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Hugo Moldis, durante un análisis de coyuntura confiaba a una periodista que el Gobierno, lamentablemente, no tenía capacidad de respuesta rápida ante los conflictos sociales, debido a que éstos crecen y se agudizan en dimensión desconocida.
Efectivamente es así, los problemas generados en Bolivia ingresan a una especie de cápsula del tiempo donde son congelados hasta que la protesta empiece a madurar y dicho en jerga popular, empiecen a pasar de castaño a oscuro. Los conflictos ingresan en una especie de trancadera interminable, donde se sabe cuándo empezó el conflicto, pero se desconoce cuándo terminará. Situación por la que los ciudadanos enfrentan lo que Moldis llama “pánico histórico”.
Los conflictos deben madurar al igual que los quesos finos para luego volcarlos y acelerar su maduración. Cuando el tema se cae de maduro, Bolivia TV elabora un spot publicitario para desinflar el conflicto refritando la historia oficial del problema. Rápidamente se redibuja un prontuario de los principales dirigentes para cuestionarlos; si el problema no se desinfla como se espera, se convoca por radio y televisión gubernamental a los movimientos sociales para que organicen marchas paralelas y se enfrenten a los auténticos líderes.
La mentalidad plurinacional intuye que lo ideal es que los conflictos se desinflen solos. De generarse violencia, es lógico pensar que el conflicto no tardará en solucionarse, lo negativo de esta práctica es que meses después el problema volverá a ocupar la agenda pública, claro que lo hará con más fuerza y hasta las últimas consecuencias.
Los movimientos sociales son autónomos como el queso fresco, maduran en ambientes secos, si perciben que la temperatura del horno se dispara, improvisan una celebración ancestral.
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