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Todavía recuerdo como si fuera ayer, cuando en la casa materna, mis padres elegían las sandías gigantes, las mazorcas más grandes, los más hermosos zapallos, las vainas más lindas….en fin todo lo más lindo y lo más grande de todas las variedades de todos los productos que se cultivaban en el potrero, con el único objetivo de sacar sus semillas, secarlas al sol para volver a sembrarlas el próximo año.
Lamentablemente esos hermosos recuerdos de infancia han quedado solo en hermosos recuerdos que los niños y jóvenes de hoy no creen. Y es que Ahora, ya no se puede sembrar la semilla que recogimos de nuestros anteriores cultivos; la industria nos ha esclavizado. Para producir medianamente bien, se debe comprar la semilla de cualquier producto agrícola de los proveedores, semilla que ha sido manipulada genéticamente para que solo sirva para una sola siembra. Así, nuestras semillas nativas que acompañaron a nuestros campesinos por generaciones y generaciones se han ido perdiendo y a cambio aparecieron estas otras que ahora hay que usar una vez, luego tirar y volver a comprar.
Pero no solo las semillas son las víctimas; la ropa, los celulares, los electrodomésticos, los artefactos digitales, los medicamentos; en fin casi todo lo que produce la industria, ahora tiene programada por anticipado el fin de su vida útil. Una impresora se bloquea y se vuelve inservible tras un cierto número de copias, una batería se convierte en chatarra tras cierto número de horas de funcionamiento, un automóvil es sacado de circulación tras cierto kilometraje de recorrido; casi todo en lugar de ser duradero y reparable es descartable, pero esta situación no es casual, responde a un interés de lucro económico de la industria que a través de este medio se ha propuesto someter a los consumidores a comprar de manera acelerada los nuevos productos y desechar los viejos, generando de esta manera una acelerada extracción de las materias primas de la naturaleza y una contaminación macabra del ambiente . Pero todo este rollo tiene su historia:
El 21 de octubre de 1879 Thomas Alva Edison presentó su sensacional invento; la primera lámpara incandescente cuya vida útil era casi ilimitada, duraba tanto que años más tarde los fabricantes de este producto pensaron que “Aquello que no se desgasta no era bueno para los negocios“; así nació el cartel PHOEBUS, un 25 de diciembre de 1924 se reunieron en Ginebra representantes de las principales empresas fabricantes de lámparas eléctricas entre las que se encontraban Osram, Philips y General Electric, con el objetivo de controlar la producción y el mercado. Para 1940, el cartel logró su objetivo: la vida útil de las lámparas era de mil horas (1). Así con aquellas ideas nació lo que hoy se conoce como obsolescencia programadabase de la sociedad de consumo actualo estilo de vida americano (American way of life), basado en la libertad, la felicidad y en la idea de abundancia en lugar de suficiencia.
Desgraciadamente esa idea se volvió parte de nuestra cultura; la mayoría de nuestros profesores en nuestras escuelas la reproducen; a principios de año piden libros y cuadernos exclusivos para cada materia; quedó atrás la utilización de los cartapacios donde uno solo pone las hojas necesarias y reutiliza las que sobran, se olvidaron de hacer cada año la feria de los libros usados para que los alumnos intercambien con sus compañeros lo que utilizaron el pasado añoy que aún es útil y esto sucede en todos los ámbitos de la vida.
Pareciera ser que todo está perdido y que nos estamos comiendo aceleradamente el único planeta que tenemos; pero no es así, en el mundo hay gente preocupada y ocupada de buscar alternativas y claro que los Estados y los gobiernos también tienen mucho que hacer al respecto, comenzando por tomar conciencia que así como vamos, vamos al despeñadero.
(1)http://marcianosmx.com/historia-obsolescencia-programada/
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