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Inauguro mi columna de este año con un profundo sentimiento de orgullo paceño, porque La Paz, una vez más, ha demostrado en estos días que aquí se tolera mucho, pero cuando nos colman la paciencia, se encuentran con la horma de su zapato.
El fin de semana pasado amanecimos con la noticia de que un grupo de masistas, encabezados por Teresa Zubieta, quien reclama para sí la presidencia de la APDH-LP, osó ingresar en el recinto de una de las más respetables instituciones bolivianas, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, acompañada de un grupo de choque conformado por militantes del oficialismo ¡y con escolta policial!, con el objetivo de interrumpir el desarrollo del congreso ordinario de la filial paceña. Pero, las reacciones no se dejaron esperar, desde protestas en las redes sociales, pasando por un duro pronunciamiento de la UMSA, hasta una vigilia de apoyo a la entidad vulnerada, fueron las respuestas de la gente de La Paz que hicieron retroceder ese abuso. Sin embargo, la ciudadanía paceña sigue en estado de alerta, porque ese retroceso no significa rendición sino apronte para nuevos actos de abuso y prepotencia.
El lunes 20 de enero, la misma ciudadanía paceña enfrentó al absurdo paro de chóferes sindicalizados que se oponen a que tengamos un servicio público de transporte decente, con imaginación, alegría y hasta sentido deportivo. Los pretendidos dueños de las calles, de nuestro tiempo y de nuestros bolsillos, se dieron con un palmo de narices al comprobar que nadie, absolutamente nadie, apoya su pretensiones monopolistas y que es mejor que vayan mejorando su servicio si no quieren que los “relocalicemos” de una vez por todas.
Los hechos anotados, aparentemente aislados y sin relación alguna entre sí, son en realidad los primeros globos de ensayo del oficialismo en un “año electoral” que promete de todo menos respeto a la democracia. El MAS, que en pocos años pasó de ser el abanderado de una promesa de “cambio” –que no poca gente recibió con verdadero entusiasmo– al abanderado de una promesa de retroceso a los anales del autoritarismo más recalcitrante del que tengamos memoria, quiere quedarse en el poder a cualquier costo y sin ningún otro objetivo que eso mismo: el poder por el poder. Para eso, al parecer,pretende copar todo espacio donde se advierta alguna señal de disenso, control o crítica a su accionar, utilizando todas las armas a su alcance.
Los primeros del año, reitero, pero no los primeros que conocemos, ni los últimos que veremos. Al finalizar el 2013, en un claro intento de romper la estructura del CONAMAQ, el gobierno auspició un congreso apócrifo de esa organización que culminó con la entrega de la sede al sector oficialista, luego de un mes de intervención policial. Y, mientras que desde China se lanzaba el satélite Tupac Katari al espacio con gran parafernalia propagandística, el ministro de la presidencia anunciaba la expulsión de Bolivia de IBIS-Dinamarca, una de las más emblemáticas ONG internacionales que contribuyeron con su trabajo al fortalecimiento de las organizaciones sociales que hoy forman parte del esquema de poder del MAS, so pretexto de una “injerencia” que –a su corto entender– ya no les favorece porque supuestamente tiene críticas a su accionar.
No les basta con tener bajo su control los cuatro órganos del estado (incluido el electoral), lo quieren todo para sí, hegemonía absoluta, sin nada ni nadie que se les ponga en frente. Cuando esto sucede, en cualquier circunstancia y bajo cualquier esquema de poder, estamos frente a una situación muy grave y, si no reaccionamos oportunamente, pronto nos veremos enfrentando a quienes derrotamos en el pasado y que hoy –aunque griten (sin convicción alguna) “patria o muerte, venceremos– ya son parte fundamental de la estructura de poder.
Debemos, pues, estar alertas y tener la capacidad de reaccionar a tiempo a esas pretensiones, si no queremos que La Paz deje de ser lo que históricamente es: ¡tumba de tiranos!
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