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El paro cívico de la ciudad de La Paz, este pasado 11 de septiembre, ha desnudado la pobreza sobre la que se asienta, no digamos ya el gobierno sino el pretendido Estado “plurinacional” y en general, el supuesto proceso de “cambio”. Pero, a la vez, ha revelado algunas problemáticas de fondo, en la coyuntura política boliviana, en la perspectiva de las elecciones nacionales del 2014. Por ello, puede decirse que este paro marca un punto, en el que las aguas se dividen.
Comencemos diciendo que el paro ha sido un evento exitoso, porque de hecho, ha logrado paralizar la ciudad sede de gobierno y lo principal, ha legitimado un sentimiento de rechazo a los resultados del censo nacional último. No es un dato menor, si se considera que, en tanto sede de gobierno, el asedio que sufre la ciudad por los gobiernos de turno, ha subsumido constantemente los intereses específicos de esta ciudad, a los intereses general del país. A ello, claro, contribuyó siempre el bombardeo propagandístico de los operadores y propagandistas de los gobiernos y en la actualidad, ello no es la excepción. En efecto, el MAS no ha ahorrado esfuerzos para intentar hacer fracasar el paro cívico. Desde “dirigentes vecinales” apócrifos, hasta amenazas de violentar la protesta por medio de grupos de choque, atrincherados principalmente en determinados sectores del transporte público, pasando por la insolencia para con la ciudad de parte de algunas autoridades del gobierno central, en sentido de que el paro era cosa de cuatro agitadores, todos los esfuerzos del MAS han fracasado frente a la contundencia de la medida de protesta.
Por otro lado, debe tenerse en cuenta que en muy raras oportunidades La Paz se moviliza por sus propias demandas; generalmente las movilizaciones de esta ciudad tienen alcances nacionales y no locales. Así fue frente a sendas dictaduras o por demandas nacionales como la recuperación de los recursos naturales en manos de empresas transnacionales. En consecuencia, el que en esta oportunidad la ciudad exprese demandas propias, nos habla al menos de un nuevo elemento, cuya importancia no debería desmerecerse. No debería hacérselo, porque una de las plazas políticas y electorales fuertes del actual gobierno, fue precisamente La Paz. El que esta ciudad se mueva en franco rechazo a las políticas del gobierno, concentradas en el censo nacional, nos está hablando de un desplazamiento político (que luego será, a no dudar, electoral) importante. Por ahora, lo que puede decirse, es que el arraigo del gobierno (léase, legitimidad social) se ha reducido notoriamente en la propia ciudad sede de gobierno.
Se entiende, entonces, que este paro hubiera tenido rápidamente repercusiones en el resto del país. A pesar que la movilización de La Paz fue por demandas propias, sin embargo, resumía un sentir que -nadie puede negar- tiene alcances nacionales: el del rechazo al censo nacional realizado poco menos de forma cantinflesca. La exposición mediática misma, por ser ciudad sede de gobierno (y adicionalmente, una de las ex-plazas fuertes del MAS), entonces ha contribuido a amplificar el contenido intrínseco de la protesta, cual es el cuestionamiento a los resultados del censo. En ese orden y pese a que la demanda fuera particular, no cabe duda que resume una demanda, a la vez nacional.
¿Cuál fue la respuesta del gobierno y del MAS, ante la protesta? Como era de esperar, la falta de espíritu democrático del gobierno de Evo Morales se ha manifestado haciendo simplemente oídos sordos ante las demandas y minimizando la protesta. Al igual que en otras protestas cívicas en el interior del país en el pasado inmediato (como en Oruro a raíz del nombre del aeropuerto o en Potosí, por demandas desatendidas de forma constante), también en esta oportunidad los “estrategas” del gobierno apuestan a desgastar la protesta, por medio del cansancio y de la desatención a los pedidos a lo largo del tiempo. Para el MAS, no existiría ninguna posibilidad en el futuro mediato, para corregir los graves errores del censo pasado, por medio de un nuevo censo. Al igual que las políticas de Sánchez de Lozada en su momento, por tanto, para los masistas los resultados del censo están escritos en piedra. Pero ya hemos visto cómo la sociedad boliviana modifica aquellas políticas (para el caso, el censo) que pretendían estar escritas en piedra.
Está claro, por tanto, que el problema de fondo que se ha manifestado en la exitosa protesta de La Paz gira en torno a los resultados del censo. Se trata, reiterémoslo, de una problemática nacional, que en el caso de La Paz tuvo su ingrediente particular, entre otras cosas también debido a lo no definición de límites, con otros municipios. En el fondo, pero, también este hecho muestra la punta de una problemática de fondo; en este caso bajo la del burdo cálculo político electoral del gobierno. Hoy se puede afirmar que la reducción del número de la población en La Paz (al igual que en otras ciudades) tiene la finalidad de influir también en la redistribución de los escaños electorales. En el caso específico de esta ciudad, ello significaría que las zonas rurales adyacentes pudieran incrementar una representación en desmedro de la ciudad, ya que la población “perdida”por La Paz ha sido “absorbida” por municipios de aquellas zonas.
Este modelo de desplazamiento de la representación para el futuro parlamento ateniéndonos a los muy cuestionados datos del censo, amenaza con replicarse también en el interior del país. Desde ya, una autoridad originaria de Chuquisaca (de la nación Qara-Qara) ha denunciado que ellos perderían la posibilidad de contar con una representación, precisamente a raíz de los resultados del censo. En consecuencia, el problema de fondo que se ha criticado en el paro cívico de La Paz tiene aparejada una problemática no menor, como es la referida al juego electoral y la nueva distribución de las circunscripciones electorales.
Por supuesto que el conflicto no ha concluido. Ni la protesta local de La Paz, ni las perspectivas nacionales del cuestionamiento a los resultados del censo y sus consecuencias inmediatas han alcanzado, lo que podríamos llamar, sus picos de mayor expresión. Al contrario, teniendo en cuenta la acumulación subjetiva de la sociedad boliviana, es decir, los altos grados de politización que nos caracterizan como sociedad civil, lo más probable es que otras regiones, otras capitales de departamento, secunden con sendas medidas de protesta el paro cívico de La Paz.
Hablamos -para que incluso los lectores del gobierno de esta columna lo entiendan- de una recomposición molecular de la sociedad civil boliviana, que marca al menos un distanciamiento y una contraposición abierta, con respecto a las políticas gubernamentales. En otras palabras, el lío social y político que los resultados del censoprovocan, recién comienza.
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