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Felizmente está llegando a su fin este aburrido e irregular proceso pre-electoral. Si es que de alguna novedad, en el ámbito de la democracia boliviana, puede hablarse es precisamente de las llamativas irregularidades que han caracterizado a este proceso. Se trata de irregularidades tan notorias que no han develado únicamente la incapacidad e ineptitud de los personeros del Tribunal Supremo Electoral (TSE), sino incluso han sembrado más de un motivo como para invitar al fantasma del fraude electoral, a darse una vuelta por los recovecos de esta nuestra democracia, tan venida a menos últimamente.
Una primera irregularidad del proceso pre-electoral consistió en la ausencia de debates, entre todos los candidatos a la presidencia. A no dudar, se trata de una novedad (ésta, en la que los candidatos no debaten frente a los electores) que a los ojos del mundo desdibuja en gran medida esto que el TSE todavía piensa es un proceso electoral “limpio y democrático”. Se entiende que en las elecciones, lo que debería entrar en competencia es la propuesta programática y el proyecto político que cada candidatura oferta al país, a fin de que los votantes pudieran elegir a la mejor opción. Sin confrontación de propuestas, lo que hay es a lo sumo una carrera mediática, propagandística, pero no propositiva y así, claro, las condiciones para una elección democrática bajan notoriamente de puntaje.
Pero la ausencia de un debate esclarecedor de propuestas fue una sola de las irregularidades del proceso electoral boliviano. En realidad resulta pequeña esta irregularidad, si la comparamos con la increíble potencialidad de la democracia boliviana, en la que incluso los muertos están llamados a emitir su voto. Aún más, algunos difuntos hasta son nombrados jurado electoral. Puede decirse que la incapacidad de los persones del TSE ha llevado las cosas a este extremo y que en realidad no existe mala intención en el órgano electoral en habilitar a los muertos para que concurran a las elecciones, pero las respuestas dada, desde la Presidenta del TSE hasta los vocales, hacen pensar todo lo contrario. En efecto, en vez de reparar la irregularidad, estos personajillos salen por los fueros pidiendo, poco menos, que el difunto se aproxime a sus oficinas para hacer constar que no podrá presidir mesa electoral alguna. Para el colmo de la simpleza, llaman a la población a ejercer vigilancia para que los muertos habilitados por el propio TSE, no depositen su voto.
Amén de otras pequeñas irregularidades como la indefinición de la habilitación de la candidata del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), Betty Yañiquez, por una circunscripción electoral, en la ciudad de La Paz. Yañiquez fue denunciada con pruebas, de no vivir en aquella circunscripción y en lugar de resolver un tema tan simple el TSE optó por trasladar el entuerto al Ministerio Público. ¿La razón? Pues que Yañiquez es no solamente candidata del MAS (patronos, a su vez, de la mayoría de los personeros del TSE), sino que esta señora, cuando fungía como operadora de justicia, favoreció al gobierno en más de un caso “legal” incómodo por lo que ahora, piensan bien los mal pensados, no está sino cobrando con su candidatura, aquellos favores. También resulta pequeña, la arremetida de la cónsul boliviana en Barcelona, en contra de manifestante bolivianos, quienes cuestionaban su proceder poco democrático, en vista a las elecciones y de la votación de los bolivianos residentes en el exterior. La cónsul en cuestión fue ministra de Gobierno, cuando el hoy ya asumido como realmente montado por el gobierno, caso de “terrorismo” salpicaba dudas sobre Evo Morales y los suyos. Como no podía ser de otra manera, en el Palacio de gobierno decidieron mandar lejos a la hasta entonces ministra de Gobierno, para cuidar que la mentira siga en pie.
Por ello decir que todas estas irregularidades acercan la posibilidad de fraude electoral no es una exageración. En realidad, el fraude en elecciones democráticas no únicamente consiste en la torpeza de cambiar las papeletas de la votación, sino en distorsionar la opinión política nacional. La cuestión del fraude radica en evitar que las tendencias políticas (contrarias al oficialismo, en este caso) en la sociedad, se expresen también en la nueva configuración de la institucionalidad democrática. Son los grados de distorsión de esta voluntad, lo que hace a la operación fraudulenta, en un fraude creíble o en un fraude no creíble. En tanto la distorsión es mayor, el fraude en cuestión se vuelve no creíble. Pero si yo tengo el 49% de la votación puede hacer aparecer, con el fraude, que en realidad tengo el 51% y este fraude, dado que los márgenes de distorsión son pequeños, deviene en un fraude creíble. No ocurre lo mismo si tengo el 40% de la votación y aparezco, por obra y gracia del fraude, con un 70%.
Los instrumentos “técnicos” de este irregular período pre-electoral, que hacen pensar en que el fantasma del fraude está rondando los pasillos, además de votantes fantasmas o de ausencia de confrontación de propuestas electorales, se refieren también a la información restringida o a la desinformación a secas. Como se recuerda, el TSE en un momento dado actuó como policía electoral (véase la columna Órgano electoral represor), ante la alerta de la posibilidad de un “gasolinazo” que pudiera lanzar la eventualmente futura administración de Evo Morales, hecha por un partido de oposición. A fin de cuidar la imagen de su candidato, (“por sus obras los conoceréis”) el TSE se apresuró a ordenar el retiro de tales anuncios, bajo el pretexto de no intranquilizar a la población.
Como no podía ser de otra manera, a esta comparsa que hahecho de la democracia boliviana un verdadero mamarracho, se suman las empresas encuestadoras de opinión pública y la mayoría de los Medios, escritos, radiales y televisivos. Hasta no falta algún periodista deportivo en ofrecer generosamente su espacio informativo a Evo Morales, para hacerle aparecer que hombre total de deportes. La maquinaria, pues, parece estar bien aceitada, con la única finalidad del sostenimiento de una monumental mentira, llamada elecciones democráticas.
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