A quien corresponda

¡YA SOMOS MULTITUD!

Jenny Ybarnegaray Ortiz

El 14 de noviembre de 2009, en medio de la campaña electoral de ese entonces, escribí una airada carta a Evo Morales que circuló en medios y redes sociales bajo el título “Presidente Evo: exijo respeto a las mujeres”, en la que le señalé sin eufemismos mi profunda indignación frente a sus expresiones de irreverente y descarado machismo. Tengo la certeza de que esa carta le llegó, que le fue leída y explicada. Por eso, cuando él se disculpó en un acto público, le escribí otra carta bajo el título “Gracias, Presidente Evo”, y es que en ese momento creí en la sinceridad de su disculpa… 

Sin embargo, en este segundo periodo de gobierno, Evo Morales no hizo otra cosa que reafirmarse en su rol de “gracioso bromista”, colocándose él mismo como modelo de macho cabrío, lo que dio razón a todas las personas que me recriminaron por mi segunda carta. Cada vez que lo hace se me revuelve el estómago y observo con honda preocupación cómo y cuánto celebra su entorno (particularmente “sus” mujeres) la chorrada de dislates del “jefazo” lo que, a mi juicio, habla quizás peor de ellas que de él mismo. La “bromas” del presidente suben de tono al mismo tiempo que se multiplican las denuncias en contra de sus correligionarios, denuncias que muestran cómo éstos pasaron de las bromas a los golpes, de ahí a la violación e incluso al feminicidio, superando con creces al modelo que representa para ellos el “número Uno”. Entre ellos, salvo Justino Leaño que “se fugó” después de haber sido sentenciado por haber violado sistemáticamente a su hija desde los 9 años de edad, ninguno cuenta hoy con sentencia ejecutoriada, pese a la gravedad de sus crímenes. 

Esto ocurre en la escena pública, desde donde los violentos de palabra, de obra y omisión reciben permanentemente una señal inequívoca: la violencia en contra de las mujeres goza de plena impunidad. No bastó la promulgación de la ley 348, arrancada a fuerza de gritos y marchas a un gobierno que se ufana de ella para “demostrar” su voluntad de enfrentar la violencia en contra de las mujeres, para frenar la escalada que parece no tener fin.

Entonces ¿por qué ha de extrañarnos que ésta se incremente cada semana llegando a cifras que espeluznan hasta al más desentendido en el tema? Lo mismo ¿por qué nos debe llamar a la indignación que Percy Fernández pose su asquerosa mano en las nalgas, las piernas o cualquier parte del cuerpo de una mujer que se le acerca? ¿Qué de raro puede tener que el candidato a senador del MAS por Cochabamba, Ciro Zabala, diga  que se debe enseñar a las mujeres a “cómo comportarse” para que no se conviertan en un “objeto” atractivo para los violadores  o delincuentes y que, de yapa, el candidato/presidente de ese partido lo disculpe con la excusa de que “no es político y no sabe pensar”? ¿O que el candidato a presidente, Samuel Doria Medina le diga a la “ex-concubina” –que no es la exesposa, como tuvo a bien aclarar la “verdadera ex”– de Jaime Navarro “…Si no quieres (el arreglo que te ofrezco), si insistes con tus abogados, con tus huevadas (sic), vas a ser destinada a Trinidad”? 

Es más ¿por qué debiera de llamarnos la atención que en medio de esta escena grotesca, aparezcan las mujeres de esos partidos jugando al triste y ladino rol de justificadoras de sus correligionarios, que cuando no callan otorgan y cuando otorgan defiendan con más “convicción” que ellos mismos lo que estos hacen/dicen/piensan? ¿Y por qué debiéramos de extrañarnos que cuando el machote es de su partido actúen de ese modo, pero cuando es del adversario se rasguen las vestiduras y trasuden “feminismo”? No, nada de esto debiera de provocarnos el menor asombro. 

Pero sucede que, pese a ello, cada vez más mujeres, al lado de muchísimos hombres, pasamos de la extrañeza a la indignación y de la indignación al grito/consigna ¡¡¡#MachistasFueraDeLasListas!!! Mujeres que, en medio de esta cochina “guerra electoral”, ya estamos hartas de ser moneda de intercambio de los partidos para sus mutuas acusaciones, que estamos asqueadas de que se banalice la violencia en contra de las mujeres, que ya sabemos que “cada tres días muere una mujer en Bolivia por violencia machista o inseguridad” (CIDEM) y que cada día se registran cientos de denuncias de violencia en contra de mujeres en todo el país; que sabemos también que las denuncias provienen de apenas un ¿treinta por ciento? de las agredidas y que en este instante, mientras escribo estas letras, en algún lugar de este país algún hombre está golpeando, maltratando, insultando, violando a una mujer. Además sabemos que, mientras algún violento está haciendo eso, alguien se está preguntando por la culpa de la víctima y que esos “alguien” se reparten por igual entre mujeres y hombres.

Por eso, este primero de septiembre saldremos a marchar, para mostrarle al país y al mundo que lo que está pasando en Bolivia ya se asemeja a una “guerra de baja intensidad”. Una guerra donde, de una parte estamos las que provocamos con nuestra “mala educación”, con nuestros escotes y nuestras minifaldas, con nuestro atrevimiento a ser libres, con nuestra mala costumbre de andar por calles oscuras, con nuestra pésimo hábito de emborracharnos en las fiestas, con nuestra simple y llana presencia en este mundo, y del otro lado están quienes se han ganado por mérito propio y mucho esfuerzo el derecho a ser nuestros patrones, nuestros maestros, nuestros castigadores, quienes se toman la atribución de chantajearnos para aceptar SUS soluciones a NUESTROS problemas, bajo amenaza de mandarnos a “trabajar a Trinidad”, a quienes nuestra amistad no les interesa cuando no aceptamos sus consejos y un largo etcétera. Una guerra tan dispareja en la que a la fecha, y en lo que va de este periodo de gobierno, ya hemos perdido 453 hermanas muertas en manos de feminicidas, y cientos de miles de hermanas heridas de cuerpo y alma, muchas de las cuales ni siquiera se atreven a denunciar.

Que sepan bien los “señores autoridades” que esta marcha ha sido convocada desde nuestra ciudadanía libertaria, que en esta marcha no se distribuirán fichas ni refrigerios, que no se harán promesas ni se dará prebendas, que cada mujer y cada hombre que a ella asista lo hará desde su propia convicción, desde su propia indignación, y que si nuestras muertas al Estado, a los candidatos y a las candidatas les importa un reverendo carajo, a nosotras ¡sí nos importan y ya somos multitud de voces que hablan por ellas y con ellas!

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CUANDO EL SILENCIO SUSTITUYE AL ESTUPOR

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Un largo silencio me acompaña,  hace más de dos meses he dejado de publicar en mi columna "A quien corresponda" en ERBOL Digital (y otros medios, como BOLPRESS y ALAI-AMLATINA, que tienen la gentileza de reproducir mis invocaciones) y no es que no tenga algo que decir, es que es más grande el horror y el espanto que me acompañan que las letras que puedan enunciarlo.

Pongo mi mirada en el mundo, y me horrorizan las noticias cotidianas que nos muestran cómo y cuánto sangra Gaza y que, además,  han opacado las de tantos otros lugares donde se producen guerras horrorosas, donde los muertos se cuentan por cientos, por miles, como si cada una de esas vidas –por sí misma– no valiese siquiera ese número en la estadística. Guerras sin fin, sin motivo (o con motivos aparentes), sin nada que ganar y todo por perder. Las fotografías de MIS niños y MIS niñas de Gaza –sí, porque aunque suene presuntuosa, son tan míos como del mundo que los pierde– me provocan tan hondo pesar, que me dejan sin palabras. Ya no basta maldecir a quienes provocan tanto horror, ya no basta protestar contra todos los poderes del mundo que no hacen algo efectivo para ponerle fin a tanto espanto, ninguna explicación alcanza cuando lo que están haciendo es provocar un genocidio sin límites y que de seguro tendrá secuelas de odio por muchas generaciones más, de las descendencias de quienes quedarán con vida para contarlo.

Si coloco mi mirada en mi país y en la “coyuntura”, veo que ahora más que nunca está enriesgo la democracia, esa entelequia por la que nuestra generación peleó contra las dictaduras militares. Lo percibo toda vez que escucho a la gente de mi entorno decir “cuídate”, “cállate”, “mira para otro lado”, “no te pongas en evidencia”… Cuando esto sucede, es señal de que “el huevo de la serpiente” está madurando en el inconsciente colectivo, y es entonces cuando la democracia está en verdadero riesgo, porque no puede haber democracia sin un cuerpo social vital que tenga la capacidad de enfrentarse a los poderes abusivos, a la soberbia de los poderosos, al cinismo de quienes se saben y creen ganadores por anticipado; tan ganadores, que ya ni las formas cuidan, que andan por todas partes pateando todo cuanto les incomoda y les hace frente, porque creen que nada podremos contra ellos.

Veo cómo se alistan las fuerzas políticas para lidiar en las próximas elecciones generales de octubre, y no puedo menos que sentir/saber que no tenemos motivos para ilusionarnos. Del lado del “oficialismo” vemos con impotencia cómo derrocha discurso y dinero DEL ESTADO para continuar con su campaña destinada a “encantar” al pueblo que todavía cree en él, tan encantador discurso emite que todavía se escuchan voces de intelectuales que respeto, que desde afuera o desde adentro del “proceso” abogan por un “apoyo crítico” a algo que ya tiene el olor de los cadáveres insepultos. Mientras que, del lado de las oposiciones, veo cómo se colocan en posición de perdedores anticipados, sin más para ofrecer que un juego de luces para evitar que se vuelva a consumar el temido “dos tercios” con el que la camarilla que se apropió del “proceso de cambio” y que con ello logró arrasar con cualquier vestigio de “estado de derecho” en estos cinco años, logre mantenerse ahí con ese poder sin límites.

La derecha más recalcitrante, representada por Tuto Quiroga, presenta una lista de candidatos sacados del parque jurásico, algunos neo-nazis incluidos, de esos que se creen que su blanquitud los hace más dignos del poder que cualquier otro que habite este territorio. Los unitarios demócratas, al lado de Samuel Doria Medina, nos ofrecen una coalición donde todo cabe, con un discurso que sólo convoca a una opción por el “menos malo”. Los “sin miedo”, con Juan Del Granado a la cabeza, que tenían la oportunidad de convertirse en una opción de oposición con firmeza, estuvieron perdiendo mucho tiempo en el intento de una política de alianzas “todo vale”,  y al final sacaron de la manga a una chiquilla caprichosa como figura “juvenil” de acompañante ¿para atraer el voto “oriental” que ya tiene destino claro después de la configuración de las fuerzas políticas antedichas?, con lo que perdieron la confianza de mucha gente que había puesto alguna expectativa en esa candidatura. Al final de la cola están los “verdes”, con Fernando Vargas al frente, una opción sin pretensiones ganadoras –tanto así que no lograron siquiera completar la plancha de 168 candidatos/as, incluidas las candidaturas para presidente y vicepresidente– pero que al menos plantea un discurso orientado a reconducir el malhadado “proceso de cambio” por los cauces por donde se fundó.

Y, como yapa, tenemos “listas equitativas” con “paridad” y “alternancia”, 50% hombres y 50% mujeres, como si la presencia de una proporción igual de mujeres y hombres en las mismas, nos ofreciese alguna garantía de algo a nuestro beneficio (como mujeres, digo), cuando ya hemos visto con demasiada paciencia y claridad meridiana, que esa presencia no representa ni más ni menos que el ejercicio de un derecho de ciudadanía para las mujeres quienes, después de todo, tampoco se sienten “obligadas” a representarse ni a representarnos en nuestras vindicaciones de género.

Finalmente, miro en mi entorno más próximo, en el que tengo comprometida mi militancia y mi quehacer más persistentes,y veo los cotidianos actos de violencia en contra de las mujeres de mi país (y del mundo), tan cotidianos que ya ni hacen mella en el corazón de la gente, porque suman y siguen sin que nada logre detenerlos, y esa rabia habitualque clava espinas en mi cerebro y e mi corazón con cada una de ellas. Frente a esto, ninguna de las ofertas políticas electorales antes mencionadas siquiera las nombra, salvo en las costuras, como para decir algo que nada dice, porque la violencia en contra de las mujeres “no es un tema electoral”.

Viendo y poniendo todo esto en perspectiva: los horrores de las “guerras” que en el mundo provocan tantodolor y destrucción, las opciones que se nos plantean ante las próximas elecciones generales en Bolivia, y la violencia en contra de las mujeres, quizás alguien se preguntará por la coherencia de este artículo. Permítanme responderles de este modo: creo que los tres asuntos tienen interconexiones invisibles, pero al mismo tiempo muy fuertes, y es que todas se refieren a nuestras oportunidades hacia el futuro.

Primera pregunta: en un mundo desgarrado por el horror de las guerras ¿a quién puede importarle nuestra endeble democracia si resultare derrotada?

Segunda pregunta: en un país donde la oferta política se reduce del peor al “menos malo” ¿qué nos promete el futuro inmediato si no “más de lo mismo”, cuando mucho, si no es peor?

Tercera y última pregunta: ¿qué opciones tenemos las (y los) feministas frente a este panorama tan desalentador? Por lo visto, no muchas, salvo el continuar bregando a favor de las causas que consideramos justas, con una proyección de mediano y largo plazo que promueva la paz, la democracia y la libertad como los valores imperecederos que nos constituyen como “sujeto político”.

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SANTA CRUZ TIENE UN BERRACO POR ALCALDE

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Frente a las cámaras, sin sonrojarse siquiera y como si se sintiese el tipo más agraciado del mundo, el alcalde de Santa Cruz de la Sierra dio este Primero de Mayo otro espectáculo vergonzoso. Esta vez, la agredida fue una periodista de la Red Uno a quien tuvo el atrevimiento de manosear y responder con groserías cuando fue a entrevistarlo. Del comportamiento de este berraco , ya nada me llama la atención, lo que sí creo que merece la pena analizar son  las reacciones que estos actos provocan en su entorno y en las redes sociales.

En su entorno inmediato, risotadas a granel, de este modo este individuo se siente congratulado, nada más efectivo para reforzar un comportamiento que ya tiene demasiados capítulos como para imaginar que no se trata de “graciosas ocurrencias” sino de una actitud estructurada, de la que siempre sale impune porque no hay una sola persona que, literalmente, “le siente la mano”. Si este sujeto actúa así en público, no podemos menos que suponer que en esa alcaldía el acoso sexual hacia las mujeres está presente en cada pasillo y que entrar a la oficina del burgomaestre debe suponer, para cualquier funcionaria, un riesgo seguro.

En las redes sociales, las reacciones responden a una gama que va desde la más absoluta indignación y reproche, hasta el aplauso incondicional. Buscando la opinión de la gente, más allá del escándalo, he coleccionado una lista de 169 comentarios realizados por diferentes personas en las notas referidas a este asuntoque colocaron ERBOL, Página 7 y una amiga periodista en sus respectivas páginas de Facebook. Obviamente, esta recopilación no representa, ni mucho menos, la “opinión pública”, es apenas una pequeña muestra que permite tomarle el pulso.

Mi primera constatación es que más hombres (64%) que mujeres (30%) emiten criterio sobre el tema y algunas personas (6%) prefieren presentarse con nombres “imparciales” que no permiten identificar su sexo. Sobre esta muestra, ninguna mujer aprueba el hecho, el 75% lo desaprueba y un 25% emite criterios “neutros”, vale decir, opiniones que no se refieren al hecho mismo o que muestran indiferencia. Mientras que, entre los hombres, un 30% lo aprueban abiertamente, un 43% lo desaprueban y un 27% se muestran “neutrales”. En tanto que las personas cuyo sexo no se puede identificar por el nombre, 18% lo aprueban, 45% lo desaprueban y 37% tienen opiniones neutras. Con todo, se aprecia un 20% de aprobación, un 53% de desaprobación y un 27% de “neutralidad”.

Estos resultados nos están señalando que apenas poco más de la mitad de la gente que comenta el hecho lo desaprueba abiertamente, el resto lo observa con indiferencia o lo aprueba explícitamente. Entonces ¿a qué nos enfrentamos? Afortunadamente, la desaprobación es mayoritaria, pero no lo suficiente como para pensar que en este país el acoso sexual, que es inverosímilmente habitual, sea una conducta condenada. Nos enfrentamos así a una sociedad que si no lo aprueba lo consiente y, además, se permite condenar a la víctima señalando que ella “se deja”. No he contabilizado el dato, pero la cantidad de personas que opinan que la acosada lo tolera y que por eso tiene la culpa, va más allá de cualquier suposición.

Acabo de leer una carta del berraco, dirigida a la periodista, y no existe una sola palabra que denote “arrepentimiento”, como en otras ocasiones y con otros actores de la misma catadura, se limita a señalar que él está siendo víctima de una campaña mediática que pretende “dañar la imagen del Alcalde”. El cinismo de este sujeto ya raya en la demencia. Pero, no nos equivoquemos, este hombre no es “loco” ni está “enfermo” de nada, es simplemente un misógino que, atenido al poder que ostenta, se permite hacer gala de ese poder pretendiendo que todas las mujeres de su entorno “le pertenecen por derecho” y que tocarlas, acosarlas, decirles la primera grosería que se le aproxima a la boca (sin pasar por el filtro del raciocinio más elemental) son parte de su “personalidad excéntrica”.

No es la primera vez que este berraco actúa de esta manera y, sin embargo, continúa ostentando el mayor porcentaje de aprobación como alcalde¡en el municipio más poblado del país! Si consideramos que al menos la mitad de quienes lo aprueban deben ser mujeres, nos enfrentamos a algo mucho más grave, y es que la mayoría de las mujeres que viven en esa ciudad ni siquiera perciben en él lo que verdaderamente es, un peligro para cualquiera que se le acerque. Al parecer, muchas mujeres no logran identificar en este sujeto a alguien despreciable por su conducta frente a sus congéneres, simplemente lo aprueban “como alcalde” y hasta volverían a votar por él.

El otro tema sobre el que quiero llamar la atención es el referido a la reacción o la falta de reacción por parte de las directas implicadas. En el primer caso, se trató de una concejala que no sólo minimizó el hecho sino que hasta lo justificó y ayer mismo, durante el acto en el que se filmó el agravio a la periodista, estaba sentada a su lado, como si no hubiese pasado nada. En el segundo caso conocido, fue una profesional a quien el berraco osó “besar” sin pedir permiso, probablemente sorprendida, tampoco reaccionó ante la agresión, como no lo hizo la periodista. Huelgan las especulaciones, cada una de ellas sabrá explicar(se) o no sobre los motivos que le impidieron devolver la agresión como (a mi juicio) se merecía elberraco; pero, encuentro algunas explicaciones que ofrecen las comentaristas que podrían ayudar a entenderlo.

Unas piensan que esto se debe a que las agredidas temen perder su trabajo, lo que lleva una larga saga de consecuencias que nadie tiene derecho a juzgar si son o no justificativos. Otras señalan que temen las represalias del poderoso, mismas que no sólo pueden estar dirigidas a ellas mismas, sino a su íntimo entorno. Otras piensan que no reaccionan ni le inician procesos judiciales (que les están permitidos por la ley 348) porque no vale la pena el esfuerzo, ya que el bellaco sabe cómo "arreglar" sus líos y “la justicia”rara vez se pone del lado de la víctima, más bien suele coligarse con el poderoso. Finalmente hay quienes señalan que "no todas reaccionamos de la misma manera", es decir, puede haber una amplia escala de reacciones, unas que ni se perciben de tan íntimas que son y otras que sí se observan de tan intensas que son. A esto habría que agregar que muchas mujeres suelen ser educadas en la pasividad, una educación bien burguesa y aristocrática, por cierto, de modo queuna "señora verdadera" tiene que "guardar la compostura" así se le revuelque el estómago del asco.

Finalmente, me ha llamado poderosamente la atención que los colectivos de mujeres con los que tengo contacto en la red, aun de las feministas más exteriorizadas, no hayan siquiera mencionado el hecho en sus páginas ¿Se lo estarán pensando bien antes de reaccionar?

Por mi parte, deseo manifestar, en primer lugar, mi más profunda indignación frente a este atropello inexcusable porque proviene de otra autoridad pública que de forma reiterativa se permite, no sólo lanzar exabruptos, sino hacer gala de un machismo intolerable. En segundo lugar, llamar a las mujeres que viven en Santa Cruz en particular a abandonar la indiferencia frente a la actitud de este sujeto, si hoy se atrevió con esta periodista y ayer con otras, mañana puede ser cualquiera de ustedes ¿cómo pueden continuar tolerando la presencia de este sujeto en su municipio? En tercer lugar, pedir a los medios de comunicación que, así como se manifestaron unánimemente para condenar el asesinato de otra de sus colegas, lo hagan ahora a favor de esta periodista y nunca más expongan a una de sus colegas ante semejante tirano. Finalmente, convocar a todas las mujeres de este país a hacer causa común, a condenar sin subterfugios al berraco y a solidarizarse con la agredida, porque eso es lo que corresponde como mínimo, ya está bueno de justificar cualquier actitud machista y convertirse en cómplices de estos agresores, ya basta de soportar tanta misoginia.

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DESCONOCEN LA CONSTITUCIÓN

Jenny Ybarnegaray Ortiz

La semana pasada, justo después de la celebración del día internacional de las mujeres, sucedieron hechos inauditos que denuncian lo poco o nada que el estado boliviano está dispuesto a cumplir con los mandatos constitucionales referidos a los derechos humanos de las mujeres.[1]

En primer lugar, la curia católica, envalentonada por la sentencia constitucional Nº 0206/2014 –que, aunque elimina el requisito de la orden judicial para la práctica médica de abortos por causas no punibles, en la práctica “constitucionaliza” el aborto como delito– convocó a una conferencia de prensa para demandar del estado boliviano la eliminación de la dominada “píldora del día después” de la lista de insumos del SUMI, argumentando que se trata de un medicamento “abortivo”.Tal es la ignorancia de la máxima autoridad de los católicos que no sabe o no quiere enterarse (que es lo peor) que el medicamento al que se refieren no es abortivo sino anticonceptivo:

“El término “anticoncepción de emergencia” (AE) se refiere a un conjunto de métodos de anticoncepción que se pueden usar con el objetivo de prevenir un embarazo enseguida después de haber tenido  relaciones sexuales. Estos métodos incluyen varios tipos de píldoras anticonceptivas de emergencia (PAE) así como la inserción de un dispositivo intrauterino (DIU). La anticoncepción de emergencia brinda a las mujeres una segunda e importante oportunidad para prevenir el embarazo cuando falla un método habitual de prevención, o cuando no se ha usado método alguno o cuando una mujer ha sido forzada a tener relaciones sexuales. La AE  se debe usar hasta un plazo máximo de 5 días después de haber tenido relaciones sexuales sin protección, pero generalmente es más eficaz cuanto más pronto se use”.[2]

Sin embargo, allá ellos, a los obispos no les interesa informarse sobre estos asuntos tan “técnicos” porque su propósito no es otro que el de mantenersu control sobre los úteros de las mujeres como mecanismo de dominación patriarcal. A ellos no les interesa la vida, lo que les interesa es sostener su primacía y lo hacen bajo distintas modalidades, entre otras, su empeño en condenar el aborto so pretexto de que están “defendiendo la vida del no-nato”. Hasta ahí llegan, porque la vida del nacido les interesa cuatro pepinos, lo que vaya a suceder con la vida de una criatura, después de haber nacido, ya no es asunto de su incumbencia, es algo de lo que las madres (en primer lugar) deberán hacerse cargo, les cueste lo que les cueste, a cualquier precio.

Lo más indignante del asunto es la respuesta más que inmediata de las autoridades de salud del Estado Plurinacional de Bolivia que se apresuraron en “tranquilizar” a la curia anunciando, a través del ministro de Salud, Juan Carlos Calvimontes:

“No haremos polémica donde no existe. Por la responsabilidad con el país, el Ministerio de Salud no ha dado ninguna voz oficial sobre la incorporación de la pastilla, no hay nada en nuestro sistema de salud y queremos dar por cerrado esto y no podemos discutir sobre algo que oficialmente el ministerio no ha incorporado”, dijo la autoridad en rueda de prensa.Sin embargo, según un reporte del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA[3], por sus siglas en inglés), la entidad ya entregó Bs 1,4 millones en insumos anticonceptivos (entre ellos la Pildora Anticonceptiva de Emergencia PAE) para proyectos pilotos[4].

Estas declaraciones contradicen el anuncio realizado por el propio gobierno el 12 de septiembre de 2013 en sentido que:

“El gobierno boliviano reveló este miércoles que planea distribuir de manera gratuita la denominada "píldora del día después" para reducir el número de embarazos no deseados.El viceministro de Salud, Martín Maturano, informó que por año se esperan cerca de 300 mil embarazos de los cuales unos 60 mil corresponden a adolescentes.El plan que entrará en marcha en el 2014 y le demandará al Estado una inversión de dos millones de dólares también prevé la distribución de otros métodos anticonceptivos como condones femeninos e implantes dérmicos”[5].

Pero, eso no es todo, enseguida la Comisión de Salud y Educación de la Cámara de Diputados anuncia que tiene previsto elaborar el proyecto de Ley de Derechos Sexuales y Reproductivos, para lo cual convocará, entre otros a ¡¡las iglesias evangélica y católica!![6]a opinar sobre el tema.

Estos anuncios, tanto del órgano ejecutivo como del legislativo, desconocen deliberadamente el artículo 4 de la CPE que a la letra dice "El Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El Estado es independiente de la religión".

En suma, primero, la curia católica, hace una demanda basada en su ignorancia intencional sobre los efectos de la píldora anticonceptiva de emergencia” (PAE); segundo, el poder ejecutivo, primero recibe una donación extraordinaria del UNFPA de insumos anticonceptivos y anuncia que a partir de 2014 pondrá en ejecución proyectos piloto (que incluyen la distribución gratuita de la PAE) con el objetivo de reducir el alarmante incremento de embarazos adolescentes y luego, ante la solicitud inusitada de la Conferencia Episcopal, retrocede ante este anuncio; y, tercero, el poder legislativo se pone al servicio de la misma iglesia convocándola a deliberar sobre un tema que no es de su directa incumbencia.

Si ya en otros temas el estado boliviano–a través de sus distintos órganos de poder, hegemónicamente cooptados por el MAS– ha encontrado modos de soslayar otros mandatos constitucionales, no es de extrañar que en este tema se ratifique en su posición de desconocimiento de la norma. Entonces, huelga demandarles lo que no están dispuestos a cumplir, salvo en lo que les resulta conveniente.Bajo estas constataciones, considero oportuno un sinceramiento del partido en situación de gobierno en sentido de que la Constitución Política de Estado es nada más que una norma referencial, sujeta a las interpretaciones antojadizas de los operadores eventuales de los órganos del poder, y no la “ley de leyes” que tanto se ufanan en enunciar.

El tema que aquí se está discutiendo va mucho más allá del derecho de toda mujer a decidir si llevar o no a término un embarazo, las medidas de prevención del embarazo y el aborto como solución final, no son el tema central. Lo que aquí se está poniendo en cuestión es, en realidad, la capacidad y el derecho de autodeterminación de todas las mujeres sobre cualquier tema que nos concierne directamente. Curas, médicos, abogados y legisladores se toman la atribución de señalarnos los límites de nuestra autonomía como seres humanas, siguen creyendo que sus mandatos son de obediencia obligatoria, siguen pensando que las mujeres les debemos subordinación, continúan obcecados en su ensoñación decimonónica y utilizan cualquier medio a su alcance para marcarnos esos límites como si nosotras no fuésemos capaces de decidir inteligente y responsablemente sobre nosotras mismas.

Nada le debemos al poder estatal, si de él demandamos algo, lo hacemos en virtud de nuestra condición de ciudadanas de pleno derecho, eso es todo. Nada nos detendrá, nosotras continuaremos denunciando estos atropellos y, a pesar de ellos mismos (y de las propias mujeres que no logran desprenderse de su lugar asignado de sumisión al poder patriarcal), continuaremos avanzando en nuestro camino de emancipación como lo venimos haciendo colectivamente desde hace más de un siglo.




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EL 8 DE MARZO NO ES UN DÍA "FELIZ"

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Cada año, inexorablemente, llega el 8 de marzo, día internacional de las mujeres, y es un día que suele dedicarse a mirar qué es lo que viene sucediendo en el mundo con relación a los derechos humanos de las mujeres. Hay quienes también lo banalizan hasta la hipocresía, ¡feliz día! suelen exclamar sin mucha idea del origen de esta fecha que, de no existir tan profundas inequidades en el mundo entre la condición de “ser varón” y “ser  mujer”, ya ni siquiera sería necesario marcar en el calendario.

En 20, 30, 50 o 100 años (depende de cuándo empecemos a contar), para unas mujeres más que para otras, se han producido cambios importantes, efectivamente hay cambios a nivel de los "síntomas" –las brechas de inequidad en razón de género, por ejemplo–; pero, no hay cambios a nivel de las causas que los originan y que casi nadie quiere mirar ni tocar, no han cambiado las raíces de esta situación. Lo que no cambia es la estructura patriarcal, ese sistema milenario de dominación sobre el que se asientan tantas otras formas de opresión de los seres humanos que habitamos este mundo. Cada una de nosotras, cada uno de vosotros tiene incorporado un pequeño patriarca en el subconsciente, uno que celebra, refuerza, reanima, reinventa y naturaliza la dominación, de tan variadas formas que no alcanza la imaginación para identificarlas a todas.

Lo que yo celebro en esta fecha es la lucha incansable de las mujeres por esos cambios y me parece muy importante destacar eso sobre todas las cosas, mujeres que en todas partes del mundo y desde situaciones tan disímiles como parecidas, levantamos la voz, no un día al año sino todos los días del año para señalar lo que no es más admisible en este mundo, como por ejemplo –sólo para anotar uno como miles pudiera hacerlo– el de la pequeña Malala que con tanta fuerza reclamó su derecho a la educación y el de todas las niñas paquistaníes, y que por tal atrevimiento fue objeto de un criminal atentado terrorista.

La declaración del día internacional de las mujeres proviene de la Organización de las Naciones Unidas, un organismo creado con fines loables después de la segunda guerra mundial y que hoy se encuentra tan venido a menos por su imposibilidad fáctica para hacer respetar los acuerdos internacionales en materia de derechos humanos. Este organismo cuenta con una sección que se ocupa de los derechos humanos de las mujeres,  ONU-Mujeres, reforzado hace unos pocos años con gran algarabía y cuyo impacto sobre las vidas de las mujeres mismas, todavía se puede percibir. Muchas veces me pregunto cuál es la utilidad de este organismo internacional y termino pensando que ni siquiera existiría si no fuese por la acción y lucha de tantas mujeres en tantas partes del mundo; sin embargo, su existencia misma se pone en cuestión toda vez que su labor, más allá de los programas que promueve, del financiamiento que destina a acciones aquí y acullá, se restringe a emitir recomendaciones sin ningún efecto vinculante sobre las políticas públicas de ningún país del mundo. Su posicionamiento frente al patriarcado es francamente tibio, cuando no cómplice, por no denunciarlo en su verdadera magnitud.

En el último año hemos podido observar cómo las fuerzas de la reacción se han puesto al unísono para frenar los avances obtenidos en varias décadas y, al mismo tiempo, hemos visto cómo las mujeres han salido a las calles a defender sus logros. Como ejemplo más conocido está la propuesta del ministro de justicia de España, quien ha presentado un proyecto de ley –conocida como la “ley Gallardón”– de reforma de la ley de derechos sexuales y reproductivos que, tras las sotanas de los curas del Opus Dei, pretende cercenar lo esforzadamente obtenido hasta el presente y procura reducir a nada el derecho de las mujeres españolas a un aborto seguro y gratuito. Esa intención, aplaudida por el parlamento español, se ha visto enfrentada a una maravillosa “marea violeta” de las propias españolas que no están dispuestas a ceder un milímetro en lo ganado hasta el presente.

El 8 de marzo no es un día "feliz", no lo será mientras una sola mujer sea víctima de feminicidio, lapidación, ablación o cualquier otra forma de violencia de las miles que conocemos. Es un buen día para darnos ánimos entre todas, para abrazarnos y para volver a comprometernos, siempre con más fuerza, por todo lo que venimos luchando en la última centuria al menos. Que el 8 de marzo nos pille alertas y combativas, ninguna concesión, ninguna contemplación, que ninguna declaración "políticamente correcta" nos adormezca. ¡Saludos a todas las compañeras que se levantan cada día con el ánimo de seguir en esta lucha sin pausa!

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UN FALLO ENGORROSO Y VOCINGLERO

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Finalmente, después de casi dos años de pasar de mano en mano –como papa caliente que nadie quiere tocar– el viernes 14 de febrero, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) emitió su fallo/sentencia con relación al recurso abstracto de inconstitucionalidad presentado por una diputada del MAS, demandando la declaratoria de inconstitucionalidad de trece artículos del Código Penal, considerados inconstitucionales a la luz de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia (CPE) que, a su vez, incluye importantes avances en cuanto al reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres.

Ha precedido un largo y acalorado debate a este fallo, un debate que –desde mi punto de vista–ha puesto de manifiesto cuánto y cómo ha avanzado la sociedad boliviana en asuntos que conciernen a los derechos humanos de las mujeres. Mi conclusión sobre el debate es que hemos avanzado muy poco, la nuestra continúa siendo una sociedad profunda y radicalmente patriarcal que no se atreve a salir de los cánones de la más precaria doctrina de las fes –sean éstas de origen “occidental” o de la(s) supuesta(s) cosmovisión(es) indígena-originaria-campesina(s).

Sin embargo, el sólo hecho de colocar en la agenda el peliagudo asunto de la despenalización del aborto ya fue un avance y lo continuará siendo porque persistiremos en sostenerlo en todos los escenarios donde corresponda.
Todavía es pronto para un pronunciamiento definitivo sobre el fallo. Tenemos noticia de que el fallo contiene al menos cuarenta y seis cuartillas, a través de las cuales se despliega una argumentación tan engorrosa como vocinglera, donde se dice de todo para no decir lo que realmente se pretende decir.Lo que conocemos del mismo es apenas lo que la prensa ha podido recuperar de las declaraciones de los magistrados y de lo que pudieron recoger en la conferencia de prensa donde se lo presentó. No obstante, parece ser lo substancial, por lo que ya da suficiente “tela que cortar”.

Lo primero que concluyo del fallo es que sus autores se han debido ver enfrentados a un “dilema existencial”, entre la interpretación pura y simple de la CPE, como instrumento jurídico del que se deben desprender las normas que regulan el “estado de derecho”, y sus particulares convicciones culturales, éticas y, sobre todo, religiosas. Aparece esto cuando, por ejemplo, primero dicen “el Tribunal concluye que desde la cosmovisión indígena originaria campesina, la vida se genera desde el principio de la dualidad, vitalidad, energía y movimiento en el cosmos…”,y luego concluyen “no es posible que el Tribunal a través de acciones constitucionales imponga un determinado tipo de moralidad o una concepción de lo bueno o lo malo, constituyéndose ello en un asunto a ser resuelto en el fuero interno de cada persona pero que no puede imponerse por el Estado y sus Órganos”. Es decir, sí pero no. Si están convencidos de que no es posible que el tribunal imponga un tipo de moralidad, entonces ¿a qué viene el alegato inicial?

Lo que a mi entender se manifiesta ahí es algo de lo que ni siquiera parecen tener plena conciencia, y es que esas interpretaciones del cosmos y lo divino son –entre otros muchos– los fundamentos filosóficos que sostienen una antiquísima estructura patriarcal de la que ni los pueblos indígenas, ni los herederos de la tradición “occidental”, son exclusivos exponentes, ya que está presente en muchasculturas de las que tenemos conocimiento. Que esto sea así no significa, ni mucho menos, que ello responda a un aparente “orden natural”, como algunos pretenden alegar, responde simple y llanamente a la necesidad de establecer un régimen de dominio sobre el que se estructuran otros muchos que se han venido estableciendo a lo largo de la historia de la humanidad.

El fallo abunda en argumentos para concluir en una pequeña “concesión”: la desjudicialización (si me permiten el término) del aborto por causas impunes, vale decir “cuando el aborto hubiere sido consecuencia de un delito de violación, rapto no seguido de matrimonio, estupro o incesto”, como se establece en el artículo 266 del código penal. Las causales ahí señaladas ya dan mucho de qué hablar; la del “rapto no seguido de matrimonio” es por sí misma una causal que hace apología del delito ya que está estableciendo que,en caso de que la raptada resultare embarazada, si el raptor decidiese contraer matrimonio con su presa, el aborto sería punible. En otras palabras, el matrimonio termina siendo la “salida honorable” y sin perjuicio del raptor, sin tener en cuenta la condición de víctima de la raptada.

Esta medida podrá contribuir a que cientos de niñas, adolescentes y mujeres víctimas de violencia sexual puedan acudir a los servicios médicos a solicitar la práctica del aborto a la sola presentación de la denuncia de una violación, ya que “no será exigible la presentación de una querella, ni la existencia de imputación y acusación formal y menos sentencia”. Ahora bien, todavía hace falta poner a prueba la disposición, a ver si algún médico (o médica), en cualquier hospital público, está dispuesto a practicar un aborto a sola presentación de una denuncia de violación sin recurrir a la "objeción de conciencia" o a cualquier recurso de los abundantemente conocidos desde que la norma está vigente (1972). Peor aún si la mujer está casada con su agresor, lo cual es harto común en nuestro medio, sin importar a qué clase social o identidad étnica pertenezca la mujer.

Por otra parte, el fallo exhorta a los poderes públicos, particularmente al órgano ejecutivo, a que “priorice y ejecute políticas públicas educativas y de salud destinadas a la difusión, protección, atención, de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, que puedan contrarrestar y/o disminuir las tasas de mortalidad de las mujeres por causa de los abortos clandestinos”, lo cual está muy bien porque, a fin de cuentas, ninguna mujer debiera llegar al extremo de verse ante el dilema de continuar o no con un embarazo producto de cualquier circunstancia. Sin embargo, aquí sale a la luz otro elemento que denuncia las contradicciones del TCP: ahí están admitiendo que continuarán existiendo abortos clandestinos y que muchas mujeres continuarán muriendo por esa causa, de modo que la conminatoria está dirigida a paliar, a reducir, mas no a eliminar esta causa de muerte.

Lo que no han obtenido los grupos activistas en contra de la despenalización del aborto o, en extremo, a favor de la penalización absoluta del aborto, es que el fallo incluya la tan mentada frase del “derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, motivo por el cual ya estarán rasgándose las vestiduras (o mejor dicho las sotanas) por mucho tiempo.

Aún falta conocer los argumentos disidentes de las magistradas, ahí veremos si ellas se pusieron o no a la altura del debate y si fueron capaces de argüir, más allá de sus particulares convicciones personales, con base en los preceptos constitucionales que fueron la plataforma y el fundamento del recurso abstracto de inconstitucionalidad que dio lugar a tan polémico cruce de posiciones en los últimos ocho meses al menos.

Sin duda, el debate continuará por largo tiempo, tan largo como la vida misma, porque ahí se juega un asunto fundamental para nosotras las mujeres, la lucha por la despenalización del aborto representa quizás el asunto nodal del desmontaje del patriarcado, una estructura de dominación que afecta no sólo a las mujeres sino a la sociedad en su conjunto. Con la despenalización del aborto concluye el dominio de los y las patriarcas sobre el útero de las mujeres, ese “territorio propio” desde donde podemos erigir las bases de nuestra emancipación, porque nadie, salvo nosotras, podrá elegir por nosotras el ser o no ser madres. La maternidad es un atributo femenino, tan maravilloso cuando es elegido y decidido por la mujer, como opresivo cuando resulta de una obligatoriedad impuesta por “otro”.

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TROPELÍAS QUE SUMAN Y SIGUEN

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Los derechos humanos son universales y la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia incorpora in extenso la carta de los derechos humanos de las Naciones Unidas. Esto lo sabemos todas las personas que habitamos en este país. Sin embargo, vivimos tiempos en los que, al parecer, todo puede tener la interpretación que se le antoje a quien sea, particularmente a gente oficiosa, “afín al proceso de cambio” que, en su afán de copar cualquier espacio con voz pública, sea de la sociedad civil o del estado, considera que los derechos humanos son particulares de sus correligionarios y de nadie más y el fin de semana pasado, nuevamente nos han sorprendido con actos que rayan en la delincuencia y/o en la alienación.

En un caso, según denuncia de los afectados,manos criminales prendieron fuego a las carpas de la “Plataforma de Luchadores Sociales”, un grupo de personas que vienen sosteniendo desde hace casi dos años una vigilia en frente del Ministerio de Justicia para exigir que se cumpla la Ley Nº 26040, según la cual se reconoce la acción de resistencia a las dictaduras militares como contribución a la democracia y se otorga resarcimiento a las personas que, por esta acción, fueron víctimas de persecución, exilio, reclusión, tortura, hasta producirles -en muchos casos- secuelas de invalidez.

Los oficiales de la brigada de bomberos ya han adelantado criterio señalando que un “corte circuito” produjo el incendio, mientras que las personas afectadas aseguran que “alguien” echó gasolina a las carpas para prender el fuego que consumió desde enseres personales hasta documentos históricos que avalan su derecho al resarcimiento por parte del Estado.

En este caso,la pregunta es ¿a quién le molesta esa presencia permanente al punto de generar un incendio de semejante magnitud?

Por otra parte, las mismas personas que en el mes de enero incursionaron violentamente en las oficinas de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia con custodia policial, para impedir la realización del congreso ordinario de la filial La Paz, convocaron y realizaron un congreso paralelo, llamado “de unidad”, que concluyó con la posesión de un grupo de “representantes de organizaciones sociales”, afines al MAS, como la nueva mesa directiva de esa organización.

El comunicado que surgió de ese evento es, por decir lo menos, una inaudita confesión de parte. Han manifestado de forma tan burda su intención de convertir a esa filial en una oficina de defensa del “proceso de cambio” que ya nada permite dudar de sus propósitos. El comunicado[1] señala en una de sus partes:

“La nueva directiva ya tiene una tarea central de apoyar el proceso de cambio por intermedio del compañero Joaquin Mamani, estamos seguros que tendrá todo el apoyo de los hermanos de la COB, la compañera Maria Patiño, en representación de la hermanas Bartolinas, estamos seguro que realizara una gran labor en representación de las mujeres indígenas, esperamos que los denominados APDHLP dirigidos por una disque fundadora se incorporen a esta nueva gestión y dejen de apoyar a la Derecha en especial al MSM”.

Agregan, para que no quepan dudas:

“Tenemos varias tareas, como ser; la defensa del hermano Presidente Evo Morales de los ataques de la derecha, que utilizan los medios de comunicación discriminándolo, cerrar filas en contra de los procesos racistas culpándolo de violaciones a los DD.HH, como a sus Ministros que muy bien sabemos son inventos de la derecha, promoveremos el cambio de actitud de los libre pensantes para que se integren al proceso de cambio ya que entre hermanos no debemos pelearnos, nuestro enemigo son las tras-nacionales y el gobierno norte americano, en ese sentido seremos mediadores entre los empresarios privados y el pueblo para avanzar al desarrollo y que nuestro Estado Plurinacional sea moderno y dejar el subdesarrollo, si es necesario promoveremos una purga al interior de las Asambleas para sacar a los infiltrados de la Derecha y seguirles un proceso por traidores a la patria”.

Si la fuente de la información, la APDHLP, no tuviese la credibilidad de la que goza por mérito histórico propio, hasta me atrevería a dudar de su contenido. Este comunicado muestra claros signos de alienación, es tal el nivel de confusión al que ha llegado esta gente que no duda de la “legitimidad” de sus actos. Desvirtuar todas las acciones de investigación de la APDHLP que han conducido a la denuncia de graves atropellos a los derechos humanos de ciudadanas y ciudadanos bolivianos en múltiples eventos que, a su pobre entender,resultan ser “ataques de la derecha”, es ya el colmo de la alienación. Está claro y es evidente que su intención no es otra que convertir a la APDHLP en casa de campaña del MAS.

Si la indiferencia ante estas tropelías nos vence por inercia, indolencia e indiferencia, luego, cuando nos toque ser víctimas de la represión gubernamental (que ha existido y existe en todos los gobiernos de los que tengamos memoria, sean de “derecha” o de “izquierda”) ¿a quién vamos a acudir en busca de solidaridad?, ¿quién osará denunciarlo ante la opinión pública nacional e internacionales? ¿Acaso lo vamos a permitir?

Desde esta columna hago un ferviente llamado a la ciudadanía, a la “gente de a pie”, a la que aún conserva en la memoria a las nefastas dictaduras militares, que es capaz de reconocer en estos actos los hechos de un pasado que ya creíamos superado y que hoy retorna disfrazado de “izquierdismo” para asaltar los pocos espacios de denuncia que quedan abiertos. La democracia y el Estado de Derecho del que aún gozamos, así sea parcialmente, nos ha costado demasiado como para permitir que, a nombre de un desvirtuado “proceso de cambio”, nos sean arrebatados.

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LA PAZ, TUMBA DE TIRANOS

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Inauguro mi columna de este año con un profundo sentimiento de orgullo paceño, porque La Paz, una vez más, ha demostrado en estos días que aquí se tolera mucho, pero cuando nos colman la paciencia, se encuentran con la horma de su zapato.

El fin de semana pasado amanecimos con la noticia de que un grupo de masistas, encabezados por Teresa Zubieta, quien reclama para sí la presidencia de la APDH-LP, osó ingresar en el recinto de una de las más respetables instituciones bolivianas, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, acompañada de un grupo de choque conformado por militantes del oficialismo ¡y con escolta policial!, con el objetivo de interrumpir el desarrollo del congreso ordinario de la filial paceña. Pero, las reacciones no se dejaron esperar, desde protestas en las redes sociales, pasando por un duro pronunciamiento de la UMSA, hasta una vigilia de apoyo a la entidad vulnerada, fueron las respuestas de la gente de La Paz que hicieron retroceder ese abuso. Sin embargo, la ciudadanía paceña sigue en estado de alerta, porque ese retroceso no significa rendición sino apronte para nuevos actos de abuso y prepotencia.

El lunes 20 de enero, la misma ciudadanía paceña enfrentó al absurdo paro de chóferes sindicalizados que se oponen a que tengamos un servicio público de transporte decente, con imaginación, alegría y hasta sentido deportivo. Los pretendidos dueños de las calles, de nuestro tiempo y de nuestros bolsillos, se dieron con un palmo de narices al comprobar que nadie, absolutamente nadie, apoya su pretensiones monopolistas y que es mejor que vayan mejorando su servicio si no quieren que los “relocalicemos” de una vez por todas.

Los hechos anotados, aparentemente aislados y sin relación alguna entre sí, son en realidad los primeros globos de ensayo del oficialismo en un “año electoral” que promete de todo menos respeto a la democracia. El MAS, que en pocos años pasó de ser el abanderado de una promesa de “cambio” –que no poca gente recibió con verdadero entusiasmo– al abanderado de una promesa de retroceso a los anales del autoritarismo más recalcitrante del que tengamos memoria, quiere quedarse en el poder a cualquier costo y sin ningún otro objetivo que eso mismo: el poder por el poder. Para eso, al parecer,pretende copar todo espacio donde se advierta alguna señal de disenso, control o crítica a su accionar, utilizando todas las armas a su alcance.

Los primeros del año, reitero, pero no los primeros que conocemos, ni los últimos que veremos. Al finalizar el 2013, en un claro intento de romper la estructura del CONAMAQ, el gobierno auspició un congreso apócrifo de esa organización que culminó con la entrega de la sede al sector oficialista, luego de un mes de intervención policial. Y, mientras que desde China se lanzaba el satélite Tupac Katari al espacio con gran parafernalia propagandística, el ministro de la presidencia anunciaba la expulsión de Bolivia de IBIS-Dinamarca, una de las más emblemáticas ONG internacionales que contribuyeron con su trabajo al fortalecimiento de las organizaciones sociales que hoy forman parte del esquema de poder del MAS, so pretexto de una “injerencia” que –a su corto entender– ya no les favorece porque supuestamente tiene críticas a su accionar.

No les basta con tener bajo su control los cuatro órganos del estado (incluido el electoral), lo quieren todo para sí, hegemonía absoluta, sin nada ni nadie que se les ponga en frente. Cuando esto sucede, en cualquier circunstancia y bajo cualquier esquema de poder, estamos frente a una situación muy grave y, si no reaccionamos oportunamente, pronto nos veremos enfrentando a quienes derrotamos en el pasado y que hoy –aunque griten (sin convicción alguna) “patria o muerte, venceremos– ya son parte fundamental de la estructura de poder.

Debemos, pues, estar alertas y tener la capacidad de reaccionar a tiempo a esas pretensiones, si no queremos que La Paz deje de ser lo que históricamente es: ¡tumba de tiranos!

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URUGUAY 3, BOLIVIA 0

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Si se tratase del resultado de un partido de fútbol, a nadie llamaría la atención. Pero no, no estoy hablando de fútbol sino de resultados de dos procesos políticos bien distintos, liderados por dos presidentes diametralmente opuestos en dos sociedades radicalmente diferentes.

El año que termina, Uruguay muestra avances legislativos fundamentales en lo que a derechos humanos corresponde: el 23 de octubre de 2012, el presidente Mujica promulgó la Ley de Salud Sexual y Reproductiva que, con luces y sombras, despenaliza el aborto dentro de las primeras doce semanas de gestación, ley que se puso en vigencia a partir de diciembre del mismo año. De su mismo puño y letra, el 3 de mayo de este año, promulgó la ley que habilita a las personas del mismo sexo a contraer nupcias (si así lo desean y deciden). Finalmente, el 10 de diciembre recién pasado, el Parlamento de Uruguay aprobó la Ley sobre Control y Regulación de la Marihuana y sus Derivados, que legaliza la producción y venta de la droga, cuyo consumo ya es legal en el país, y crea un órgano estatal para controlar el sector.

En Bolivia, de estos temas ¡ni hablar! Ni siquiera se ha iniciado un debate serio sobre la demanda de los colectivos GLBT de considerar el matrimonio igualitario como derecho reconocido y es que esta posibilidad quedó cerrada cuando los/as asambleístas constituyentes aprobaron el Art. 63 de la CPE que sólo admite el matrimonio entre “un hombre y una mujer”. Sobre la regulación del consumo y producción de la marihuana, ni siquiera es una demanda enarbolada por algún sector de la sociedad. Y sobre la despenalización del aborto, la Cámara de Diputados acaba de dar un paso en retro al aprobar el Art. 5 del Código de la Niñez y Adolescencia incluyendoen la categoría de “niños/as” a los no-natos y desde el momento de la concepción, lo que no establece el Art. 15 de la CPE donde se señala con toda claridad que “toda persona tiene derecho a la vida (a secas) y a la integridad física, psicológica y sexual”.

¿Qué nos hace tan diferentes a Bolivia y Uruguay? Entre otras muchas características diferentes, Uruguay es un país que goza y ejerce desde 1917, una condición que ha sido recientemente inscrita en la CPE boliviana de 2009 y que al parecer todavía nadie conoce y menos entiende: la de “Estado laico” (Art. 4). Uruguay es un país donde las iglesias no tienen pito que tocar en las decisiones estatales; en cambio, en Bolivia basta con que la Conferencia Episcopal levante el grito al cielo para que hasta los más progresistas legisladores “se la piensen” y decidan en función de sus  respectivas convicciones religiosas o las que les dictan curas y pastores que, en este tema, no tienen discrepancia alguna.

Uruguay cuenta con un presidente, ex–guerrillero tupamaro, que estuvo preso de las dictaduras militares durante 14 años, lugar de donde salió libre de pensamiento y con una inmensa sabiduría del más básico y fundamental sentido común. Este presidente habla y sorprende porque dice cosas que van a contracorriente de todo lo “políticamente correcto”, no se le pasa por la cabeza su “re-elección” ni tiene intenciones de instalarse indefinidamente en el poder.

Bolivia tiene un presidente que ni siquiera por un solo día de su largo mandato de casi ocho años ha dejado de ser EL dirigente sindical de un sector de productores agrícolas, que sigue en campaña electoral desde 2005, que pretende (y muy posiblemente obtenga) un tercer mandato como presidente de este país. Este presidente también sorprende cuando habla, y sorprende porque utiliza un lenguaje campechano, así hable ante auditorios académicos, él dice lo que piensa, aunque no siempre piense lo que dice, lo cierto es que siempre que habla (y lo hace con una frecuencia casi diaria) consigue titulares de primera plana.

Mujica no es “marihuanero”, no es gay y ha declarado que no está de acuerdo con la práctica del aborto, pero él entiende que las medidas que su gobierno ha aprobado constituyen demandas de corrientes ciudadanas de avanzada. Considera que es más inteligente combatir al narcotráfico quitándole el negocio que declarándole una “guerra” que sólo produce pérdidas y una escalada de violencia sin fin. Entiende que las personas del mismo sexo que quieren optar por el matrimonio civil son ciudadanos y ciudadanas con plenos derechos y no parias estigmatizados de la sociedad. También tiene muy en claro que la penalización del aborto no tiene otro resultado que su práctica clandestina e insalubre, lo que conlleva cientos de muertes de mujeres. Mujica es un hombre sabio, práctico y con sentido común, aunque a veces la pifie con algún dislate que “se le escapa”.

Morales es un hombre pragmático también, sólo que en sus dichos y hechos prima un elemental cálculo político electoral y ningún sentido de responsabilidad democrática con la sociedad que le ha tocado gobernar. Ayer “instruyó” a su bancada incluir la famosa frase “desde la concepción” en un código ajeno al debate sobre la despenalización del aborto y sabe que con ello “gana votos” y se deshace de una cuestión que lo incomoda sobremanera. De aprobarse (y promulgarse) este Código con ese infeliz aditamento, queda cerrado el debate por mucho tiempo y el Tribunal Constitucional obrará seguramente en consecuencia, declarando improcedente el recurso de inconstitucionalidad de los artículos del Código Penal que se refieren al aborto.

Ayer, una mayoría de oficialistas (supuestamente de izquierda) y opositores (declaradamente de derecha, del centro o del sur), hombres y mujeres, se dieron la mano y lograron un consenso que a nadie debiera de sorprender porque, más allá de sus diferencias y aunque se odien mutuamente, todos están de acuerdo en este tema: dejar al arbitrio de las mujeres la decisión de llevar a cabo o no un embarazo es algo que no lo pueden permitir ni soportar, sería de una irresponsabilidad extrema, ya que las mujeres –según su básica intuición patriarcal– somos más niñas que las niñas y necesitamos de sus “sabias decisiones” y sus resguardos para mantenernos bajo control.Ayer se pasaron por encima de al menos dos artículos de la Constitución (4 y 15) sin siquiera pestañear.

Pero ¿qué es lo que posibilita estos sucesos? Con claridad meridiana, debemos admitir que la sociedad boliviana es, en su gran mayoría, profundamente tradicionalista, conservadora y patriarcal. Esa cultura ha sido sembrada en nuestro “inconsciente colectivo” por siglos y restan décadas (espero que no siglos) antes de que logremos despojarnos de tanta superchería religiosa, de tanto autoritarismo introyectado, de tanto machismo abierto y encubierto, antes de que logremos dar los pasos que está dando el Uruguay hacia una sociedad más igualitaria, equilibrada y democrática, lo que es mucho pedir aquí y ahora.

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TENEMOS LEY... SEGUIMOS IGUAL

Jenny Ybarnegaray Ortiz

A propósito del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
Jenny Ybarnegaray Ortiz.

El 25 de noviembre ha sido designado Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, mediante Resolución Nº A/ RES/54/134, de 17 de diciembre de 1999, de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en homenaje a las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, quienes fueran brutalmente asesinadas en la República Dominicana por su activismo político en contra del gobierno del dictador Rafael Leónidas Trujillo.Por sí mismo, el origen de esta fecha y el homenaje a estas mujeres, ya da cuenta de que cuando hablamos de violencia hacia las mujeres, lo hacemos refiriéndonos a una multiplicidad de formas que se manifiestan en todos los ámbitos de la vida pública y privada.

Si hablamos de violencia política, es evidente que hombres y mujeres pueden ser (y de hecho son) víctimas potenciales y efectivas, sobre todo en regímenes de orden autoritario y/o totalitario que no toleran la disidencia, la discrepancia ni mucho menos la confrontación abierta a sus propósitos. Un matiz de este tipo de violencia es el que se ha venido a denominar “acoso y violencia política” en contra de mujeres que ejercen cargos de representación política. Tan grave y persistente se ha vuelto esta forma de violencia –sobre todo desde el momento en que las normas electorales bolivianas incorporaron resguardos denominados “leyes de cuotas” que obligan a las organizaciones políticas a incorporar un porcentaje de mujeres en sus listas de candidaturas– que ha merecido la sanción de una ley específica, me refiero a la Ley Nº243, de 28 de mayo de 2012. Hasta donde conozco, esta norma aún carece de una reglamentación específica para su aplicación.

Este año, la Asamblea Legislativa Plurinacional, finalmente aprobó la “Ley para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia”, la Ley Nº 348, promulgada el 9 de marzo en homenaje al Día Internacional de las Mujeres. La propuesta de ley tuvo un larguísimo trámite y me figuro que, de no mediar la orden presidencial para su tratamiento –motivada a su vez por hechos que suscitaron la condena pública y mediática, como el caso del asambleísta Domingo Alcibia, quien fue filmado en pleno acto de violación en contra de una trabajadora de la gobernación de Chuquisaca, o la gran movilización de los medios debido al asesinato (hoy tipificado como feminicidio) de la periodista HanalyHuaycho– todavía estaríamos esperando su tratamiento en el órgano legislativo.  A ocho meses de su promulgación, esta norma también carece de su respectiva reglamentación.

En días pasados, el Centro de Información y Desarrollo de la Mujer (CIDEM)  informó que, en lo que va del año, registraron 139 asesinatos de mujeresen todo el país. De éstos, 89(64por ciento) han sido tipificados como feminicidio, mientras que los restantes 50 (36 por ciento) corresponden a hechos de inseguridad ciudadana. La cifra sube cada año y la lenidad de las autoridades es algo que ya no tiene calificativo.

A mi juicio, la tardanza en la reglamentación de estas normas no es casual ni resultado exclusivo de la negligencia de las autoridades llamadas por ley para elaborarlas y aplicarlas, es un síntoma que manifiesta una psicología social muy particular: la violencia en contra de las mujeres es algo tan naturalizado que, en verdad, no parece merecer la movilización de la sociedad. Hasta que estos hechos no tocan las puertas de la casa propia, son percibidos como hechos ajenos, como casos aislados de crónica roja, cuando en realidad se trata de una forma de convivencia malsana a la que nos hemos acostumbrado tanto que ya resulta casi desapercibida.

Estas cifras contienen algo mucho más importante que “casos”, contienen los nombres, las vidas e historias de tantas mujeres cuyas vidas fueron cruelmente cegadas por criminales de diversa índole. En algunos casos, se trata de mujeres que cayeron en manos de íntimos agresores, de sus parejas, de hombres a los que amaron y a los que entregaron su amor. Ahí está Sarah Hoschttäter, una muchacha de 23 años, asesinada por su pareja, Andrés Abastoflor, hace más de un año en Sucre y, aunque el agresor se encuentra cumpliendo detención preventiva, aún no se inicia el juicio.

Ahí está Cinthia Poma, la muchacha que con tanta ilusión cursaba el tercer grado de la Academia de Policías y que falleció en días pasados en circunstancias aún no esclarecidas, aparentemente como resultado del severo castigo al que fue sometida por sus instructores. Esto sucedió en una institución donde deberían formar gente con capacidad de contener y enfrentar conflictos de toda índole con inteligencia, con sentido de solidaridad y bajo el principio de servicio a la comunidad; sin embargo, el “caso” revela que la formación de sus cuadros está más orientada al entrenamiento de la fuerza bruta que a lo señalado.

Cada criminal deja tras de sí, no sólo el cadáver de una mujer, deja a una familia y a una red social sumida en un profundo e inexplicable dolor que se acrecienta día que pasa. Ahí está Benita Pari, una mujer que empezaba a destacarse como lideresa política y que también fue asesinada de manera brutal, aparentemente por motivos de orden económico.

Y si el feminicidio es la forma extrema de la violencia en contra de las mujeres, la forma más atroz e irreparable de violencia, no podemos dejar de mencionar las otras mil formas de violencia cotidiana que humilla, lastima, despoja y destruye a miles de mujeres sin que la sociedad en su conjunto logre reaccionar en la misma proporción. ¿Hasta cuándo vamos a continuar tolerando la violencia en contra de las mujeres con tanta parsimonia y con tanta indiferencia? ¿Es que acaso estamos esperando que ésta toque las puertas de nuestras casas, nuestros vecindarios, nuestros más próximos círculos de afectos para reaccionar?

Está claro que no basta con sancionar normas como la ley 348, hace falta reglamentarlas y desarrollar políticas públicas consistentes, hace falta prevenir, hace falta educar, y para todo ello se requiere que el estado tome a cargo su responsabilidad inmediata e insoslayable y que lo haga invirtiendo los recursos públicos en algo mucho más eficiente que, por ejemplo, el “doble aguinaldo”, un premio a la burocracia que poco o nada hace para enfrentar problemas de la magnitud que comento en esta nota.

Más alláde las normas y las políticas públicas, o quizás más acá de las mismas, en nuestros espacios cotidianos, donde no requerimos de la ley para actuar, hace falta modificar los códigos de nuestras relaciones entre seres humanos, las formas como constituimos sujetos en nuestros hogares, en nuestras relaciones familiares extendidas, en nuestros próximos círculos de amistad y afecto.

En este orden, creo que es fundamental empezar a desvalorizar esos mandatos masculinos perniciosos que convierten a los hombres en agresores, el mandato del guerrero desensibilizado, el mandato del proveedor que asume el derecho al ejercer “el principio de autoridad” por ese solo hecho, el mandato del poder como compulsión perversa hacia el dominio de los otros (en este caso, de las mujeres). En cambio de ello, propongo elevar la ética del cuidado al grado de máximo valor social, premiando toda conducta y toda acción destinada a construir una forma de convivencia verdaderamente humana, donde ningún acto de agresión sea tolerado y reciba la sanción moral permanente de la gente.

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