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De espaldas a la principal temática de discusión nacional en la población, como es la referida a los poco creíbles resultados del Censo último, gobierno, empresarios privados y partidos políticos prefieren dirigir sus acciones en sentido contrario. Por medio de variados acuerdos entre estas instituciones, esta instancia que algunos suelos denominar como “superestructura política”, se orienta entonces hacia sus propios objetivos. Estos objetivos particulares, como vemos, no siempre coinciden con los intereses de la sociedad boliviana y en todo caso, marcan las características del tiempo político que se nos avecina, con miras a las elecciones nacionales del 2014.
Así tenemos acuerdos, por ejemplo, del gobierno con el empresariado de Santa Cruz logrado a pocos días del aniversario cívico de ese departamento y con la clara intención del Poder Ejecutivo de presentar ante la opinión pública nacional un falso escenario de conformidad en la sociedad, para con este gobierno. En la vereda de la oposición política, la lógica de los acuerdos a espaldas de la discusión de una de las principales temáticas del país, es la misma. En efecto, aquí al menos dos son las manifestaciones que retratan ello; la conformación de un (supuesto) Frente Amplio y la realización de elecciones internas entre la oposición, para nominar a una candidatura única para el año electoral próximo.
Ya para las elecciones del 2009, el MAS no tuvo mejor idea que la de incorporar a sectores de la entonces Unión Juvenil de Santa Cruz(una organización de contenido racista y casi delincuencial) a sus filas, con la ilusión de sumar así algunos votos más en el oriente. Durante los años que van desde entonces hasta hoy, a su vez el partido de Evo Morales, se ha nutrido en el parlamento de no pocos tránsfugas, frente al distanciamiento de algunos parlamentarios críticos al proceso, provenientes del propio MAS. De esa manera a la vez, pero, se ha contribuido a desvalorizar aún más el rol del Poder Legislativo, ya de por sí venido a menos. Este resultado político concreto, a su vez ha desvalorizado a la propia democracia boliviana, aunque ha sido pasajeramente útil para los tránsfugas y los masistas.
Las incoherencias que mostraron no son solamente atribuibles, sin embargo, al partido de gobierno. También en la denominada oposición política se observa el mismo comportamiento. En el Frente “Amplio” por ejemplo, encontramos desde ex-masistas, hasta ex-antimasistas radicales, pasando por uno que otro desorientado analista político. Esta ensalada, claro, no puede basarse con seriedad en un programa común y menos en un proyecto histórico de construcción estatal. Al parecer, aquí el “programa” comienza y termina con la elección nacional próxima.
Ni siquiera la realización de elecciones internas en esta oposición, para definir una candidatura única podría modificar esa situación y al contrario, no haría más que acentuar el carácter coyuntural y electoralista del Frente “Amplio”. La razón es que, como señalamos hace meses, es que el tiempo histórico para la política boliviana, tiene el horizonte monopolizado por el proyecto de capitalismo de Estado del MAS. En estas circunstancias, ninguno de los partidos de oposición puede presentar un proyecto estatal diferente, porque estos partidos son, en lo programático, indiferenciables del proyecto masista. En lo substancial de las propuestas de la oposición, no hay gran diferencia entre ésta y el gobierno; la disputa, como se comprende, gira entorno a la apropiación del excedente y no al modelo de generación del mismo. Opositores y oficialistas comparten, pues, la misma visión depredadora para con el medio ambiente, que subyace en los proyectos de desarrollo “industrial” del país.
Más allá de esta voluntaria pérdida de sentido de la realidad que los partidos políticos del gobierno y de la oposición muestran, el ruido que se genera en la sociedad sigue su curso. Lo hace, como se observa, al margen de la superestructura política, es decir, al margen de las instituciones políticas de mediación con el Estado, como son los partidos y el Poder Legislativo. En verdad, el sistema político tradicional boliviano ha colapsado parcialmente en octubre del 2003 precisamente por esa razón; porque aquellas mediaciones se han divorciado con respecto a la sociedad, es decir han atrofiado la función que deberían cumplir, como es la de llevar el “ruido de la sociedad” al ámbito estatal, para procesamiento y atención. Aquél sistema político era tan poco representativo en esas circunstancias, que las decisiones que asumían no impactaban en la propia sociedad y al contrario, eran las determinaciones de ésta la que direccionaba la discusión en las propias instancias de mediación política.
Si hay algo, pues, que asemeja al MAS y su gobierno con el MNR, el MIR o con cualquier otro partido del pasado inmediato, es precisamente el hecho de fomentar aquella división entre sociedad y partidos políticos. Se trata de un dato fuerte, en la tradición política boliviana y nos revela una de las razones profundas por las cuales nuestra institucionalidad política es tan frágil. La continuidad, por tanto, entre la politiquería del pasado inmediato y del actual momento político, puede sintetizarse en todos estos elementos; pequeños acuerdos políticos a espaldas de las preocupaciones centrales del país, agrupaciones políticas desesperadas por turnarse en el ejercicio del poder para beneficio particular y un sistema político que rápidamente correhacia los mismos despeñaderos que su antecesor.
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