Opinion

COMPUTADORAS Y CALIDAD EDUCATIVA
Sin esclusas
Patricia Alandia
Lunes, 26 Mayo, 2014 - 12:53

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En uno de los innumerables actos de entrega de obras a escuelitas, el presidente Evo Morales confirmó la próxima dotación de computadoras, por ensamblarse en El Alto, a alrededor de 15.000 estudiantes de secundaria; ésta se suma a la ya realizada a todos los profesores en ejercicio. El Mandatario afirmó que con esas computadoras, más el satélite Túpac Katari, nuestra educación estaría dando el salto a la Era digital y tecnológica, eje de la política educativa actual que, según él, ha permitido el avance de nuestra educación, en la que “estamos muy bien”. Las preguntas que caben son si las computadoras per se mejoran la calidad educativa, y que si estamos en un punto en que nos hace falta su tecnologización. Al contrario del Presidente, quienes estamos involucrados con los temas de educación consideramos que ésta está muy mal, que se ha retrocedido de manera evidente en los últimos 8 años, y que la tecnología en este contexto puede esperar.

En todo caso, el Presidente no hace más que expresar una personal y arraigada convicción de que la tecnología y sus productos son el camino al progreso y el desarrollo. Si sobrellevamos el hastío provocado por el bombardeo propagandístico de todas las instituciones estatales en los medios de comunicación (estatales y paraestatales), podemos identificar muy bien el nuevo discurso gubernamental: el cambio entendido como progreso, y éste ligado al asfalto, los edificios, el avance tecnológico; en términos muy simples, un reciclado desarrollismo de los años 70.

Desde esta lógica, el Gobierno considera (es decir, Evo Morales lo hace) que el progreso de los pueblos es corolario de más carreteras, satélites y teleféricos, por lo que es comprensible que también considere que la calidad educativa es resultado automático del uso de computadoras. Y si bien éstos son los signos del capitalismo, al que Morales fustiga sobre todo en sus discursos en palestras internacionales, se han convertido en una especie de fetiches de su Gobierno, presentados como elementos del proceso de cambio, solo por el hecho de que es él, el indígena, el que los valida y los transforma en necesidades populares de profundo sentido revolucionario.

Las obras que lo seducen —monumentales, ostentosas, impactantes—, esas que los países primermundistas poseen, son las que, como se afirma en el spot de Entel y piensa el Presidente, nos permitirán superar esa condición de nuestro pasado que nos tenía tan mal, y nos hacía ir hacia atrás, que nos tenía aislados (afirmaciones que van acompañadas con la imagen de un indígena y su llama). Es evidente que la plurinacionalidad y la descolonización ya no caben en este nuevo discurso, sin embargo, éste es un tema del que me ocuparé en otro momento, pues esta mutación se constituye en la mayor defección del Gobierno, que llegó al poder con la bandera de las reivindicaciones indígenas, y que, a pesar de su evidente abandono, sigue usufructuando de ella en el ámbito internacional.

En el caso de la educación, las inversiones millonarias en tecnologías, por muy útiles que éstas sean, no son suficientes para construir una política educativa; el fundamento de una política es el currículo, en el que se establece el lugar de las tecnologías, pero solo como herramientas accesorias, no como base ni mucho menos fin. Y un currículo, tal como ocurrió con la vilipendiada Reforma Educativa de 1994, se construye en el tiempo, en un proceso de reflexión de los distintos actores educativos, guiado y diseñado por expertos, y alimentado y sustentado en experiencias y estudios científicos. No es obra de una consultoría de tres meses ni de uno que otro taller masivo de socialización.

Desde estas consideraciones, como ya lo he afirmado en otros lugares, el actual currículo tiene mucho de improvisación; está plagado de contradicciones, errores y vacíos teóricos y metodológicos.  Sin embargo, éstos podrían ser salvados por la experticia de los responsables directos de su implementación, los profesores, pero es de conocimiento general el bajo nivel de formación que reciben éstos en las normales —y peor aún en el Profocom—, que no resuelve en absoluto las deficiencias con las que llegan a ellas, y que se convierten en un verdadero e insuperable círculo vicioso.

En consecuencia, la cantidad de aulas, baños, canchas, tinglados y computadoras solo sirve para evaluar la infraestructura, las condiciones externas en las que se llevan a cabo los procesos que, por supuesto, pueden favorecerlos; sin embargo, si queremos establecer la calidad educativa, es necesario evaluar las competencias de los estudiantes, en especial en las áreas de lenguaje y matemáticas, que son las que permiten el desarrollodel pensamiento lógico, el razonamiento verbal y matemático, las habilidades para analizar, criticar, entre otras. Al respecto, si bien el Gobierno ha evitado este tipo de evaluaciones, hay pruebas contundentes sobre cuán profundos son los problemasde nuestros niños y jóvenes en esas dos áreas.

Con esos antecedentes, el Ministerio de Educación debe intentar un proceso de investigación y reflexión para encontrar el lugar de las nuevas tecnologías en la enseñanza, sobre todo, a partir de la primera constatación: el 70% de profesores no usa las computadoras que les fueron otorgadas. En primer lugar, porque no saben utilizarlas; en segundo lugar, y más importante, porque no saben cómo y para qué utilizarlas en los procesos de enseñanza.

Además de guardar documentos oficiales, ¿para qué un profesor necesita una computadora? ¿Para escribir textos? ¿para diseñar materiales? ¿para preparar sus clases? ¿O solo para elaborar instrumentos de evaluación? Si el objetivo es diseñar materiales de enseñanza, como al parecer se pretende desde el Ministerio, es necesario considerar que el profesor promedio ha llegado a las normales con un mínimo nivel de competencias textuales, y, de ninguna manera, estos centros de formación dan las condiciones para superar esa situación, por lo que un porcentaje importante de profesores no está preparado para redactar textos, y menos aún textos educativos.

No obstante, más allá de los usos que se les dé a las computadoras, éstas por sí solas no transformarán la práctica docente y sus resultados. Un estudio realizado por la Comisión Europea, denominado «Nuevos entornos de aprendizaje en la educación», en el 2004, dirigido a analizar las innovaciones en las escuelas y su impacto en la calidad educativa, arrojó como resultados que los cambios no dependen tanto del uso de las TIC en sí, sino más bien de la capacidad del profesor para utilizarla tecnología como soporte. Se constató que los avances resultantes en los procesos de enseñanza estaban relacionados de manera directa con el estilo de gestión, la actitud y la formación del profesorado, los enfoques pedagógicos y los nuevos estilos de aprendizaje.

Otro aspecto que es central en la discusión es la influencia de las nuevas tecnologías en los procesos de aprendizaje. Hace poco conocimos por la prensa que los hijos de los empleados de Google, Apple y otras empresas de vanguardia de Silicon Valley envían a sus hijos a una escuela de élite que no tiene computadoras. Esta nueva tendencia, conocida como “desconexión”, en el campo educativo se fundamenta en estudios psicolingüísticos que explican que el niño, en sus etapas de desarrollo, necesita como prioridad adquirir destrezas cognitivas, espaciales y temporales, que le permitan establecer la lógica de sus actividades de aprendizaje y razonar sobre ellas. Para este propósito, el uso de las manos y de todo el cuerpo, y la interacción directa con su entorno son primordiales, ya que propician una mayor actividad de la corteza cerebral para visualizar, coordinar, calcular distancias, discriminar formas, dimensiones, y le ayudan a estructurar su sistema neurológico y de aprendizaje de una forma duradera. Según especialistas que critican el uso temprano de las computadoras en la educación, la pantalla perturba el aprendizaje, pues disminuye las experiencias físicas y emocionales; enfatiza el mirar más que el escuchar, y el buscar soluciones rápidas y correctas, lo que no ayuda a pensar.

La pregunta es por qué las clases acomodadas del primer mundo son las que retornan a una educación “desconectada”, y, por el contrario, los ministerios de educación de países en desarrollo conciben las computadoras como la panacea de la educación. Por lo visto, por un lado, nuestros gobiernos son presa fácil de empresas dedicadas a la fabricación de este tipo de objetos de consumo que, como se ha determinado, es más elevado en las clases populares, y, por otro lado, nuestras autoridades no se han detenido a diseñar verdaderas políticas educativas, que trasciendan las coyunturas políticas y la búsqueda del rédito electoral.

Con todo esto, no pretendo menospreciar la función de las computadoras en la educación o la formación de los estudiantes en el uso de las TIC, que es ineludible en los tiempos que vivimos, sino poner en el debate el lugar que deben ocupar en nuestra educación. Mi experiencia docente me permite afirmar que los estudiantes que llegan a la Universidad, pese a que han pasado por cursos de computación, no tienen las competencias básicas de búsqueda, discriminación y uso de la informacióna la que acceden en Internet; investigar se ha reducido a buscar información, copiarla y pegarla en un trabajo que muy poco tiene de elaboración personal y menos de resultado de análisis, crítica y creación, imprescindibles para un aprendizaje significativo.

Al respecto, es necesario comprender que las nuevas tecnologías y sus textos, con su carácter multimodal, no sustituyen los objetivos y procesos implicados en la alfabetización, más bien los complejizan. No se debe tender a reemplazar la lectura de textos impresos por textos digitales ni las prácticas de comprensión y producción de textos por las actividades de navegación y búsqueda de información en la Red. Se debe incorporar, al desarrollo de competencias textuales en general, estos nuevos géneros textuales que, en ciertos aspectos, comparten características con los impresos y en otros se diferencian de manera importante. Tomo uno de los campos de formación porque atraviesa los procesos educativos en las distintas áreas, pero lo aseverado también corresponde a las competencias de razonamiento matemático. No se puede sustituir el razonamiento con programas, sino establecer su uso para enriquecer el aprendizaje, siempre y cuando las competencias de base hayan sido desarrolladas adecuadamente.

Finalmente, de lo que se trata es de reordenar las prioridades. La formación de los profesores es fundamental, pero no una formación masiva, calificada por los mismos profesores como inútil, sino una integral, que les permita desarrollar sus propias competencias y contar con herramientas didácticas para propiciarlas en los estudiantes. También es necesario revisar el currículo, y ello supone precisar antes, más allá de la retórica, sus fundamentos teóricos y metodológicos. Por último, en este preciso momento la dotación de computadoras no se plantea como una urgencia, sobre todo si tomamos en cuenta que el Ministerio de Educaciónno posee los recursos económicos, y recientemente tuvo que encabezar unacampaña de recolección de libros casa por casa, para la implementación de bibliotecas comunitarias y el fomento de la cultura lectora. Aún queda mucho por hacer.