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No me considero crítico de cine, si acaso un aficionado que asiste al cine para apoyar la producción boliviana que hace esfuerzos titánicos para tener un producto a consideración de un público,que habitualmente es reacio, indiferente y hasta “contreras” en sus apreciaciones y percepciones.
Me refiero a la película Boquerón, cuyo principal promotor cinematográfico es Tonchy Antezana, que a través de su película, que él mismo aclara no es histórica, recupera pasajes inéditos de la cruenta guerra con Paraguay, por medio de personajes que recrean la historia de vida que dejaron en sus lugares de origen al partir a la guerra, en la defensa de la patria, a través de los recuerdos que enlazan con el sacrificio y el sufrimiento en el campo de batalla.
Destaca la presencia de soldados como el Cañoto, Darío Urioste “el poeta” (en realidad José María Urioste) chuquisaqueño, Tomás, del altiplano paceño y Luís Araníbar, un orureño que lideriza el grupo e inyecta ánimo y valor a sus compañeros para defender la vida a pesar del hambre, la sed. Las condiciones extremas de falta de municiones y alimentación no restan el espíritu guerrero para enfrentar al enemigo.
La película Boquerón, en mi criterio, está muy bien lograda en cuanto a la trama. La partida de los soldados en la estación del tren en presencia de los familiares crea situaciones emotivas y sentimentales que arrancan unas lágrimas, porque no se sabe si algunos soldados volverán con vida, una situación de incertidumbre y desesperación en los familiares y de los soldados.
Destacar el esfuerzo que los cineastas hacen para reflejar una guerra, donde hay que mostrar sangre, dolor, heridos, muertos ante el fragor de los cañones, rostros de sufrimiento y preocupación, logrando escenificaciones casi reales que suponen esfuerzo e inversión de recursos económicos que siempre son un condicionamiento para producir cine boliviano con restricciones. El vestuario de los soldados bolivianos y pilas paraguayos bien caracterizados, la música destaca a momentos y acompaña las escenas dramáticas y de dolor.
Como docente de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Mayor de San Simón, siento una alegría y emoción de reconocer a profesionales titulados de la carrera y también a estudiantes que son parte de la producción cinematográfica: Sergio Fernández, Horst Brun, caracterizando al Coronel de la tropa boliviana, a Daniel cabero que aparece un breve instante como soldado paraguayo para caer muerto en el campo de batalla.
En cámaras, el aporte de Castell Vargas, Horst Brun, Sergio Antezana, en vestuario a Mercedes Yapu, en Utilería Maricruz Vidaurre, Nadir Galindo de asistente, en la edición a Bismark Chávez, que contribuyen para que Boquerón llegue al cine nacional, rememorando hechos históricos fruto del aporte técnico e intelectual de cada uno de ellos que son parte de la producción de la película.
A Tonchy Antezana, a tiempo de agradecerle por este esfuerzo, por rememorar la Guerra del Chaco con su película Boquerón, felicitarle por esta contribución, justo en los 80 años del cese de hostilidades que nos trae a la memoria esta infausta guerra donde mueren alrededor de 35 mil soldados bolivianos. Como siempre, aparecerán críticos que buscarán encontrar la perfección del cine —como si se trata de Hollywood— pero también estamos los más para apoyar este esfuerzo de un grupo de bolivianos como Antezana, que a pesar de las restricciones de apoyo financiero, nos presentan una película que tiene que ser retribuida con nuestra asistencia y con el aplauso que debe reconocer el significativo aporte a la memoria histórica del país.
El autor es periodista y docente universitario
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