre a la que estaban sometidos en pleno siglo XXI. Ganaderos, soyeros, barraqueros, latifundistas todos, declararon la guerra al Viceministerio de Tierras, al INRA y a la ABT, pues estas instituciones encaraban la transformación de la estructura agraria que ponía en riesgo sus negocios resguardados hasta entonces por cada uno de los gobiernosde turno.

A partir del 2009, después de obtenido el 64% de apoyo en las elecciones (esa vez sin la ayuda del TSE), el Gobierno se convenció de que los indígenas eran una minoría, y que, en consecuencia,podía prescindir de algunas de sus causas que, en sentido estricto, nunca fueron las de Evo Morales, y menos aún las de García. Emprendieron entonces la marcha en reversa con respecto a las políticas agrarias, y defensa de sus derechos.

El artífice de este retroceso, hay que reconocerlo, es García, quien desde el inicio, en las discusiones internas del MAS, se opuso a la Ley de reconducción comunitaria de la reforma agraria. Al parecer, García nunca soportó el desprecio que sentía la elite cruceña por su Gobierno, por lo que intentó, primero, coqueteos con sus misses, y, luego, acercamientos con la CAINCO y la CAO que, finalmente, fueron posibles gracias a la salida de Almaraz del Viceministerio de Tierras. Todo empezó con la otorgación de créditos, siguió con la pausa de la FES, el perdonazo a los desmontes ilegales, la legalización de los transgénicos, hasta llegar a la promesa de la ampliación de la frontera agrícola.

Con el nuevo triunfo electoral y los 2/3 en la ALP (esta vez sí gracias al TSE), el Gobierno del MAS decidió enterrar no solo la ley agraria, sino también la Ley de derechos de la Madre Tierra que, más que norma, es un texto literario, pues no fue redactada para su efectiva implementación.

La señal más clara fue la destitución de Cliver Rocha de la Autoridad de Bosques y Tierra (ABT)—seguramente celebrada por Quintana—, y la designación en ese cargo del ganadero RolfKöhler quien, desconociendo la misión de la institución que le tocó dirigir, garantizó la “continuidad en las políticas del Gobierno”, expresadas no en la protección de bosques y tierras como se esperaría, sino en la agilización de desmontes para desarrollar el sector agropecuario del oriente, es decir, para beneficiar a los beneficiados de siempre.

Como si esto fuera poco, García, quien en Argentina había reconocido el error cometido en el conflicto del Tipnis y afirmado que no se construiría la carretera que produjo el desgaste más importante sufrido por su Gobierno, reinició hace unos días la arremetida contra este territorio, esta vez buscando apoyo en los chimanes.  El cambio de discurso no esperó el cambio de gestión, y, como era de presumirse, la palabra de García se diluyóuna vez más en su estrategia envolvente.

Finalmente, Evo Morales anunció la creación de un reactor nuclear, arguyendo que "Bolivia no puede estar al margen de esta sabiduría que es patrimonio de toda la humanidad”. La creación más representativa del imperialismo, el símbolo más combatido por los sectores progresistas, por los científicos comprometidos con el planeta y por activistas ecologistas del mundo, aquel que ha sido rechazado en sendos referéndums en los países donde no se impone la política del “quieran o no quieran”, ha resultado ser una “prioridad estratégica” para el Gobierno autodefinido como antiimperialista y descolonizador. Esta incongruencia demencial ha motivado a científicos y activistas amigos del Gobierno de Morales el envío de una carta pública en la que, en resumen, le expresan su sorpresa sobre esa errada decisión, y le alertan sobre la elevada peligrosidad para el planeta que supone este tipo de energía, además de la falacia sobre la independencia energética que leotorgaría al país.

Estos hechos, sumados a muchos otros, son demostraciones contundentes del abandono del proceso de cambio, que germinó en la marcha indígena de 1990 y tomó cuerpo en octubre del 2003. En ese horizonte tan desesperanzador para los pueblos indígenas, medioambientalistas e intelectuales progresistas, en general, las elites del agroempresariado, las clases conservadoras, las transnacionales y todos los expoliadores tienen mucho para celebrar. Ya no les interesa, como antes,resistir al Gobierno de “indios” que tanto asco les provocaba; ese Gobierno se ha transformado, y ahora gobierna, sobre todo, para ellos.

En consecuencia, solo queda que, en un acto de honestidad, los discursos se ajusten a los actos; que se renuncie a la utilización grosera de lo indígena para legitimar, a decir de James Petras, las políticas neoliberales ortodoxas y reaccionarias, que el Gobierno del MAS ha decidido implementar. Sé que es mucho pedir, pues, sin esa retórica, ya no podrían ocultar la traición.