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Un nuevo escándalo de proporciones explotó en el interior del Ministerio Público, envolviendo a algunos fiscales en la comisión de delitos propios de la actitud de vulgares malhechores y hampones.
Los escándalos que se encienden en el Ministerio Público realmente son escandalosos, no son por pequeñas cosas. Incluso no faltan los prófugos y los aquí están en la cárcel por pasarse de “vivos” y jugarse con la ley.
Las ratas están cayendo unas tras otras por andar mezcladas en mafias, que secuestran, roban y siembran el miedo por donde andan y pisan.
Las aves de mal agüero tendrían que estar bien guardadas en la jaula de los indeseables.
Caras se ven conductas no se saben. Ciertos fiscales con apariencia de “letrados”, resultan ignorantes analfabetos.
Los bellacos se habían sabido encaramar al interior del Ministerio Público para conformar bandas de “Abogansters” que se enriquecen con la desgracia de la gente que tienen la mala suerte de caer en sus manos.
Es increíble pero cierto, algunos nefastos fiscales hacen quedar por los suelos a los buenos representantes del Ministerio Público, lo triste es que a la hora de la crítica, justos pagan por pecadores.
Con delincuentes que actúan como fiscales, ninguna estructura jurídica es confiable. Con mercenarios que se ocupan de vender a la justicia al mejor postor, ninguna revolución judicial servirá. Mientras existan abogados mediocres que buscan el Ministerio Público para salir de pobres diablos, la administración de justicia no solo será mala, será pésima.
Los fiscales que están cayendo como moscas, lo están haciendo porque sus víctimas cansadas de no encontrar justicia están saliendo ante la opinión pública para denunciar los atropellos de esta gente que posiblemente obtuvo sus diplomas de “Profesionales” en una escuela de pillos y no en una carrera de derecho del sistema universitario.
La gente humilde, llorando clama justicia, en las puertas de la Fiscalía de La Paz, portando carteles, levantando nombres de fiscales hombres y mujeres que en lugar de ser defensores de la sociedad, la justicia y los derechos, se ponen la capucha del maldito verdugo que tiene el hacha en las manos para cortar la cabeza de humildes, inocentes y desamparados. Desgraciados abusivos.
Los mediocres están por todo lado, pero más en el Ministerio Publico, donde se muestran como intocables, malos, inmortales, con cara de monolitos, hechos los sabios por tener un cargo que les da el Estado, en el fondo son una tropa de ignorantes, que no reparan en el daño que le causan sin pensarlo dos veces, a la sociedad en general, a la profesión de la abogacía, a los buenos fiscales a la administración de justicia y al propio estado boliviano.
El Ministerio Público está infectado y necesita una urgente limpieza, no puede continuar como está, salpicada con el lodo de los ineficientes y los malandros.
Hay fiscales que son como para “sacarse el sombrero”, serán pocos pero los hay, tristemente estos buenos servidores públicos, son eclipsados por los extorsionadores, ostentosos, asaltantes, tramposos y estafadores que se suben al carro de la Fiscalía para seguir robando y haciendo maldades.
Ahora dicen que después de todos estos escándalos, la “revolución en la Justicia”, comenzará atacando los nidos de roedores incrustados en el Ministerio Público, esperemos que así sea y que todo lo que pasa, no sea solo una cantidad de tiros disparados al aire, si así fuera, será como gastar pólvora en gallinazos y el remedio podría resultar peor que la enfermedad.
Entre tanto no se noten los efectos de la revolución judicial, en el Ministerio Público y las cacos sigan haciendo su agosto, será mejor que los que de una u otra forma caemos en la fiscalía, sigamos mirando al cielo y a la tierra. Al cielo, para pedirle a Dios todo poderoso, a los santos y a los ángeles, su bendición. En la tierra a la pachamama, a los apus y a las illas, su protección y para que así ambos se apiaden de nosotros los simples mortales y manden un buen fiscal para el caso y que nos salven de los fiscales del terror.
GRACIAS, VOLVERE PRONTO PARA HABLAR JUSTO Y CABAL.
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