El Púlpito

LA MARCHA POR LA VIDA

P. Guillermo Siles Paz, OMI

Es verdad hoy recordamos LA MARCHA POR LA VIDA. Fueron días muy tristes para Bolivia. Como olvidar que la historia se modificaba en todos los centros mineros. Este hecho ha producido muchos traumas, mucha migración y mucha tristeza.

El relato más duro que escuche fue del P. Gustavo Pelletier, Misionero Oblato decía: “Viví muchos años en Bolivia luchando a lado de los mineros, he soportado las dictaduras, me enfrentado a muchas autoridades políticas y militares, pero ese día en que pararon la Marcha en Calamarca, viví dos sentimiento imborrables. El primero fue la Humillación, fui llevado, junto con los trabajadores de la Pio XII, al ministerio del interior y nos pusieron a un pequeño y oscuro cuartito. Pero antes, fuimos pateados, escupidos por dos soldados, ambos adolescentes. Ellos habían recibido la orden de maltratarnos. El segundo sentimiento fue la soledad y el abandono. Las horas que había pasado en ese lugar, fueron largas, porque además no sabían nada de lo que pasaba en Calamarca.  Estar incomunicado, no poder informar a la gente de lo que pasaba, fue lo más tormentoso.”

El otro relato que me ha interpelado, por eso años fue la presencia del P. Bernado Duhamel, otro Misionero Oblato, que caminó al ritmo de los trabajadores, y sudando la gota fría, sus pies lleno de callos y con grandes heridas.

Querían lograr su objetivo. El, al igual que los miles de mineros, decían. Los mineros, llegaremos a la Paz. Pero como sabemos, no pudieron, se quedaron frustrados, tristes y reprimidos. Todos habían sido obligados a subir a los trenes para retornar a Oruro. Pero seguían cantando, los mineros volveremos. Qué imagen y que recuerdo.

Mirando a la distancia, ya no sentimos ese dolor y esa tristeza porque se pudo superar. Sin embargo en mi memoria quedan muchas fotografías. Los centros mineros como en una estampida, como buscando dejar todo. Todo termino, y ya no había futuro. En los campamentos veías rostros tristes, casas vacías, familias enteras caminando a la terminal para irse a las ciudades. Lo más impactante fueron las carretillas que transportaban muchos bienes particulares. Detrás de las carretillas, familias enteras, madre y padre y muchos niños.

Mis hermanos oblatos que habían acompañado, muchos años a los mineros y familias mineras, estaban en su silencio y frustración. Las minas quedaban asoladas, en las calles de los campamentos ya no están los amigos. Muchos de ellos se fueron para las ciudades.  Ahí se preguntaban qué hacer, cómo seguir adelante.

No olvido cuando P. Roberto Durette, director de la radio Pio XII decía, “es que nuestras audiencias se van, nuestros grupos organizados, se dispersan, las comunidades de bases buscan también su espacio. Ahora que debe hacer la Radio Pio XII, debe correr detrás de ellos. Es que acaso había llegado la hora en que también debería de cambiar de domicilio.  Es cierto, llego la confusión, llego el silencio con miles de preguntas.”   La Radio Pio XII, se quedó y sigue haciendo historia, no quiere perder la memoria, pero sigue construyendo un desarrollo desde sus nuevas realidades.

Esas heridas que han generado la Marcha por la Vida y por lo tanto el cierre de las minas, quedó en la historia, nunca volvieron a ser las minas. Hoy siguen vivos esos centros mineros, pero la gente que había sido luchadora, generadora de ideas, constructora de otra Bolivia, estaba dispersa. Hicieron crecer las ciudades del Alto, de Potosí, Sucre, Tarija, Cochabamba y Santa Cruz. Muchos, nunca más retornaron a sus centros mineros. Volver a ver esos centros mineros para muchos, era para llorar. Nada era igual, los campamentos habían quedado, totalmente abandonados, desmantelados, como si hubiera pasado un huracán  y se hubiese llevado puertas, calaminas y ventanas.

Por eso muchos, seguramente al recordar, sentirán la nostalgia y el dolor de su pasado. Los mineros que volvieron hoy son otros. Ellos solo escucharon los relatos del pasado, que tal vez, nunca más será, lo fueron.  

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MARTIN LUTHER KING, UN TESTIGO DE DIOS

Guillermo Siles Paz, OMI

Este 28 de agosto creo que vale la pena pensar en los 50 años del gran discurso de Martin Luther King que lo dijo ahí en Washington y rompió la atadura de la esclavitud y la discriminación de los negros en EE.UU.

Cuando uno retrocede en el tiempo, siente mucho dolor, porque la realidad, no fue de tranquilidad, sino de permanente lucha, pero con paciencia, con esperanza, con sueños, el tiempo te dice, que tu acción fue valiosa e importante. Se puedo lograr.  Esto fue lo que vivió Martin Luther King, hace 50 años. Un hombre negro, que desde su vivencia cristiano, pudo sostener la esperanza de todo un pueblo.  Frente a una estructura de segregación de discriminación y de esclavitud.

Luther King, encontró la estrategia, la forma de construir un proyecto de emancipación. Tuvo la paz interior, pero sobre todo comprendió su misión y su objetivo. Se sintió útil, comprometido y animado a ser un instrumento de paz, para que otros, vean un nuevo amanecer.

Tuvo la intuición para comprender en qué momento actuar, en qué momento acompañar, porque la historia nos deja el espacio y el tiempo. Y Luther King logró entender que este era el momento, justo cuando más marcada estaba la diferencia y la presión, dijo: “tengo un sueño.

No era posible seguir mirando a sus hermanos en esa vida de esclavos, de sometidos, de marginados, de discriminados. El quería desde, todo punto de vista, una justicia y un cambio real,  no solo pudo darse a través de una simple palabra, sino desde la misma construcción y participación conjuntas. Desde la coherencia, desde el mismo sentimiento de saber, que es necesario experimentar y exigirlo.

El mantuvo la claridad, entendió que Dios también mira, siente y es sensible al sufrimiento y padecimiento de toda su raza negra. El fue testimonio y testigo de cambio, pero desde su ejemplo contundente, desde su acción transformadora. Porque sabía, que aun en esta forma de luchar, tal vez no vea la luz, pero dejaría que otros sean los que disfruten.

Por eso mantuvo, entre los de su raza negra, esa esperanza. La exigencia interior, que es cristiana y humana,  luchar hasta el final por nuestros ideales.  Pero sin ningún tipo de prejuicio, sino en la confianza plena del hombre nuevo.
Al final hoy, después de 50 años, miramos la libertad con mejores condiciones para todos. La lucha de Martín Luther King, dejó una herencia. El supo, desde su concepción cristiana, mirar a una sociedad unida, donde las diferencias sean eliminadas, donde disfruten de un solo amor de Dios.

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URKUPIÑA

Guillermo Siles O.M.I.

Como no decir algo en este día tan especial para muchos bolivianos. Este 15 de agosto es un día tan particular para muchos peregrinos, que están presentes a los pies de la imagen de la Madre de Nuestro Señor Jesús.

La Virgen de Urkupiña, quiere decir, que la Madre de Dios se apareció “encima del cerro” (Orqo Phiña).  Su leyenda cuenta que se apareció a una humilde pastorcita, sencilla y pobre. Esta historia, como muchas en América Latina, nos muestra como la Madre de Dios se revela a los sencillos y humildes de forma muy evidente.  Ya conocimos esta misma historia en México, cuando la Virgen de Guadalupe se manifiesta a un campesino, Juan Diego, o tal vez la historia de la Virgen de Caacupé en Paraguay o Aparecida en Brasil y otras. Esta revelación o esta aparición de la Madre de Dios a personas sencillas, nos traen el mensaje profundo para acompañar nuestra fe, para renovar la fe en cada festividad. Pero al mismo tiempo, esta devoción mariana, reflejan los diferentes rostros de la Madre de Dios en nuestro pueblo.
Tampoco podemos olvidar el papel de la Virgen María en los primeros gritos libertarios, acompaño varios procesos de la liberación de los pueblos ante la colonia. Acompañó a todos los libertadores espiritualmente. Por eso hoy, esta piedad popular, está muy presente en medio del pueblo pobre y cristiano. 

Pero en esta fiesta de la Urkupiña se concentra toda esa experiencia de fe y devoción de miles de peregrinos, que quieren renovar su compromiso, renovar su relación afectiva ante Dios y sobretodo dejarse bendecir para vivir dignamente. Por eso no dudan en peregrinar muchos kilómetros, ponerse de rodillas y estar a los pies de la Madre de Dios. Ahí expresan todo su sentimiento religioso profundo.

Esta festividad no tiene un carácter exclusivo o preferencial, ahí confluyen todos, pobres y ricos, ciudadanos y políticos, bautizados y religiosos. Todos se unen en un solo sentir. Dios une a todos estos corazones. Es decir, la fe en Cristo y su devoción a la Madre de Dios. Por toda esta experiencia se logra, que todos sean capaces de vivir una sola fe, un solo amor, un solo sentir, dejarse guiar como hijos por una Madre que esta contigo.

En este ambiente masivo, podemos decir que Dios sigue revelándose a toda persona humilde, sencilla y que tiene abierto su corazón. Porque la misma historia nos lo dice, la fe ha provocado una conversión, un cambio de vida, un deseo de vivir más en relación con el respeto al otro, en el respeto a su naturaleza, en el respeto a la vida. Porque esta conversión nos empuja a vivir en cada uno de los peregrinos el cumplimiento de la voluntad del Padre, de experimentar la fidelidad a Dios para con nosotros, pero sobre todo la fidelidad nuestra en el compromiso social y de los hermanos. 

María nos revela,  en el Evangelio de Lucas,  en el magnificad, que Dios está al lado del pueblo, a lado de los sufren, a lado de los que están luchando por mejores días. Ella nos da su terminando de Dios, que escucha el clamor de los pobres y que no descansa hasta lograr que todos vivamos dignamente. Este grito de libertad frente a todas las estructuras de opresión, marginación y exclusión se hacen carne en la experiencia de fe de la Madre de Dios. Dios no se aparta en ningún momento de su pueblo. Ahí está para dignificarnos y darnos vida plena.

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PADRE CODINA

Guillermo Siles O.M.I.

Qué alegría me da tener en mis manos tu libro. “Diario de un teólogo del posconcilio”. Circulando por las diferentes páginas encontré una cantidad de experiencias de vida muy originales.

Yo te había conocido en Oruro cuando era recién un postulante a los Oblatos, pero ya desde ese momento me he quedado impactado por tu forma de ser  y por tus pequeñas charlas, llenas de mucha profundidad y testimonio. Luego pude experimentar.  ya profundamente tu pensamiento en las aulas del ISET.  Por eso, al poder leer muy atentamente tu libro, he podido comprender muchos episodios de una  vida, de un hombre de iglesia, que siempre has estado en permanente reflexión.

No puedo negar esa capacidad de investigador de las cosas de Dios, pero también del sentimiento de la gente, de construir un pensamiento desde la cercanía de una comunidad o desde la misma relación con las personas.
Algunos de tus conflictos pude conocerlo, puede escucharlo, pero sobre todo, pude compartirlo. Saber que tus ideas no eran sueltas, o un conjunto de frases rebuscadas, sino siempre he sentido que era producto de un discernimiento, de una reflexión profunda, de un deseo de dejarnos algo en nuestra vida.

Pude sentir que la realidad siempre te ha interpelado, siempre ha sido el horizonte de tu vida. Por eso tal vez que esos escritos y esa amistad que has compartido, siempre fueron digeridos y saboreados. Como tú mismo lo dijiste, te ha acercado más a la gente. Tu sensibilidad por la vida no está rebuscada sino sellada en tus escritos.

Me siento tan contento al saber que eres consciente, que tu llegada a Bolivia ha sido “providencial y fecunda”. Porque todos los momentos de tu vida están llenas de experiencia de Dios. Porque tú has asumido esa encarnación de Dios como la humanización de Dios.  Tal vez por eso siempre te has enfrentado a muchos desafíos y respuestas urgentes, a temas de actualidad, pero siempre en esa idea de transformar la conciencia religiosa para vivir una coherencia evangélica.

Fui tu alumno, tu discípulo,  en muchas materias, pero la que vivimos y reflexionamos, fue la teología de la liberación. Tu nos ayudado a entender este giro hermenéutico, este nuevo punto de partida de la reflexión teológica. Ahora entiendo muchas cosas, es que tú eras amigo de primera mano de esos constructores, de esta nueva forma de pensar a Dios. Tus amigos te han dejado beber tu propio pozo. Aunque ahora leyendo algunos párrafos, has vivido lo que muchos profetas lo hicieron, la censura, la persecución en tu pensamiento. Tal vez has afectado la sensibilidad de algunos obispos. De seguro, has experimentado el sufrimiento y la angustia de ser una persona no comprendida en su contexto.

He comprendido que ser teólogo en Europa no es lo mismo que en Bolivia, tu por eso te has inculturado, has paseado por los pueblos, por las comunidades y has creado relaciones de complicidad con personas sencillas y comprometidas. Pero eso no te ha impedido ser ratón de biblioteca, investigador, y un gran teólogo. Has planteado un nuevo “logos teologicus” como nos decías. Es decir, que el punto de partida es el pobre y este excluido.

Creo que hemos saboreado, y con gusto, la imagen de Dios que siempre nos has presentado. Un Dios misericordioso, un Dios que escucha la voz de los sencillos, ese Dios que escucha el clamor de los pobres. De ahí que nació una admiración para contigo, escucharte y meditar tus palabras siempre han sido edificantes.

En tu libro, “Diario de un teólogo del posconcilio”. Creo que nos muestra esas muchas millas que tienes a tu favor. El mirar la realidad desde lo local y lo global te hizo completo, porque en la cercanía con los que piensan y discutirlos con ellos ha permitido un gran aporte a la iglesia y a la vida religiosa en pleno.

Leyendo tus escritos, siento la capacidad que has tenido de ser, autocritico para con la iglesia,  con misma congregación y con tu mismo ministerio. No te has dejado intimidad ante nadie, al contrario has sido claro y propositivo. Por eso, este tu aporte, hoy está presente en todos tus libros. Pero sobre todo, en la gran misión que has tenido de acompañar a la Vida Religiosa en Latinoamérica y sobretodo de Bolivia, en la CLAR y CBR. Sin ninguna objeción has producido contenidos para acompañarnos y darnos un horizonte de vida en nuestra misión.
Tú dices que en algunos momentos de tu vida has experimentado la desolación, pero creo que también nos has enseñado a encontrar la consolación en esa desolación. Esa hermosa experiencia del desierto. Sabernos que debemos seguir caminando, pese a no ser comprendidos cabalmente, o como maestro que tus discípulos no vean esa necesidad de que este conocimiento es para la vida. Pero como vez, no todos hemos dejado caer tus ideas, sino que las hemos reservado como un tesoro y de vez en cuando, son expuestos.

En los últimos años hemos sentido como tu visión pneumatológica de la vida y de esa fuerza espiritual de Dios, no has contagiado a ser atentos y vigilantes para seguir caminando hasta vivir y experimentar, el Ya pero todavía, no.
Gracias Padre Víctor, hermoso regalo en este día. Dios te bendiga y te de siempre esa lucidez y mucha salud. Este libro será como una vitamina, un energizante espiritual. Tener en estas letras tu experiencia de vida, de fe, de esperanzas y tu gran sueño, es lo más bello que nos puedes regalar.
 Guillermo Siles Paz, OMI.

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