- 8698 lecturas
No es una novedad hablar de gobiernos corruptos en Bolivia. En realidad, con muy escasas excepciones (a las que, claro está, no pertenece el actual modelo de gobierno masista), la constante en nuestra historia ha sido la presencia de gobiernos corruptos. Lo que en esta oportunidad nos interesa es, sin embargo, tratar de reflexionar en torno a las particularidades de la corrupción que, hoy por hoy, se presenta en el actual modelo de gobierno, es decir en el ordenamiento sistémico de la administración del Estado.
Para comenzar, aclaremos lo que vamos a entender por corrupción de un modelo de gobierno o sea, por un ordenamiento sistémico, funcional a la corrupción, en la administración estatal. En principio señalemos que importará aquí, la lógica de dicho modelo, la lógica del ordenamiento del sistema; esta precisión nos coloca, de entrada, en la perspectiva sistémica de la corrupción y no en la perspectiva individual de la misma. En segundo lugar, adelantemos que los “agentes sociales de la corrupción” (para llamarlos de alguna manera) serán, por tanto, los administradores de la cosa pública. Ambas características nos hablan de la debilidad institucional de un Estado y en general, de un sistema.
La lógica de un modelo de gobierno corrupto, por ello, debe observarse desde sus elementos generales. Uno de estos elementos, hemos adelantado, es aquél que se refiere a la constante histórica de la corrupción, en el manejo del poder en Bolivia. Un segundo elemento, se refiere a la falta de independencia de los poderes, particularmente del poder judicial y del poder legislativo. Tampoco, pero, esta falta de independencia es hoy una novedad. Puntos más o puntos menos, los masistas hoy en función de gobierno, ejercitan un sometimiento de los poderes Judicial y Legislativo hacia el poder Ejecutivo, en los mismos términos que, en su tiempo, lo hacían movimientistas, miristas o adenistas. Presentándose, por tanto, una continuidad en ello, no debería sorprender que también el manejo del poder presente las mismas prácticas corruptas.
Por otro lado, debe anotarse que la práctica política (aquí, entendida la “política” como el simple juego de intereses privados, en torno al control de la cosa pública) tanto de los anteriores gobiernos como del actual, se han caracterizado por algunas similitudes. Una de ellas es que, en interés político del gobierno de turno, “todo medio es válido”, para la consecución del fin, cual es continuar en función de gobierno. Es válido el matonaje (en Bolivia, preferentemente contra los pueblos indígenas), la demagogia o simplemente la prebendalización de algunas direcciones sindicales.
¿Por qué, a los ojos de la sociedad, aparece de forma tan grotesca el modelo masista de gobierno corrupto, si en definitiva es igual a todos los también gobiernos corruptos anteriores? Porque se entendía que la convulsión social de 2001 al 2005 habría derrumbado el sistema político corrupto boliviano y habría “dignificado” (estas son palabras de Evo Morales, en el 2006) la política. Se entendía que esa dignificación venía principalmente de las organizaciones sindicales campesinas, asumidas como “reserva moral” y finalmente se creía que los sectores campesinos en lo principal, habrían aprendido la lección histórica de la revolución nacional de 1952 y no caerían nuevamente en el penoso papel de servir únicamente “como escalera” a advenedizos profesionales de las clases medias.
Un segundo factor general, en la consideración del actual modelo de gobierno corrupto, se encuentra en la “ideología” (entendamos aquí este concepto, en su sentido lato). Si se asume que, con la finalidad de alcanzar los propósitos de la nación debe eliminarse todo obstáculo que se encuentre al frente, se asumirá también la idea de la confrontación entre enemigos y amigos: los enemigos son todos los obstáculos y los amigos son o quienes están al lado del gobierno o quienes por temor a represalias simplemente se hacen de la vista gorda. Por tanto, en la visión maniquea de la política del MAS, a la relación de enemigos-amigos, corresponderá también la pretensión del monopolio del poder.
Por supuesto que el actual modelo de gobierno corrupto tiene sus particularidades. Una de ellas se refiere al hecho que los casos de corrupción más sonados, se han conocido gracias a denuncias den exterior. Lo fue así con el ex-zar antidrogas del gobierno de Morales; lo fue incluso con la red de extorsión, conformado por abogados nada menos que del Ministerio de Gobierno y lo es ahora, con la extorsión de un oficial de la Policía, encontrado en fragancia en el acto de delinquir, en Estados Unidos, por agentes del FBI.
De ello, entonces, se desprende una segunda característica particular de este modelo. Todos los personajes de los casos de corrupción más notorios se encontraban vinculados al gobierno o a una de las instituciones del Estado. Este es un dato que nos habla, pues, de la pertenencia a un sistema de gobierno, a un orden institucional, cuya direccionalidad política viene dada precisamente por el Poder Ejecutivo. Son datos, todos ellos, incuestionables que nos muestran la manera en que aquellos supuestos generales que líneas arriba hemos tratado de pintar, se concretizan en el ejercicio concreto del poder, en sus diferentes niveles y áreas.
Poco importa, por tanto, los balbuceos de las autoridades, en sentido de que los delitos son cometidos de manera individual. Importa poco, porque desde los más altos cargos públicos del país se hace gala del atropello a la ley, a los derechos fundamentales y de la prepotencia en el ejercicio de la autoridad, con los sectores sociales vulnerables. Estos ingredientes en conjunto, no pueden sino desembocar precisamente en las prácticas de corrupción, que hemos tratado de entenderlas en función de la utilidad a un modelo de gobierno.
- 8698 lecturas