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El ministro de culturas, Pablo Groux, ha anunciado la intención del ejecutivo de “estatizar la Cinemateca Boliviana”. Este anuncio es una provocación de grueso calibre que merece la inmediata reacción de repudio, particularmente de la ciudadanía paceña que, peso a peso (cuando la moneda boliviana así se denominaba) y boliviano a boliviano, hemos contribuido a su desarrollo por más de treinta años.
No soy experta en la materia ni estoy informada acerca de los pormenores de la gestión institucional; sin embargo, como ciudadana paceña no puedo menos que manifestarme al respecto de manera fehaciente: ¡me opongo a cualquier intento de usurpación de una obra que en poco o nada contribuyó el gobierno central a construir y sostener!
Hay que recordar que la iniciativa surgió de un grupo de personas amantes del cine que ahí pusieron todo su cariño y esfuerzo para hacer realidad esta maravillosa obra cultural. Recuerdo con especial afecto a Pedro Susz y Norma Merlo, quienes ahí estaban permanentemente, cuidando del crecimiento de ese proyecto con una dedicación inclaudicable, pese a múltiples dificultades.
No dudo de que el proyecto esté atravesando por graves problemas administrativos y de gestión, vivimos tiempos distintos a los que transcurrieron en la época en que se inició el proyecto. Por entonces, no existía la TV por cable y la única posibilidad de ver cine era yendo a una sala cinematográfica. La mayoría de las que había en La Paz han sido cerradas y hoy tienen otros usos. Se ha inventado el “multicine” como alternativa para exhibir cualquier película “made in Hollywood” que “distraiga a la gente”, aunque se trate de las películas de peor calificación cinematográfica.
En suma el CINE en general y no la CINEMATECA en particular, atraviesan una profunda crisis a nivel mundial. En consecuencia, esa no es excusa razonable para expropiar a la ciudad de La Paz de un patrimonio público consolidado con tanto esfuerzo.
Que esas dificultades ameriten decisiones urgentes, tampoco lo dudo. Sin embargo ¿será su “estatización” la mejor opción? No lo creo, y tengo serias dudas al respecto teniendo en cuenta la larga experiencia que tenemos del resultado de esas acciones. Si al estado en general siempre se calificó como “mal administrador” de bienes públicos, cuánto más podemos dudar de las buenas intenciones de este gobierno en particular que en todos sus actos demuestra una total desaprehensióncon relación a los bienes públicos enajenados.
¿A qué le servirá la Cinemateca al gobierno? De seguro la convertirán en espacio apropiado para fines particulares, porque eso es lo que hacen con todo. No saben distinguir entre el patrimonio particular y colectivo, creen que porque están ahí, en el gobierno, tienen todo el derecho de hacer uso discrecional de estos espacios, de poner gente de “su confianza” a administrarlos, aunque se trate de la gente más improvisada, que poco o nada sabe acerca de lo que ahí se debe hacer, de usar los bienes públicos con fines de propaganda gubernamental y/o partidaria (que no es lo mismo pero es igual), de destruir cuanto se ha construido a título del “nuevo estado plurinacional”, que se llena la boca de eslóganes vaciados de sentido a título de “quinientos años de colonización” de los cuales quieren cobrar obtusa revancha; en fin, de una visión de país que niega su historia, porque en ella solo perciben sombras y ninguna luz.
No me parece casual que ahora, justo cuando empieza la campaña electoral adelantada por la reelección de Evo y Álvaro, tomen esta determinación abusiva. Ya verán que no me equivoco cuando allí, en NUESTRA CINEMATECA, instalen su “casa de campaña”. ¿Lo vamos a permitir en silencio? Al menos nos daremos “el derecho al pataleo” y hagámosles difícil ese despropósito.
¡Ya basta de tanto abuso de poder!
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