Opinion

CAMUS Y LA CRÍTICA AL TOTALITARISMO
Punto de Re-flexión
Omar Qamasa Guzman Boutier
Viernes, 25 Octubre, 2013 - 12:44

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Albert Camus (1913 – 1960), aunque nacido  en el norte de África, fue reconocido, junto a Sartre, como una de las revelaciones intelectuales más importantes en la Francia de la posguerra. Novelista, ensayista y autor de varias obras para el teatro, Camus fue parte de la resistencia francesa durante la ocupación nazi, en la segunda guerra mundial y colaboró, posteriormente, como articulista en la publicación periódica denominada “Combate”. Entre los varios ensayos escritos por este autor, nos interesa apoyarnos, para nuestra reflexión en esta columna, en dos: “El mito de Sísifo” y “El hombre rebelde”. Aclaremos que la lectura de Camus ofrece, como en todo pensador fructífero, varias posibilidades; en esta oportunidad intentaremos concentrarnos en la crítica implícita -desde nuestro punto de vista- en ambos ensayos, a los sistemas políticos totalitarios.

“El mito de Sísifo” aborda, ciertamente, la absurdidad. Sísifo, castigado por los dioses por haber desafiado a éstos, deviene en el héroe absurdo, tanto por su posición, como por la naturaleza del castigo que los dioses le imponen. Como mortal, Sísifo se encuentra en una posición inferior a los dioses, quienes le imponen como castigo el llevar una roca a la cima de la montaña, aunque la roca, cada vez que esté a punto de alcanzar la cima, siempre vuelva a rodar, obligando a Sísifo a emprender el inútil trabajo. Para Camus, Sísifo, además es un héroe trágico, porque es consciente de la inutilidad de su esfuerzo, por llevar la roca hacia la cima. Si no tuviera conciencia de ello, al menos tendría la esperanza que en algún momento su trabajo rindiera frutos. En un primer movimiento en el razonamiento de Camus, es la conciencia que posee el personaje donde se encuentra el tormento.

Sin embargo, debido a la vez a esa conciencia, Sísifo deviene en superior a los dioses. Es este segundo movimiento, nuestro personaje sabe de la inutilidad de todos sus esfuerzos, por lo que ya no hay lugar para falsas esperanzas y por tanto, el castigo que los dioses pretendían imponerle pierde uno de sus principales sustentos. Sísifo, el hombre, es consciente de su posición y del trabajo que le impusieron y lo emprende con el esfuerzo y la atención que supone empujar una roca hacia la cima del cerro. En el acto consciente del personaje, el castigo absurdo (entendido como algo a cumplir, aunque no se lo entienda) pierde su efecto, por lo que Sísifo deviene en superior a los dioses, debido a que será el esfuerzo demostrado, lo que llena el corazón del hombre. Por eso, nos dice Camus, cada vez que Sísifo baja de la montaña en busca de su roca, debemos imaginárnoslo dichoso.

Este relato no refleja, en consecuencia, ni desolación, ni pesimismo. Al contrario, podemos decir que gracias a la consciencia, no únicamente el sentido duro del castigo se desvanece en Sísifo, sino que éste recupera la pertenencia de su destino. Debido a la oscuridad del absurdo trabajo que debe cumplir, entonces, este héroe ha llegado a la claridad de la consciencia. Así, para Camus, el hombre ha recuperado la capacidad (la responsabilidad, diríamos nosotros) de dirigir su destino y en efecto, ha vuelto sobre su vida, “como Sísifo vuelve hacia su roca”.

Por su parte, en “El hombre rebelde”, Camus volverá a esta temática. La contraposición, en este caso, entre revolucionario y rebelde, le sirve al autor para presentarnos las complejidades de los sistemas socio-políticos, en procura de la constitución de un orden social humano. La motivación para el razonamiento que seguimos, se encuentra en los fracasos que enfrentaron tantísimas rebeliones populares, en procura de tal orden. Camus tendrá en mente la derrota de la Comuna de Paris, a mediados del siglo XIX y la revolución rusa, de 1917. Lenin, según Camus, sacando las lecciones de tal derrota, preferirá un sistema basado no en la democracia obrera, sino uno asentado en la dictadura burocrática y militar, anulando a la vez el espíritu rebelde, que vimos ya presente en Sísifo. Stalin, a su turno, llevará a los extremos aquella opción de Lenin y bajo su dirección los esfuerzos estarán dirigidos a la conformación de una sociedad organizada en torno a la unicidad.

La pretensión de instaurar un orden basado en el pensamiento único, así, devendrá en un sistema de asesinatos organizados. Se trata de las consecuencias de un sistema dictatorial de gobierno, que pretende abarcar y expresar a su sociedad en tanto totalidad. Así, la revolución deviene en un orden basado en la razón del Estado (es decir, en la razón del poder) y no en un orden humano o sea, en la razón humana. Aquí, puede decirse, que incluso ciertos escritos de Marx se distancian de aquél socialismo de Estado de la ex-Unión Soviética; aunque, para Camus, las derivaciones de tal socialismo ya se encuentran en la propia filosofía marxista.

En efecto, en este autor, marxismo y cristianismo compartirían un supuesto filosófico común, como lo es una matriz sobre la cual cada una construye su concepción de la historia. Se trata de la concepción lineal de la historia, contrapuesta a la concepción circular de la misma, presente en la Grecia clásica (y todavía hoy, en el pensamiento vivo de los pueblos indígenas del continente). Esta separación de concepciones de la historia (lineal o circular) tiende a la homogeneización de las sociedades, a fin de que ellas, en tanto totalidades, se dirijan hacia su destino común, es decir hacia la historia de la humanidad. Sin embargo, el que esta posibilidad alcance su éxito, depende de la supresión de las diversidades, de las particularidades. En la perspectiva totalitaria las diversidades, los distintos pensamientos, quedan subsumidos al pensamiento único, al orden total único.

Al contrario, para Camus, en la rebelión, la unidad de las sociedades se alimenta precisamente por la expresión democrática de aquellas diversidades. Es un orden, en efecto, comunal, vale decir, asambleístico, si se nos permite el término. En él, las contradicciones que conllevan las diferencias no se las supera mediante la simple anulación de las mismas, sino por medio de la convivencia democrática. Se entiende que estos razonamientos generales de nuestro autor, no problematizan implicaciones tales como la concretización sistémica de tal convivencia de los diversos, pero nos invitan a reconocer los supuestos filosóficos que cimientan estructuras estatales totalitarias que fracasaron en el mundo y que hoy por hoy, en nuestro continente no pocos “revolucionarios” pretenden imponer. La recordación a los cien años de nacimiento de Albert Camus, al menos nos sirve para repensar críticamente nuestros días.