A quien corresponda

BENITA PARI NO ERA PERIODISTA

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Hace dos semanas, Benita Pari fue asesinada de forma brutal. Quienes acudieron a la morgue para hacer el reconocimiento de su cuerpo testimoniaron la magnitud de la brutalidad de este asesinato. Considero innecesario e irrespetuoso aportar al morbo con más detalles de los publicados en la prensa, pero lo cierto es que las señas que dejaron en su cuerpo dan cuenta de un atroz crimen de odio.

¿Odio de quién? ¿Por qué? Las noticias dan cuenta de que esta mujer comenzaba a destacarse como lideresa del MSM, partido que hasta hace poco más de tres años era aliado del MAS y hoy ha pasado –a juicio de sus ex-aliados– a las filas de la “derecha”. ¿Fue su militancia política la que generó tanto odio? ¿Fueron otros motivos? Yo no lo sé, pero, a juzgar por el tratamiento mediático de este asesinato, lo que me queda claro es que Benita Pari no era periodista, definitivamente.

Al parecer, la prensa no pone igual interés en casos de violencia extrema cuando no se trata de personas allegadas a su gremio. Tengo fresca en la memoria la muerte de HanalyHuaycho, la periodista de PAT que también fue brutalmente asesinada a principios de este año. En ese caso, el asesino estuvo nítidamente identificado desde el primer momento, fue el esposo, un miembro de la policía nacional cuyo supuesto cadáver “apareció suicidado” en un rincón de los Yungas de La Paz. Esa sí fue noticia de primera plana en varios medios y en repetidas ocasiones. En cambio, el asesinato de Benita sólo ha merecido notas marginales. ¿Es que acaso esta muerte resulta menos “destacable”?

Lo que quiero poner en evidencia es que los crímenes contra las mujeres, sea que fuesen motivados por odio de género (por el hecho de ser mujeres) o por cualquier otro motivo, merecen igual atención de la opinión pública y particularmente de los medios de comunicación, porque todos estos crímenes están dando cuenta del inaudito nivel de violencia al que podemos estar sometidas las mujeres.

Estos casos, tomados de uno en uno y de manera aislada, podrían parecer “casos particulares”, al igual que otros asesinatos de hombres que también se registran en la prensa. Sin embargo, la alta frecuencia de los mismos debería ser motivo de preocupación de la sociedad en su conjunto.

Un solo medio que yo conozca, el Observatorio “Manuela” del CIDEM, realiza un seguimiento minucioso de estos casos. Su directora, Mary Marca, informó a la Agencia Boliviana de Información que dicho observatorio registró que “cada tres días una mujer muere a causa de violencia en Bolivia, ya sea por inseguridad ciudadana o feminicidio… Estas cifras son preocupantes… De enero a octubre, el observatorio registró 125 mujeres asesinadas; 82 feminicidios y 43 crímenes por inseguridad ciudadana y otros motivos… A diferencia de 2012, la violencia contra las féminas creció en 10 por ciento y denunció que, en muchos casos, la actuación de la justicia permite que los violadores y asesinos de mujeres salgan libres antes de ser sancionados”1.

Ese es precisamente el contexto en el que hay que colocar el asesinato de Benita Pari, no es un caso aislado, no es un crimen más para ser colocado en las crónicas “rojas”, se trata del asesinato de una mujer que empezaba a destacarse como lideresa de una organización política. ¿Cuál es el mensaje que deja(n) su(s) asesino(s) en ese cuerpo destrozado? ¿Es acaso una advertencia para que las mujeres se cuiden de participar en el reino de  los hombres, en el espacio público?

Quién sabe, hasta que no se esclarezca este crimen, no lo sabremos; por eso mismo, considero que la prensa nacional debería realizar un estrecho seguimiento a las investigaciones en torno al mismo porque, al parecer, la justicia no se mueve con celeridad si no es bajo presión de los medios de comunicación.

1. Ref.: http://www.cidem.org.bo/index.php/cidem/cidem-medios/313-cidem-cada-3-d%C3%ADas-muere-una-mujer-por-violencia.html

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LA "SAGRADA HOJA DE COCA"

Jenny Ybarnegaray Ortiz

A más de veinticinco años de la promulgación de la “Ley del Régimen de la Coca y Sustancias Controladas” (Ley Nº 1008, de 19/07/1988) continuamos viviendo un conflicto permanente que de vez en cuando hace noticia, como lo que aconteció recientemente en Apolo. Éste es un conflicto que tuvo su fase intensiva en los años noventa, que permaneció latente en los últimos años y que vuelve al escenario público con costes de vidas humanas.

Evo Morales fue (y continúa siendo) protagonista del conflicto, fue en medio de este conflicto que armó su imagen pública y construyó su plataforma política, por lo tanto es mucho lo que le debe, a tal punto que no ha renunciado a la presidencia  de la representación de las organizaciones sindicales de este gremio, ni siquiera al asumir la presidencia del gobierno nacional. Como era de esperarse, su gobierno logró apuntarse un triunfo al introducir en la nueva Constitución Política del Estado un artículo que establece: “El Estado protege a la coca originaria y ancestral como patrimonio cultural, recurso natural renovable de la biodiversidad de Bolivia, y como factor de cohesión social; en su estado natural no es estupefaciente. La revalorización, producción, comercialización e industrialización se regirá mediante la ley” (CPE, Artículo 384).

Sin embargo, hasta el día de hoy no ha sido capaz de realizar una tarea básica de su proyecto político: separar la norma en dos cuerpos: el “del régimen de la coca” (en concordancia con el mencionado artículo de la CPE) y el “del régimen de sustancias controladas”. Para hacerlo, había prometido hace varios años atrás emprender un estudio minucioso del uso tradicional de la hoja de coca, a objeto de determinar el volumen de producción requerido para este efecto. Al parecer, varios estudios emprendidos con recursos de la Unión Europea, no satisficieron las expectativas del partido gobernante, razón por la cual no se conocen resultados oficiales.

Si fuese cierto el trascendido de que apenas se requiere la mitad de la superficie establecida en la ley 1008 para el uso tradicional, el gobierno tendría que enfrentarse a un problema político de graves consecuencias: implicaría erradicar casi toda la coca existente en el país y con esta decisión, se caería el bastión más sólido del régimen: el de los productores de este cultivo, núcleo de su formación y base social.

Es por eso que, lo acontecido en Apolo, viene a ser como una granada que revienta en la propia cara del régimen, yano puede seguir sosteniendo su discurso de diferenciación entre coca y cocaína sin desnudar sus propias contradicciones. Lo cierto es que sin coca no hay cocaína y que todas las políticas públicas emprendidas desde la promulgación de la ley 1008 han fracasado estrepitosamente, incluso las del propio gobierno de Morales.

A la publicitada reducción de cultivos de coca siempre ha sucedido su reposición casi inmediata y nada permite prever que esto no seguirá sucediendo en el futuro. Para comprender este fenómeno es preciso reconocer que es el valor de mercado del producto lo que determina este hecho económico y no otra cosa. En última instancia, lo que lo subyace es la lógica económica que lo sostiene y las contradicciones que lo caracterizan. Este valor de mercado se sustenta en su “triple valor agregado”, es decir: (1) al servir como materia prima para producir un estimulante ilegal que tiene alta demanda en el mercado, genera un alto valor agregado económico; (2) al constituir un elemento de intercambio para que los gobiernos inviertan recursos para el desarrollo de la zonas “de producción excedentaria en transición” adquirió un alto valor agregado “político”; y (3) al ser objeto de sacralización (“la sagrada hoja de coca”), adquirió un valor agregado “ideológico”, que hasta el día de hoy sustenta su defensa más allá de cualquier racionalidad.

De éstos, indudablemente, el primero es el valor agregado fundamental. El “desarrollo alternativo” ha perdido vigencia y con ello se ha restado a la coca su “valor agregado político” (como objeto de negociación e intercambio) e incluso el gobierno puede echar marcha en reversa para reducir el “valor agregado ideológico” (el presidente ya ha declarado que «ya no está de moda la arenga “causachun coca”»); pero, mientras la cocaína continúe siendo un producto ilegal de alta demanda en el mercado internacional, la coca se continuará expandiendo más allá de cualquier discurso.

Es por eso que coincido plenamente con quienes plantean la solución por otro lado: sólo la legalización de las drogas arrancaría paulatinamente el negocio de los mafiosos, permitirá una regulación internacional del mercado, reduciría su precio y contribuirá a superar este conflicto que ya lleva décadas sin solución.

No obstante, la fórmula parece demasiado simple para un problema por demás complejo. En la hipótesis de un sinceramiento interno que llevase a esta solución, ¿quién compraría la “cocaína legalmente producida en Bolivia”? Obviamente, nadie, salvo si se diese un impensable acuerdo internacional que lo permitiese. Por lo tanto, la solución no es factible en el corto o mediano plazo y es preciso hacerle frente ahora.

El gobierno no lo va a hacer porque, como ya lo anticipamos, se enfrentaría al riesgo de su derrocamiento. Sostener que la coca de los Yungas (y el Chapare) es “sagrada” y que el resto es ¿qué? ¿demoniaca? es absurdo. Sostener que existe un mercado interno de grandes proporciones que incluso podría ser expandible mediante su “induztrialización” (así rezaba un cartel colocado en las puertas de la Federación de Colonizadores de Chimoré hace muchos años atrás), tampoco es verosímil, porque hasta la fecha no se ha logrado pasar las mínimas pruebas requeridas para emprender este propósito. Entonces ¿qué van a hacer?

Lo que nosotros/as (ciudadanos/as de este país) opinásemos, propusiésemos o deseásemos, es lo de menos, porque el gobierno sólo se escucha a sí mismo y lo más probable es que en pleno año de campaña electoral no hará nada para minimizar, mucho menos para resolver el problema de raíz. En consecuencia, le seguirán reventando granadas en la cara, como en Apolo, y continuará con su retórica absurda hasta que el narcotráfico adquiera ribetes de violencia incontrolable (como en Colombia o México) a ver si entonces volvemos a escuchar la arenga “causachun coca”, aunque esté muy “pasada de moda”.

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¡CÓMO DUELE Y MARAVILLA SIRIA!

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Hoy me voy a tomar una tregua, voy a escribir sobre algo que me está generando muchas angustias para las que no tengo más respuesta que una ingenua utopía por la paz del mundo.
No soy ni pretendo ser una experta en asuntos de geopolítica internacional, mucho menos sobre la intrincada historia del llamado “mundo árabe”, una realidad tan lejana a las latitudes donde habito y tan cruzada por tantos intereses, que toda la información a mi alcance, no meayuda a comprender suficientemente lo que allí está sucediendo.No obstante, ante la inminencia de un posible ataque del gobierno de Estados Unidos de Norteamérica a Siria, observo el mundo con espanto y asombro al mismo tiempo.
Las fotografías de ese tendal de niños y niñas muertas por efecto de agentes químicos proporcionados por quién sabe acuál de los bandos a los que se atribuye la matanza, no pueden menos que conmocionar los sentidos de cualquier persona mínimamente sensible. Parecen dormidos, pero no, están irremediablemente muertos. ¿Cuándo y cómo se sabrá la verdad de lo que sucedió allá el 21 de agosto pasado? No lo sé y tampoco confío en que algún organismo internacional sea capaz de llegar al fondo del asunto, porque no existe en este mundo un organismo lo suficientemente probo y neutral como para dar con la verdad.

Ese ineludibletendal infantil simboliza, sin duda, la mayor crueldad de la que es capaz el ser humano ¿qué peligro podían representar esas criaturas como para merecer semejante final? Sin embargo, esas imágenes tan conmovedoras no deberían hacernos olvidar que a esos inocentes infantes precedieron otros cien mil muertos, hombres, mujeres, jóvenes y niños, de los que no conocemos su identidad ni hemos visto sus imágenes, además de no se sabe cuántos más que continúan pereciendo en medio del fuego cruzado entre unos y otros.

La pregunta que muchos se han hecho es ¿acaso un ataque militar de un gobierno extranjero logrará cesar esa violencia? La respuesta obvia es NO, no es posible contener la violencia con más violencia. Entonces ¿cómo es posible que un presidente norteamericano, prematuramente laureado con el Premio Nobel de la Paz, piense siquiera en esa posibilidad? Esto es algo absolutamente incomprensible para cualquier persona en este mundo, personas que como yo o como usted, no manejamos los datos ni los hilos del poder. Seguramente los expertos en asuntos internacionales podrán explicarlo, sin embargo, ninguna dilucidación racional resultará suficiente para poder comprender aquello que es producto de esa naturaleza humana tan destructiva que hoy se hace presente allá en Siria, como ayer en Irak, Libia, Afganistán y tantos otros países destruidos por absurdas guerras internas y/o con intervención extranjera.

Por otro lado, me llegan postales de un país –como casi todos los de este mundo– inconmensurablemente bello, de un pueblo que dio al mundo el primer alfabeto del que se tiene conocimiento histórico, además de magníficas obras de todas las artes, una arquitectura digna de la mayor admiración, un pueblo lleno de vitalidad. Duele el sólo pensar que, además del infructuoso derramamiento de sangre humana, esas obras estén siendo destruidas sin pesadumbre alguna.Me pregunto ¿cuánto se habrá demorado en construir tan magníficos edificios como la Mezquita y el Palacio Azem de Damasco, o el LatakiaBranchBuilding y la Sinagoga de Jobar, y cuánto tiempo se requiere para destruirlos? A la primera pregunta, años y hasta décadas; a la  segunda, nada, quizás basten minutos para que un misil lanzado desde el aire, la tierra o el mar, los hagan pedazos.

Desde mi visión feminista del mundo, más allá de cualquier excusa económica, política, religiosa, o de cualquier otra índole, encuentro en ese escenario la acción descontrolada de la violencia para la que los hombres son entrenados desde el momento en que abren los ojos a este mundo. Observo ahí la acción del guerrero, ese perverso mandato que es encargado casi de manera obligatoria a los hombres y que es permanentemente ensalzado por la historia universal, puesto que la de este mundo es, sin duda, la historia de las guerras. Hombres impelidos a tomar por la fuerza lo que por la razón no pueden compartir y que en ese afán destruyen todo cuanto otros hombres y mujeres han construido a lo largo de la historia.

No tengo, ni creo que alguien tenga la “solución” frente a todo esto; pero, creo que al menos podríamos empezar intentando deconstruir el valor que actualmente ostenta la imagen del guerrero. ¿Qué tal  si promoviésemos una gran cruzada mundial para abolir el servicio militar obligatorio y todos los ejércitos del mundo, para prohibir la producción de las armas de cualquier tipo, para ensalzar y premiar a todo país que en los últimos veinte o cincuenta años no haya participado en contienda militar alguna, para trastocar los valores o anti-valores que hoy dominan la existencia humana, para impedir que cualquier persona tenga más poder que otra, para eliminar todos los motivos que engendran el deseo del poder y la acumulación grosera de los bienes que producen la naturaleza y la humanidad?

Creo firmemente que los hombres merecen mejor destino que morir matando y que los pueblos merecen mejor destino que vivir en medio de la zozobra y el terror de las guerras. Ansío un mundo donde todas las armas sean definitivamente destruidas, donde la lógica del poder y el dinero no tengan más sentido ni valor que el de la creación, el cuidado y la protección de los seres humanos, la naturaleza y todos los especímenes que habitan esta tierra, donde la vida se celebre todos los días, donde ninguna persona se vea obligada a transcurrir su existencia en medio de la necesidad, del absurdo y de la nada. Ansío un mundo liberado de creencias religiosas; pero, comprendiendo que los seres humanos las producen en respuesta a la inminencia de la muerte, al menos ansío un mundo donde ninguna creencia religiosa tenga más sentido que otra y ninguna entidad religiosa tenga más pretensión que otra en el dominio de “la verdad inmanente y trascendente”. Ansío un mundo en paz, aunque esto suene a ingenuidad casi rayana en la estupidez.

 

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UN DEBATE QUE NO SE ACALLARÁ

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Pese a quien pese, el debate en torno a la despenalización del aborto en Bolivia, no se acallará. Los medios pueden darle mayor o menor espacio, la gente puede darle mayor o menor atención, el gobierno puede hacerse el desentendido. No obstante y pese a ello, nosotras, las mujeres que hemos optado por una posición irrenunciable de defensa de nuestro derecho a decidir sobre cualquier asunto que nos concierne, sea público o privado, y nuestros aliados varones (que no son pocos), vamos a continuar exigiendo en todos los espacios pertinentes, que el tema sea debatido.Esta exigencia por el debate no es capricho ni ganas de irritar a nadie (aunque sabemos que irrita profundamente a alguna gente), es un deber ineludible cuando lo que sale a la luz son, al menos, dos constataciones inocultables.

La primera y más clara es que ninguna condena o amenaza de ella logra impedir que una mujer que ha decidido interrumpir voluntariamente un embarazo, deje de hacerlo por ese hecho. Entonces ¿a qué o a quién sirve la penalización? Sólo sirve para sostener un barniz de “moralidad” hipócrita que no tiene otro sustento que el miedo a que las mujeres alcancemos nuestra plena autonomía. La sola idea de que algún día todas las mujeres levantemos cabeza y dejemos de someternos al poder patriarcal para decidir por nosotras mismas, genera un profundo terror en todos los circuitos del poder constituido. Ese día se les caerá la estantería de sus argumentos “naturalistas”, “biologistas”, “éticos”, sobre sus propias cabezas y se les acabarán los privilegios que se han auto-conferido en más de cinco milenios de patriarcado.

La segunda es que la penalización del aborto sólo conduce a las mujeres que deciden hacerlo a los oscuros recovecos de prácticas inseguras, insanas y perversas con graves riesgos para su salud y su vida. Cuanto más pobres y más jóvenes sean y cuanto menos informadas estén, más oscuros y riesgosos serán los lugares a donde lleguen con su decisión. En otras palabras, la penalización del aborto sólo genera un grave problema de salud pública con grave riesgo de muerte para las mujeres. El Estado y sus autoridades no pueden continuar eludiendo su responsabilidad ante esta realidad porque, por acción y omisión, están incurriendo flagrantemente en la figura penal de “incumplimiento de deberes”.

Quienes se oponen al aborto –en su mayoría varones–imbuidos de una soberbia impresionante, presumen ser defensores de “la vida” del no-nato como si hubiesen recibido el “don divino” de escuchar su “deseo de vivir”. Semejante impostura ya raya en el delirio y, francamente, nos hemos cansado de discutir con estos sujetos, varios de los cuales no han dudado en condenarnos al fuego eterno del infierno y/o nos han ofrecido sus fervorosas oraciones por la salvación de nuestras impías almas. Nadie se las ha pedido y pueden reservarlas para sí mismos, para cuando lleguen muy contentos allá donde suponen que llegarán algún día como premio a su buen comportamiento (lo llaman cielo) y el soberano de las nubes les diga, “aquí no entras porque fuiste cómplice de homicidio cada vez que una mujer murió en manos de un inmundo cucharillero”.

Como señalan varias de mis amigas feministas, el debate no es entre los supuestos bien intencionados fundamentalistas religiosos y nosotras. El debate debe darse, por una parte, entre nosotras (acompañadas de nuestros aliados) y el Estado; y por otra parte, también puede darse (si así lo quieren) entre ellos/ellas y el mismo Estado, a ver quién logra ponerle en razón. Nosotras apelamos a la CPE y a los tratados internacionales como fundamento del “deber ser” de un Estado, presuntamente “independiente de las religiones” (Art. 4) que tiene el deber ineludible de garantizarnos el pleno ejercicio de nuestros derechos humanos, entre otros, a nuestros derechos sexuales y nuestros derechos reproductivos (Art. 66). Ellos/ellas apelan a los libros religiosos y particularmente a la Biblia como fundamento de su visión del mundo, sin haberse enterado siquiera que en ese libro no existe una sola mención al aborto como “pecado”, según pude escuchar en boca de teólogos/as entendidos/as en la materia.

Sabemos que entre las filas del oficialismo priman posiciones extremadamente conservadoras al respecto. Eso ya no sorprende o debiera de sorprender a nadie, porque entre el discurso “del cambio” y la práctica política cotidiana hay un giro de ciento ochenta grados hacia el tradicionalismo más recalcitrante en todos los aspectos que se quiera analizar. No obstante, en medio de la confusión inicial que suscitó la noticia sobre la presentación del “recurso abstracto de inconstitucionalidad” al TCP, surgieron voces discordantes pronunciándose al menos a favor de poner el temaen debate, si no a la propia despenalización del aborto. El silencio más llamativo proviene de la senadora Gabriela Montaño, antigua militante a favor de esta causa y sólo ella sabrá por qué lo hace. Lo cierto es que, a pesar de que los mandamases procuran imponer “hegemonía ideológica” en esta organización política, lo que queda en evidencia es que no hay tal, que ahí también existe gente que piensa de manera diferente y que eventualmente podría abrirse al debate.

La pregunta de fondo es ¿cuál será el instrumento que elegirán las autoridades de este país para orientar sus acciones y sus decisiones con relación a este tema en particular? Si eligen la Biblia, que quemen la CPE y convoquen a una nueva Asamblea Constituyente para declarar a Bolivia, ya no “estado plurinacional”, sino  “estado teocrático de religión única”. Si eligen la CPE, que actúen en consecuencia y se pronuncien a favor de la despenalización del aborto porque, definitivamente, la penalización del aborto constituye una franca negacióndel artículo 66, entre otros muchos que ya fueron expuestos en el mencionado recurso.

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Y SE DESATARON LOS DEMONIOS

Jenny Ybarnegaray

¿Existirá un tema más controvertido y que "desate más demonios" que el del aborto? A juzgar por las reacciones que se leen en la prensa nacional y que se ven en los debates televisivos, el recurso de inconstitucionalidad presentado al Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) por la diputada del MAS, Patricia Mancilla, mediante el cual demanda la declaración de inconstitucionalidad de los artículos 56, 58, 245, 250, 254, 258, 263, 264, 265, 266, 269, 315 y 317 del actual Código Penal, cinco de éstos referidos al aborto, ha desatado una nueva polémica sobre el tema.

No es la primera vez ni será la última, desde hace más de treinta años que las organizaciones de mujeres vienen colocando el tema en la agenda pública con resultados similares: una apasionada polémica que pone sobre la mesa de discusión lo más ignoto vs. lo más “sagrado”, los datos de la realidad vs. la moral bizantina, la ciencia (puesta al derecho y al revés, según los intereses en juego) vs. las creencias religiosas. Lo novedoso de la actual discusión es que ha sido originada en un recurso que coloca a la nueva Constitución Política del Estado como fundamento argumentativo con una solvencia jurídica inapelable, lo que ha puesto en serios aprietos a los poderes constituidos.

¿Cuál será la razón de fondo de este debate que suscita tantas pasiones? A lo largo de más de un siglo, las mujeres hemos venido conquistando espacios de libertad antes inconcebibles, desde el derecho al voto, a la educación sin restricciones, a una vida sin violencia, a la participación política, hasta el estatus de ciudadanas adultas “iguales ante la ley”. Cada una de estas conquistas ha implicado largas batallas y enormes desafíos, ninguna ha sido obtenida a título de gratuita concesión de nadie, menos de los varones y, paulatinamente, a pesar de quien pese, se han venido “normalizando” a tal punto que a nadie llama ya la atención que una mujer asista a la universidad o ejerza el derecho al voto, que sea elegida como representante legislativa o incluso como presidenta de una nación.

Sin embargo y al parecer, hasta ahí llega "la tolerancia" de la sociedad boliviana y particularmente de los poderes patriarcales, porque a la hora de debatir sobre el simple y básico derecho de ejercer control sobre nuestros propios cuerpos, todo el mundo tiene algo que decir, algo que objetar, algo que censurar.  Y es que éste es precisamente el tema medularque ha llevado a los hombres (en masculino) a ejercitar todo tipo de estratagemas para controlar a las mujeres: la única función biológica de la que no están dotados es la de gestar, por lo tanto, “algo” tienen que hacer para colocar esa función bajo su particular control. A ello sirven las normas legales, tanto como los dogmas de fe, los “usos y costumbres” como las “ciencias”, las verdades “eternas” como las verdades a medias, todo sirve y a todo ello recurren.

¡Ah! Pero no sólo los hombres, también muchas mujeres que han sido domesticadas bajo esos argumentos, para darlos como ciertos, verdaderos e incontrovertibles, de modo que en muchas ocasiones aparecen como las primeras abanderadas a la hora de condenar con la mayor crueldad a aquellas congéneres que han tomado el control sobre sus propios cuerpos y han decidido, por cuenta propia y sin preguntar a nadie (o quizás a sus más allegados/as) sobre qué hacer frente a un embarazo no deseado, sorpresivo, accidental o producto de alguna forma de ejercicio de violencia en contra de ellas.

Los patriarcas de casi todas las iglesias cristianas/evangélicas/protestantes se han puesto en campaña y han anunciado que darán dura batalla ante cualquier intento de despenalizar el aborto. “Según el representante de Ekklesia, al menos el 90 por ciento de las iglesias cristianas del país se reunieron la semana pasada y formaron «el comité de defensa de la fe», integrada por representantes  de las principales agrupaciones protestantes del país”[i], una suerte de renovado Tribunal de la Santa Inquisición dispuesto a la “caza de brujas”, de las “brujas” que abortan, lo mismo de las y los que las ayudan a hacerlo, ¿por las buenas o por las malas? Estas iglesias multiplicadas en cientos de sectas no se ponen de acuerdo en casi nada, cada una tiene su particular interpretación de La Biblia y priman entre sus patriarcas (y matriarcas) los apetitos personales, los protagonismos individuales cuando no la competencia por los diezmos que les proporcionan vidas tan cómodos como contrarias a los principios que en ese mismo libro se anotan, como la pobreza y la humildad.

Por su parte, la Iglesia Católica ha tenido que recurrir al más inverosímil argumento en defensa de su posición: según el obispo de Santa Cruz,Sergio Gualberti“la despenalización es‘una política imperialista’ para el control de la natalidad”[ii]. ¿Desde cuándo la Iglesia Católica había sido “anti-imperialista”? Es que no por nada llevan dos mil años de poder sobre esta tierra, saben qué decir, a quién decir y cuándo decir lo que dicen. En este caso, les debe parecer muy oportuno tocarle al presidente Morales su “corazón antimperialista”.

En las esferas del oficialismo, las opiniones parecen estar encontradas. Mientras que “cinco ministros se pronunciaron en favor [del debate sobre] la despenalización: Roberto Aguilar, de Educación; Teresa Morales, de Desarrollo Productivo y Economía Plural; Claudia Peña, de Autonomías; Amanda Dávila, de Comunicación, y ayer Vladimir Sánchez, de Obras Públicas”[iii];la diputada Emiliana Aiza, jefa de bancada del MAS en diputados,quien en alguna oportunidad había señalado que “la Iglesia Católica debe ser expulsada del país porque se convirtió en enemiga de los campesinos y [por] comercializar con la fe de los creyentes”[iv], ahora parece regirse por la norma de la fe al declarar que “… no es posible que abortemos, que hagamos daño, eso es un asesinato y ganamos un pecado delante de dios[v].Asimismo, el diputado Galo Bonifaz, quien al parecer no tuvo oportunidad de leer el recurso de inconstitucionalidad presentado por su colega Mansilla, cree que “para poder despenalizar el aborto en Bolivia se tendrá que modificar la Constitución Política del Estado por contener mandatos sobre el respeto a la vida”[vi].

En fin, el debate está “servido” y en medio del mismo, pocos parecen preguntarse ¿por qué abortan las mujeres? Yo creo que por cientos de razones y cualquiera de ellas es igualmente válida frente a sus particulares circunstancias. Lo que he podido testificar a lo largo de mi vida es que ninguna mujer llega ahí con la sonrisa en la cara, por entretenimiento o porque le parece "su mejor opción". Cuando una mujer toma esa decisión es que (por lo general y salvo excepciones) ha agotado todos sus recursos, y cuando lo hace (sea en cualquier circunstancia) tiene toda mi solidaridad y mi apoyo incondicional. Considero que es una canallada atribuirse el derecho de juzgarla y/o de decidir por ella. ¿Quién se pone en sus zapatos? ¿Quién asume la responsabilidad final ante este hecho? ¿Quién?

 

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NUESTRA CINEMATECA

Jenny Ybarnegaray Ortiz

El ministro de culturas, Pablo Groux, ha anunciado la intención del ejecutivo de “estatizar la Cinemateca Boliviana”. Este anuncio es una provocación de grueso calibre que merece la inmediata reacción de repudio, particularmente de la ciudadanía paceña que, peso a peso (cuando la moneda boliviana así se denominaba) y boliviano a boliviano, hemos contribuido a su desarrollo por más de treinta años.

No soy experta en la materia ni estoy informada acerca de los pormenores de la gestión institucional; sin embargo, como ciudadana paceña no puedo menos que manifestarme al respecto de manera fehaciente: ¡me opongo a cualquier intento de usurpación de una obra que en poco o nada contribuyó el gobierno central a construir y sostener!
Hay que recordar que la iniciativa surgió de un grupo de personas amantes del cine que ahí pusieron todo su cariño y esfuerzo para hacer realidad esta maravillosa obra cultural. Recuerdo con especial afecto a Pedro Susz y Norma Merlo, quienes ahí estaban permanentemente, cuidando del crecimiento de ese proyecto con una dedicación inclaudicable, pese a múltiples dificultades.

No dudo de que el proyecto esté atravesando por graves problemas administrativos y de gestión, vivimos tiempos distintos a los que transcurrieron en la época en que se inició el proyecto. Por entonces, no existía la TV por cable y la única posibilidad de ver cine era yendo a una sala cinematográfica. La mayoría de las que había en La Paz han sido cerradas y hoy tienen otros usos. Se ha inventado el “multicine” como alternativa para exhibir cualquier película “made in Hollywood” que “distraiga a la gente”, aunque se trate de las películas de peor calificación cinematográfica.

En suma el CINE en general y no la CINEMATECA en particular, atraviesan una profunda crisis a nivel mundial.  En consecuencia, esa no es excusa razonable para expropiar a la ciudad de La Paz de un patrimonio público consolidado con tanto esfuerzo.

Que esas dificultades ameriten decisiones urgentes, tampoco lo dudo. Sin embargo ¿será su “estatización” la mejor opción? No lo creo, y tengo serias dudas al respecto teniendo en cuenta la larga experiencia que tenemos del resultado de esas acciones. Si al estado en general siempre se calificó como “mal administrador” de bienes públicos, cuánto más podemos dudar de las buenas intenciones de este gobierno en particular que en todos sus actos demuestra una total desaprehensióncon relación a los bienes públicos enajenados.

¿A qué le servirá la Cinemateca al gobierno? De seguro la convertirán en espacio apropiado para fines particulares, porque eso es lo que hacen con todo. No saben distinguir entre el patrimonio particular y colectivo, creen que porque están ahí, en el gobierno, tienen todo el derecho de hacer uso discrecional de estos espacios, de poner gente de “su confianza” a administrarlos, aunque se trate de la gente más improvisada, que poco o nada sabe acerca de lo que ahí se debe hacer, de usar los bienes públicos con fines de propaganda gubernamental y/o partidaria (que no es lo mismo pero es igual), de destruir cuanto se ha construido a título del “nuevo estado plurinacional”, que se llena la boca de eslóganes vaciados de sentido a título de “quinientos años de colonización” de los cuales quieren cobrar obtusa revancha; en fin, de una visión de país que niega su historia, porque en ella solo perciben sombras y ninguna luz.

No me parece casual que ahora, justo cuando empieza la campaña electoral adelantada por la reelección de Evo y Álvaro, tomen esta determinación abusiva. Ya verán que no me equivoco cuando allí, en NUESTRA CINEMATECA, instalen su “casa de campaña”. ¿Lo vamos a permitir en silencio? Al menos nos daremos “el derecho al pataleo” y hagámosles difícil ese despropósito.

¡Ya basta de tanto abuso de poder!

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SILVIO EN NUESTRA PIEL

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Treinta años atrás, 29 de mayo de 1983, acudimos al Teatro al Aire Libre de La Paz para ver y escuchar a Silvio Rodríguez y a Vicente Feliú, acompañados por lo más representativo de nuestros cantautores locales. Ellos vinieron a apoyar la campaña de solidaridad en favor de la gente del Norte de Potosí, que por entonces sufría una de las peores sequías de la que recuerda esa región y el país.Todavía conservo la cinta en la que grabé aquel concierto.

Por entonces Bolivia salía del ciclo de las dictaduras militares, habíamos recuperado la democracia y nuestra generación estaba colmada de esperanzas y expectativas. Habíamos crecido casi exclusivamente en medio de asonadas militares, golpes de estado y breves primaveras democráticas. La democracia se dibujaba como el espacio de apertura a la posibilidad de vivir sin más miedo al arbitrio de la bota y, sin embargo, esa apertura dejaba entrever el desastre en que dejaron al país los autonombrados “salvadores de la patria”.

Ya para entonces las voces, las melodías y la lírica de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú, Mercedes Sosa, Daniel Vighlieti, Los Olimareños, Violeta Parra, Soledad Bravo, Alí Primera y tantas y tantos otros, habían quedado grabadas en nuestra piel como tatuajes, eran nuestras propias voces. Con la inspiración de sus canciones, soñábamos con un socialismo que no tenía mucho más horizonte que el de nuestras desordenadas lecturas de los clásicos del marxismo (porque era muy difícil conseguir esos libros proscritos), de los discursos encendidos de nuestros dirigentes universitarios, de la palabra diáfana de Marcelo Quiroga Santa Cruz.

¿Qué clase de mundo imaginábamos? Soñábamos con un mundo donde ningún niño y ninguna niña sufriese hambre, donde el trabajo fuese la fuente de una vida buena para toda la gente, donde ningún señor se apropiase del trabajo ajeno, donde pudiésemos vivir en armonía, donde nadie se sintiese discriminado ni discriminada por ningún motivo, donde la salud estuviese al alcance de toda la gente, donde ningún gobernante saliese rico a costa del erario público. ¡Simple! ¿Verdad?

Quizás demasiado simple para la complejidad de nuestra sociedad “abigarrada” –al decir de Zabaleta Mercado– y de nuestra historia mil veces traicionada. En contra de nuestras simples y hermosas aspiraciones, por una parte, venía creciendo la ola del conservadurismo aberrante denominado “neoliberalismo” al que se apegaron con tanto entusiasmo los partidos gobernantes de los ochenta y noventa. Por otra parte, la caída de la Unión Soviética y del Muro de Berlín puso en evidencia que detrás de la “cortina de hierro” no había crecido una sociedad como la que soñábamos sino algo mucho menos romántico de lo que imaginábamos. Aprendimos entonces que, si queríamos tener algo tan básico como un lugar donde vivir y otro donde caernos muertos/as,teníamos que trabajar por nuestra cuenta, porque ningún Estado nos lo iba a proporcionar.

A principios del siglo XXI, una nueva olade rebeldías se comenzó a percibir en el continente, una que traía nuevos bríos, nuevos rostros, nuevos discursos. Lo que parecía olvidado, enajenado, inviabilizado por la historia, de pronto adquirió “condiciones de posibilidad” y a ello nos sumamos con esperanzas renovadas.  Aunque ha transcurrido poco tiempo para que esta nueva esperanza que vino a llamarse “proceso de cambio” se enfrente al juicio de la historia, hoy nos enfrentamos ante los signos de su inocultable deterioro. Hay quienes de ello se alegran porque esta nueva ola les cogió por sorpresa y removió su aparente statu-quo; pero, también estamos quienes observamos esos signos con dolor porque vemos una nueva oportunidad histórica se va perdiendo como arena entre las manos.

Treinta años después nos preguntamos ¿qué nos pasó? Hemos encanecido, hemos visto transcurrir el tiempo haciendo lo que mejor sabemos y podemos, trabajando sin prisa y sin pausa, somos una generación rumbo a la jubilación. Y aquí estamos, a pesar de todos los pesares, nada ni nadie nos arrebatará la ilusión de vivir en un país donde toda la gente sea respetada por sí misma y donde, finalmente, aprendamos a vivir en democracia. Tenemos a la trova grabada en nuestra piel.

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CUMBRE DE MUJERES

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Los trascendidos de prensa de la Cumbre de Mujeres convocada por la Ministra de Justicia que, dicho de paso, no debiera ser nominada “primera” porque, hasta donde recuerdo, este mismo gobierno ha convocado a al menos tres “cumbres” previas, dan cuenta de que las conclusiones a las que arribaron en las mesas de trabajo no hacen otra cosa que reiterar lo que se viene diciendo desde hacen varios años atrás, tal vez, incluso décadas. En esta reunión la “ley integral para garantizar a las mujeres una vida sin violencia” abrió las puertas del debate. Si se revisan las conclusiones de las “cumbres” previas, se concluirá que lo manifestado por las mujeres en esta oportunidad es “más de lo mismo”. Con ello, no pretendo restar importancia al trabajo realizado, sino remarcar que persisten los problemas identificados hace tantos años sin que, al parecer, se encuentren vías expeditas de solución.

En 2007, el entonces “Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales” emprendió la tarea de elaborar un nuevo “Plan de las Mujeres”, que terminó siendo aprobado mediante decreto supremo número 29580 en fecha 10 de diciembre de 2008 bajo el título “Plan Nacional Para la Igualdad de Oportunidades: Mujeres Construyendo la Nueva Bolivia Para Vivir Bien”. El plan señala que el principal problema que aqueja a las mujeres en su dependencia económica y propone desarrollar políticas públicas orientadas fundamentalmenteal propósito de su autonomía económica. En torno a este eje se plantean políticas en los ámbitos de educación, salud, violencia basada en género, y ciudadanía y participación política. Para desarrollarlas se plantea, además, mejorar y fortalecer la institucionalidad pública a través de instancias –en los tres niveles de gestión–  responsables de tomar a cargo la ejecución de dichas políticas concordadas con los derechos reconocidos a las mujeres en la Constitución Política del Estado, cuyo texto ya se conocía y que fue aprobada mediante referendo nacional apenas un mes y medio después.

Sin embargo, una semana después de la presentación del plan, la viceministra de entonces fue sorpresivamente sustituida por una “más joven” a quien poco o nada le interesaban los “asuntos de mujeres” porque se había propuesto atender con prioridad los “asuntos generacionales” (de la juventud, claro, segmento poblacional del que se consideraba representante genuina), y el plan quedó archivado en alguna parte. Desde entonces han transcurrido casi cinco años de gestión del mismo gobierno y lo que hemos podido constatar es que, frente a los problemas identificados, los avances han sido demasiado lentos e, incluso, ha habido retrocesos considerables, fundamentalmente en lo que corresponde a la institucionalidad pública que, hoy por hoy, muestra una absoluta debilidad e incapacidad para asumir las responsabilidades anotadas.

En esta oportunidad, además de la norma señalada, la única novedad es que la ministra es relativamente nueva (lleva poco más de un año a cargo de la cartera de justicia) y recién se entera de cuáles son las demandas de las mujeres ¿Para qué? Me pregunto ¿Acaso tendrá tiempo para “hacer algo” con relación a las conclusiones de la “Cumbre” antes de ser sustituida en el cargo como ya pasó tantas veces?

Y es que ese es uno de los aberrantes problemas que enfrenta este país, no existen políticas de Estado, ni siquiera de gobierno, lo que una autoridad firma y sella queda obsoleto el mismo día que deja el cargo, porque la persona que la sustituye considera que nadie podrá hacerlo mejor que ella y vuelve a empezar de cero, hasta que finalmente se concluye con el diagnóstico de situación que encarga a “otra gente” y que viene a decir lo mismo que el anterior. Por cierto, éste no es un problema atribuible con exclusividad a este gobierno, pero lo que sorprende y molesta es que en el periodo de un mismo gobierno se repita con tanta frecuencia lo que antes sucedía con cada cambio de gestión gubernamental.

En fin, parafraseando a Marcos Loayza, “es cuestión de fe”. Personalmente, hace mucho tiempo que he perdido la confianza en que este gobierno “haga algo” efectivo a favor de las mujeres ¡¡a ver si nos sorprendan!!

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¿“PROHIBIDO USAR CONDONES”?

Jenny Ybarnegaray Ortiz

El pasado fin de semana, varios medios de comunicación hicieron noticia de otra “ocurrencia” de su excelencia Juan Evo Morales Ayma quien, en una de sus habituales reuniones con las organizaciones campesinas del trópico de Cochabamba habría manifestado su preocupación por los resultados del último censo nacional de población y vivienda, y donde no tuvo mejor propuesta que lanzar uno de sus habituales “chistes” que tanto gustan a sus bases: les prohibió usar condones para garantizar el crecimiento poblacional de Bolivia.

¿Riámonos, chiste es? Siento mucho por quienes piensan que mi origen cultural “occidental” no me permite entender el sentido de humor del presidente, porque lo cierto es que de ninguna manerame hace gracia lo que dijo ya que denota una absoluta falta de responsabilidad o un total desconocimiento frente a los graves problemas de salud que tenemos en Bolivia, pues –considerando el antecedente de sus propios exabruptos en relación con las mujeres– ni por si acaso voy a esperar que tenga un mínimo sentido de respeto a la libertad que tenemos las personas para elegir cómo, cuándo y cuántos hijos procrear a lo largo de nuestras vidas, derecho reconocido en el Artículo 66de la CPE, que señala “se garantiza a las mujeres y a los hombres el ejercicio de sus derechos sexuales y sus derechos reproductivos”.

En primer lugar, si su alocución estaba dirigida a sus bases cocaleras, dudo mucho que estén habituadas al uso del preservativo, y mejor haría recomendándoles que prohibiéndoles su uso, ya que el trópico de Cochabamba es una zona rural donde la tasa de maternidad es muy alta, igual que las tasas de mortalidad infantil y materna–como en casi toda Bolivia– y donde existe una preocupante incidencia de infecciones de transmisión sexual (entre otras, el VIH-SIDA). En otras palabras, las mujeres están pariendo (y muriendo en el parto) como siempre y las wawas están muriendo como siempre antes de cumplir los cinco años de edad; por lo tanto, la “baja” densidad poblacional de Bolivia no es atribuible al uso desmedido del condón sino a los problemas endémicos de un país “en vías de desarrollo” que no ha logrado superar cifras catastróficas en décadas de (pésima) aplicación de políticas sociales.

En segundo lugar, el presidente ni siquiera tiene en cuenta los datos del propio Ministerio de Salud que alertan sobre el crecimiento exponencial de la transmisión del VIH-SIDA y de la mortalidad debido a esta enfermedaden el último quinquenio. “El programa ITS/VIH/SIDA hasta septiembre del 2011 reportó un total de 7.213 casos notificados de VIH en toda Bolivia, estos datos indican que 6 de cada 10.000 bolivianos estarían viviendo con VIH. Proyecciones de la OPS y la coordinadora nacional del programa ITS/VIH/SIDA del Ministerio de Salud, estiman para el 2012, un crecimiento de unos 600 casos adicionales al 2011” . Entre los factores de riesgo, el reportaje de referencia señala que uno de los más importantes es que “los habitantes de áreas rurales son todavía frágiles al no guardar cuidados básicos en el área de su conducta sexual, que por circunstancias "morales o éticas", producto de sociedades conservadoras de restringida información, se mantienen en el débil umbral de adquirir el mal; lo paradójico es que las personas que cuentan con conocimiento e información, no reportan por el temor a la descalificación de una sociedad acusadora”.

En tercer lugar, hoy mismo (18/03/2013) el periódico El Deber de Santa Cruz reporta datos alarmantes sobre el incremento de los embarazos adolescentes y el VIH en relación con éstos: “Las cifras de adolescentes que se convierten en madres subió entre el año pasado y éste. También aumentó el número de jóvenes mujeres que fueron infectadas por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). De acuerdo con los datos proporcionados por la maternidad PercyBoland, en enero y febrero de 2012, la maternidad atendió a 908 madres adolescentes, mientras que en los mismos meses de este año la cifra subió a 1.623. Según la sicóloga del hospital PercyBoland, Ana Calvo, 34 de cada 100 pacientes tienen entre 14 y 16 años, aunque también se registran casos de niñas de 10 años” .

Y como si estos datos no fuesen lo suficientemente preocupantes como para emprender urgentes políticas públicas de prevención de infecciones de transmisión sexual, de educación sexual, de protección de nuestra niñez y adolescencia, sale a la palestra el diputado Lucio Marca del MAS señalando que el tema está en discusión y hasta están pensando imponer un “impuesto al no-embarazo”. Es decir que el diligente diputado no sólo se había tomado en serio el “chiste” del presidente, sino que ya había estado pensando cómo complacer el deseo de Su Excelencia de acelerar el crecimiento demográfico de nuestra población.

En contrapartida ¿no sería mejor imponer un impuesto a cualquier exabrupto oficial o extraoficial que desconozca y melle los derechos reconocidos en la CPE, en este caso en concreto, los derechos a la vida, a la salud y a ejercer libremente los derechos sexuales y los derechos reproductivos? A ver si así aprenderían estos señores a cuidar mejor su boca para no decir lo que se les viene en gana, cuando y donde se les ocurre, haciendo gala de una ignorancia supina que raya en la criminalidad.

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OTRA MIRADA SOBRE EL 8 DE MARZO

Jenny Ybarnegaray Ortiz

En memoria de Sarah Hochsttäter Chávez

Durante muchos años, al aproximarse la fecha del “Día Internacional de las Mujeres”, he puesto la mirada en los avances y retrocesos de las políticas públicas a favor de las mujeres. Las más de las veces, me ha quedado un regusto amargo en la boca porque, pese a las promesas, los compromisos y los discursos, el balance ha arrojado un resultado, por decir lo menos, mezquino.

Esta mirada tiene que ver con el contexto de la declaración de esta fecha conmemorativa, proclamada por la Organización de las Naciones Unidas para promover, en el ámbito de los países miembros, compromisos internacionales de políticas públicas orientadas a la eliminación de todas las formas de discriminación en contra de las mujeres. En consecuencia, creía que había que evaluar, año tras año, en qué medida los gobiernos del mundo – y en particular el de Bolivia– estaban avanzando en dirección al cumplimiento de esos compromisos.

Este 8 de marzo, quiero alejar mi mirada de los estados y de los gobiernos, en particular del gobierno boliviano, cuyo principal acto programado para la fecha es la promulgación ¡¡al fin!! de la “Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida sin Violencia”, asunto que ya ha generado gran controversia y al que no me referiré en esta oportunidad. Quiero alejarme de ahí para volcar mi mirada en la gente, en las mujeres de mi país y del mundo, para evaluar en qué medida este 8 de marzo nos significa algo.

Creo que para la mayoría de las mujeres del mundo, esta fecha no representa nada,tal vez ni siquiera sepan que en esta fecha se conmemora “nuestro día”,sumergidas como están en las condiciones de pobreza, de sumisión al poder patriarcal, de inaudita y horrorosa violencia, sin demasiada capacidad de reacción, quien sabepor simple instinto de supervivencia. Condiciones sostenidas por esos mismos gobiernos que tan fácilmente suscriben compromisos como los olvidan o postergan y por el propio sistema de las Naciones Unidas que –a más de emitir “recomendaciones”– poco o nada hace o puede hacer para exigirles el cumplimiento de los compromisos retóricos que promueve. ¿O es que acaso alguien puede dar testimonio de que la mencionada organización ha sancionado alguna vez, de alguna manera aunque sea “simbólica”, a algún país que los incumple?

Sin embargo y a pesar de ello, creo que también hay motivos de celebración. En lo particular, celebro este 8 de marzo recordando las diversas manifestaciones que se sucedieron en nuestro país y en el mundo durante el último año, manifestaciones de repudio a la violencia en contra de las mujeres, de reivindicación de nuestros derechos, de rechazo a cuanta forma de discriminación se hizo evidente y celebro, sobre todo y ante todo, la presencia de mujeres y hombres jóvenes en esas manifestaciones. Las “locas” de antaño ya no estamos solas, hay una nueva generación que levanta banderas con identidad y simbolismo propio, con convicción y entusiasmo propio, con formas y contenidos que señalan un camino de avanzada.

Celebro que  el mundo entero condene a los talibanes que osaron agredir de manera tan brutal a la pequeña-inmensa MalalaYusafzai, por atreverse a exigir el derecho a la educación para todas las niñas pakistaníes, y celebro su vida salvada de manera prodigiosa. Repudio con todas mis fuerzas la violación y posterior fallecimiento de Jyoti Singh Pandey, en la India el pasado diciembre, al mismo tiempo que celebro con las mismas fuerzas la reacción de la gente que enrostró al estado y a la sociedad hindú su indiferencia ante hechos cotidianos como ese. Celebro el despertar de una sociedad que dejó de mirar la violación como algo inevitable, “culturalmente” aceptado, socialmente “tolerado”.

Celebro “la marcha de las putas” que, recorrió desde  Canadá varios países del mundo respondiendo con coraje a un policía de ese país que dijo: "las mujeres deberían dejar de vestirse como putas para evitar violaciones", como si la violación fuese resultado de la “provocación” de las mujeres hacia seres irracionales incapaces decontrolar sus más elementales “instintos”. Celebro la presencia de cientos de miles de hombres en esas marchas, hombres que también se sienten ofendidos por semejante exabrupto, hombres que se saben hombres en otra dimensión de hombría: la que rechaza la violencia hacia las mujeres como mandato masculino inexcusable.

En resumen, celebro este 8 de marzo más allá y al margen de las voluntades políticas de los poderes constituidos, porque cada vez que la gente se levanta para repudiar al patriarcado en cualquiera de sus expresiones, cada vez que se pronuncia  en contra del “sentido común” de su naturalización,siento que habito una sociedad humana más humana, aunque sólo sea “a ratos”.

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