Opinion

EL CENSO DEL ABSURDO
Punto de Re-flexión
Omar Guzman Boutier
Jueves, 15 Agosto, 2013 - 11:32

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Uno de los varios resultados absurdos que nos deja el Censo nacional, es el referido a la auto-identificación étnica. Las respuestas a la pregunta referida a la identificación étnica (varias opciones de pueblos indígenas, junto a la categoría de “ninguno”) nos presentan que ahora Bolivia no es un país indígena, sino de los “ninguno”, vale decir de mestizos. El dato podría parecer sorprendente al observador superficial, por lo que merece profundizarse en torno al tema.

Para entender las razones por las cuales, de acuerdo al recuento estadístico, Bolivia pasó de ser un país de mayoría indígena (en el Censo del 2001) a un país de minoría indígena (en el último Censo), debe tomarse en cuenta dos consideraciones: el contexto histórico y el sentido de la auto-identificación. Se trata de dos consideraciones que, de suyo propio, complejizan el ejercicio estadístico y en el caso  nuestro, distorsionan la visión respecto a la sociedad boliviana. En todo caso, es este último elemento el que destaca como característica del último Censo en muchos campos, como en el caso específico que observamos.

En primer lugar entendemos, en lo que a la pregunta de la identificación étnica se refiere, que el contexto histórico en el que se realizó el anterior Censo es muy diferente al contexto histórico actual. En el primer caso, ese contexto estaba marcado por un auge de lo nacional-popular, en detrimento de las tendencias extranjerizantes. Esto quiere decir que aquél auge tenía su apoyadura en  internas, nacionales si se quiere, al contrario de identificaciones con lo externo (legitimadas discursivamente por la globalización). El punto más sólido de aquellas referencias nacionales fue  precisamente lo indígena; consideración válida si nos atenemos a la propuesta de Gramsci, referido al término “nacional-popular”. Para este teórico italiano, lo nacional venía precisamente de la presencia campesina (i.e. indígena, para el caso boliviano), porque es en la transformación de la materia en su nivel primario, es decir en la agricultura, donde se ancla las características nacionales de un país. En consecuencia, es esta referencia interna la que en el 2001 ha proporcionado un apoyo sólido a lo popular.

Al contrario de ello, el último Censo se realizó en un contexto en el que el bloque nacional-popular se ha quebrado por un lado y por otro, en el que lo indígena nuevamente pasa por un período de aislamiento político y social. Lo indígena ha sido políticamente aislado por el gobierno de Evo Morales y marginado socialmente por el resto de la sociedad, como se pudo observar a la luz de los resultados electorales para Gobernador en Beni, hace cerca de seis meses. Por ahora, vivimos pues un período en el que lo indígena sufre los efectos de la impostura del actual gobierno (en ese sentido, nunca será demasiado insistir en el carácter objetivamente anti-indígenadel gobierno del MAS), en el entendido que para la mayoría de la población, este gobierno de impostores y totalmente ajeno al pensamiento indígena se encuentre encabezado por un supuesto “indígena”. Así las cosas, desde el punto de visto del contexto socio-político, el que el Censo masista hubiera poco menos alcanzado a borrar la presencia de los pueblos indígenas, es consecuencia de del mal gobierno de Morales y su gente.

Respecto  a la auto-identificación étnica, debemos señalar lo siguiente. En primer lugar se trata de una valoración en gran medida subjetiva; muy diferente a la observación objetiva. Entendemos que la subjetividad social del individuo, sólo se desarrolla en sociedad, es decir en interrelaciones sociales, por lo que en este tema, el solipismo no tiene lugar. En la teoría de la interrelación, importa por tanto el contexto, tanto social, como político o en suma, el contexto histórico. En consecuencia, puede decirse que, complementariamente al anterior razonamiento, ese contexto ha influido en el tipo de respuesta dados a la misma pregunta, tanto en el Censo del 2001 como en el último Censo. Por ello mismo, entonces, la respuesta a la identificación con un pueblo indígena es no únicamente una respuesta que se refiere a lo étnico, sino también a lo político. Esto quiere decir que la auto-identificación étnica, en el caso boliviano, es también un dato político.

Desde las corrientes empíricas de las Ciencias Sociales (en las que se fundamentó el Censo masista), estas diferencias y ampliaciones teóricas no pueden realizarse, porque se supone que el dato debería ser neutro con respecto a toda valoración subjetiva. Pero sucede que el individuo es una totalidad, tanto de lo dado (lo objetivo), como de lo pensado (lo subjetivo). Ya deberían algunos matemáticos aficionados a la lectura de temas sociales y hoy en función de gobierno, entender que una clase o un pueblo, es tanto su situación objetiva, como su auto-reconocimiento subjetivo. Parafraseando a Zavaleta Mercado, diríamos que “uno es lo que es, más lo que cree que es”. Claro que las teorías empíricas de las Ciencias Sociales tienen grandes problemas en poder siquiera captar aquello.

Refirámonos por último a un efecto del Censo pasado. Nadie puede dudar, excepto los funcionarios del gobierno, que este Censo tiene muy bajos grados de credibilidad en la población. El descrédito en los resultados del Censo, al margen del absurdo que hemos comentado, abarca no únicamente a regiones, sino también a sectores sociales populares. En este orden y más allá de las actuales protestas regionales, está claro que los resultados del Censo no servirán de instrumento de referencia, ante demandas sociales de diverso tipo: laborales, regionales, vecinales y otros. Es un talón de Aquiles que dificultará al propio Estado el procesamiento de aquellas demandas, en un futuro no muy lejano; digamos ante las protestas que la COB realiza cada principio de gestión. En consecuencia, cual oligofrénicos, los actuales gobernantes están destruyendo todo instrumento de planificación que debería servir para la gestión de los diferentes gobiernos, a lo largo de un tiempo determinado.

Si algo de positivo se puede sacar de todo ello, es el gran daño que, desde el propio gobierno, se ha causado a la farsa del Estado “plurinacional”. Mientras algunos antropólogos y desde algunas ONG’s se lamentan por ello, a este columnista le parece más bien un dato positivo tal derrumbe. Se derrumba una impostura, una farsa (la del proceso de “cambio” y del Estado “plurinacional”), que en lo substancial se ha caracterizado por su orientación anti-indígena y depredador de los recursos naturales. Todo ello, claro, en el marco del anhelo de un capitalismo de Estado, cuyos intentos por sostenerse de pie han fracasado en varias oportunidades a lo largo de nuestra historia.