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El cacharro es una palabra medio quechua medio castellano y se usa para señalar que algo está destartalado, es antiguo por lo viejo y desgastado. Se utiliza principalmente para referirse a un carro, un automóvil que tiene muchos años de uso y que por eso mismo tiende a averiarse continuamente.
A un carro destartalado, se le arruina el motor, otras veces el freno, las culatas, el disco de embriague, en fin, lo que implica visitar con frecuencia al mecánico para hacer un mantenimiento permanente, para que el carro siga con vida útil.
La idea de escribir sobre el cacharro surge a raíz de la visita de un samaipateño a sus familiares que viven en Cochabamba, a quienes encontró después de mucho tiempo. Este samaipateño, jovial, dicharachero,para dirigirse a un anciano pariente, lo saludó con la expresión:¡qué cacharro estás, tío!, es decir, destartalado, antiguo, viejo por la edad —85 años— y por la apariencia física, delgado, cabello gris, rostro arrugado, es decir, toda una persona de la tercera edad, que ya ha vivido buena parte de su vida, superando aún la esperanza de vida en Bolivia de 60 años.
El cacharro, por analogía, se aplica, en este caso, al tío anciano, a las personas de la tercera edad, que prácticamente por diferentes circunstancias se encuentran “destartalados” y con el ánimo de atender sus problemas de salud y las diversas enfermedades que aparecen fruto de la edad y los achaques de la vida.
Pero este joven samaipateño cuando decía cacharro a su tío, lo hacía con el candor y la espontaneidad de un joven camba, incluso con simpatía y buen humor, sin herir ni generar malas interpretaciones entre los familiares que finalmente terminaron riendo a carcajadas por el incidente.
Con el paso del tiempo, resulta normal que el cuerpo de la persona vaya perdiendo vigor y fuerza, es decir, se vaya deteriorando, es una especie de retroceso que los ancianos se conviertan en niños a quienes se debe atender en sus necesidades.
Al anciano no le queda más remedio, si tiene posibilidades de visitar frecuentemente al médico,de curarse de las enfermedades del cuerpo que se van dañando a medida que pasa el tiempo y la edad.
Lo anterior viene a cuento, porque a través de esta columna deseo manifestar mi reconocimiento a los ancianos que han dado toda su vida, su aporte y contribución al desarrollo del país, como padres y profesionales. Que no sean vistos como cacharros,sino como un ser humano que ha hecho el recorrido de la vida y aguarda una muerte digna.En el rol de hijos, nietos, bisnietos, cada uno de nosotros estamos comprometidos en proteger la vida de los ancianos, a quienes algunos consideran como cacharros; tenemos que asumir conciencia que las personas de la tercera edad requieren de nuestro apoyo y afecto.
A los que fueron padres, luego se convirtieron en abuelos, bisabuelos y que por las circunstancias de la vida ahora se encuentran en la tercera edad, con achaques y el optimismo de seguir siendo útiles a su familia y a la sociedad, en el Día del Padre, va un sincero agradecimiento por todo el sacrificio desplegado durante su vida, para aportar con la familia y el desarrollo del país.
Lástima que los órganos del cuerpo de las personas no se puedan cambiar como piezas del carro, para que los ancianos puedan seguir siendo útiles a la sociedad con su experiencia de vida, de profesionales, de ciudadanos, con sabiduría acumulada a lo largo de los años y que a veces incluso deja de existir llevándose toda la sabiduría y el conocimiento sin haberla compartido con alguien.
Constantino Rojas es periodista y docente universitario
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