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Al margen de los nombres de los candidatos, las propuestas, las promesas y los discursos, que surgen en una campaña electoral, hay ciertos elementos que resaltan y se los puede observar con mucha claridad, como quien diría “desde el palco”.
Los momentos antes de las elecciones, ya sean estas, nacionales, locales o municipales, tienen una especie de magia, que envuelve de una u otra manera a todos, es decir a todo el electorado; candidatos y electores.
Qué lindo espectáculo resulta ver, cómo los poderosos se transforman en humildes, caminan a pie por las calles y avenidas tocando puertas de las casas para pedirle su voto a la gente.
No se trata de burlarse de alguien pero es atractivo y simpático a la vez, mirar cómo los políticos y politiqueros en los días previos a las elecciones, son amables, cariñosos y reilones. Otros, honestos, correctos y respetuosos de la ley.
No faltan en estos cuadros aquellos que se dicen creyentes de Dios, quienes al margen de distribuir sus panfletos, reparten bendiciones a gil y mil
.
Desde luego que hay que creer siempre en Dios, pero tampoco pues, hay que levantar su nombre en vano y a cada momento, por todo y por nada. Bueno no faltan fariseos en pleno siglo XXI que se ponen caretas de angelitos y detrás está la cara del diablito, “caras se ven corazones no se saben”.
Tampoco se trata de ser un anti politiquero, por serlo únicamente, el tema es observar cómo se mueve y con música baila, la comparsa de los “hechos los santitos entusiastas”, de la campaña electoral.
Muchos conocidos, se hacen los buenitos caminando por las calles, pidiendo el voto de la gente, pero cuando pasa este mágico tiempo, desde sus potentes vagonetas con vidrios raybanizados y sirena en el capó, no miran a nadie y se olvidan que un día a esa gente de a pie le pidieron su apoyo y de pago los miran por encima de los hombros.
Varios son buena gente hasta que llegan a la silla, después sálvense quien pueda por que el ogro anda suelto.
Los de arriba están siempre ocupados; una audiencia cuesta muchos esfuerzo, hay que pedirles por lo menos con un mes de anticipación y si hay suerte a uno lo reciben si no, pues ni modo.
Los que caminan haciendo la pompa acompañando en la campaña electoral de los “buenitos” también siguen el libreto, si llegan al cargo público, ya saben, tienen que poner la cara más limón que el limón, contestar los teléfonos de mala gana y aprender a decir bien; “vuélvase mañana”. Así los trámites duran años y años, salvo que exista muñeca. No será una regla general, hay excepciones, desde luego, pero paralelamente hay también un alto porcentaje de “servidores públicos” que no sirven al público.
De todas formas, un refrán dice; “Lo último que muere es la esperanza”, esperemos que esta vez se cumpla, y que las elecciones traigan nuevas personas, con nuevas actitudes para el manejo de la cosa pública.
Esperemos que nuevas generaciones de burócratas puedan congeniar con gente de experiencia, para superar ciertas malas actitudes que se dan en las Gobernaciones y en las Alcaldías, donde aparecieron nuevamente “reyes chiquitos”.
Es posible que mucha gente haya advertido también esta situación, desde luego con muchos o pocos matices, por lo cual de una u otra manera quisiera que este tiempo de campañas no pasen pronto, pero la realidad es que se tienen que pasar, porque el carnaval no puede durar todo el año y tampoco el circo puede quedarse para siempre en un solo lugar.
Para quienes gustan del frío o del calor cualquiera de los dos ambientes puede ser cálido a su turno, es cuestión de gustos y para quienes se recrean viendo a los politiqueros bien humilditos, sin lugar a dudas, que el actual momento es un cálido clima electoral.
GRACIAS, VOLVERE PRONTO PARA SEGUIR HABLANDO JUSTO Y CABAL.
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