Opinion

PARTIDOS DE ESPALDAS AL PAÍS
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Viernes, 15 Noviembre, 2013 - 13:24

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La entusiasta disputa pre-electoral en la que se enfrascan los partidos políticos del oficialismo y de la oposición, las inauguraciones de cualquier tipo de obra, por parte del gobierno, en cualquier punto del país y el intercambio de opiniones sobre temas de importancia secundaria, por parte de observadores políticos a través de los Medios de comunicación, configuran un cuadro de divorcio, entre el sistema de partidos y la sociedad boliviana. Tal es así que el fugaz motín policial, en una de las unidades de élite de esa institución, en La Paz, ha tomado por sorpresa a todos ellos y desde el gobierno se ha minimizado el hecho, atribuyéndolo únicamente a los malos tratos de alguna oficialidad, hacia la tropa de la unidad policial en cuestión.

Lo cierto, sin embargo, es que el país está observando las primeras manifestaciones del prematuro desgaste de la farsa estatal del MAS, denominada “Estado plurinacional”. Es por ello que las primeras muestras de la disputa pre-electoral entre los partidos, se limita al intercambio de insultos, acerca de quién es más corrupto o quién se burla con mayor cinismo de la opinión pública nacional. Y es que, ya con estas primeras manifestaciones de la disputa electoral, puede adelantarse que la superestructura política, en el país, se encuentra en un carril, que es de poco interés para las preocupaciones centrales de la sociedad. Dicho de otra manera, al igual que en el pasado, el actual sistema político boliviano se encamina rápidamente hacia su desgaste, vía precisamente tal divorcio.

Este desgaste es tal, porque el divorcio anotado no solamente supone que los partidos políticos se enfrascan en la disputa de temas de poca importancia para la sociedad, sino porque a través de tal comportamiento, las señales de la sociedad (“el ruido de la sociedad civil”, parafraseando a Gramsci) no podrán ser tomadas en cuenta por el sistema político boliviano. En consecuencia, es poco probable que aquellas señales, es decir aquellas demandas y su proyección, pudieran ser absorbidas y procesadas por el sistema político-hoy como ayer- situado a espaldas del país.

Con ello, claro, se atrofia el sistema político y el sistema de partidos, en la función principal que de ellos se espera, como es el de mediar entre el Estado y la sociedad. Atrofiada la función mediadora del sistema político (y de su sub-sistema, como es el sistema de partidos), está claro que las aguas correrán por conductos distintos, con lo que el sistema estatal en su conjunto revela su talón de Aquiles.

Así las cosas, seguramente viviremos varios hechos sociales e institucionales que sorprendan, como el motín policial fugaz en La Paz, a los operadores políticos. Al atrofiarse la función mediadora, cualquier demanda, cualquier manifestación social y cualquier iniciativa de la sociedad, se mostrará ante los ojos del sistema político, como un hecho “sorprendente”. No debería nadie extrañarse que las cosas sean de esa manera, porque ante un sistema de mediación estatal atrofiado, la sociedad encuentra canales propios, extra-estatales si se quiere, para manifestarse. Ante la evidencia de tales hechos, la actuación del gobierno y de los partidos de oposición se encuentra condicionada de facto, por lo que únicamente suponen respuestas ante las iniciativas sociales.

En tal sentido hablamos de la crisis que se cierne en la base de la actual farsa estatal, denominada “Estado plurinacional”. Nos referimos, pues, a uno de los elementos centrales de aquello que suele entenderse por falla estructural del Estado boliviano. Desde nuestro punto de vista este es un dato positivo, aunque para los operadores del sistema político y del sistema de partidos (sin importar si son de oposición o del oficialismo) se trate de un hecho negativo. Positivo, porque en perspectiva, pues, se presenta el escenario político apropiado como para re-plantear la discusión sobre los temas centrales de la construcción estatal y el espacio, consiguientemente, para la circulación de proyectos alternativos en ese sentido.

Claro que, junto a estas razones estructurales del desgaste de la actual farsa estatal, se encuentran también aquellos menudos motivos, de pequeños hombres, como es la que ofrecen los operadores políticos. Un senador del MAS por Cochabamba es denunciado por su ex-pareja como agresor y las mujeres correligionarias de ese partido se solidarizan no la mujer que denuncia la agresión, sino con el senador agresor. El jefe de uno de los partidos de oposición propone reabrir el debate nacional en torno a la capitalía y al día siguiente se presenta como víctima de una campaña en su contra, ignorando que fue precisamente él, quien lanzó aquella disparatada propuesta. Está claro, entonces, que la farsa del rechazo a la violencia contra la mujer, del debate sobre temas centrales del país, no se la creen ni esos mismos operadores políticos. Es tan postizo este supuesto proceso de cambio y aquella crítica de la oposición al mismo, que muestra la raquítica consistencia del sistema de partidos y la lógica prebendal y anti-democrática que le caracteriza.

En estas condiciones no tiene ninguna importancia la payasada que supuso la visita del Secretario General de la OEA, para hacerse al desentendido en relación a las críticas respecto a la vulneración constitucional por parte de Evo Morales y su partido, con miras a las elecciones nacionales próximas. Las declaraciones de Insulza, por ello, no tienen la menor importancia para el proceso socio-político boliviano. A lo sumo, han servido para entusiasmar a los miembros del órgano electoral, encargados en la preparación del carnaval electoral que se nos avecina.