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El padre Yasmani terminó la misa deseándonos que fuéramos todos en paz, pero antes que nos levantáramos, la hermana Gracia tomó el micrófono y comenzó a hablar lo que habría dicho en el sermón si las monjas celebraran misa; “yo también quisiera que vayamos todos en paz, pero no podemos ir en paz sabiendo que en el mundo hay millones que no tienen lo suficiente para vivir dignamente; si solo tuviéramos lo suficiente, nadie pasara hambre; el tener más de lo suficiente produce miedo: miedo a perderlo todo, miedo a que otros tengan más que nosotros, miedo a que nos roben, miedo a que nos maten y eso nos hace infelices” sentenció la religiosa.
Ya afuera de la catedral le pregunté a la madre ¿Qué significa para usted tener lo suficiente?; “suficiente significa tener lo necesario para vivir, y lo bastante para ser feliz”. Y claro, la madre Gracia de este tema sabe más que suficiente, pues desde hace más de 30 años; organiza, dirige y mantiene un hogar, donde cientos de niñas y niños encuentran lo que han perdido en la vida.
Para demostrar que sus palabras tienen fundamento, me contó que en su pueblo (allá en Italia) un grupo de jóvenes organizó una singular actividad: después de la hora del almuerzo pasaron por todos los restaurantes recolectando toda la comida que no había sido vendida; “No vas a creer, pero reunimos tanta comida que comieron 3 mil personasy todavía sobró”, me explicó la madre Gracia.
Lo que pasa es que la industria cultural nos atrapa y nos conduce al consumismo; dios y religión del mundo industrializado y todo a través de la publicidad; la publicidad es esa fuerza poderosa que nos hace querer más, en lugar de estar satisfechos con lo suficiente; la publicidad es una fuerza persuasiva e influyente que está en todas partes: en la televisión, en la Radio, en las películas en los eventos deportivos,hasta en la sopa;evitarla o ignorarla disminuye su poder sobre nosotros y nos ayuda a vencer ese deseo de tener más y nos ayuda a aprender a estar satisfechos con lo suficiente.
El Pueblo Guaraní (por ejemplo) es un pueblo cuya cultura no contempla entre sus códigos la acumulación; acumular ¿para qué?, ¿para mañana?; si mañana no existe y no sabemos si el mañana llegará, dicen ellos. Esa característica cultural les permite a ellos trabajar solo lo necesario y disfrutar del resto del tiempo en otras actividades necesarias para ser feliz. En cambio en la otra cultura, la publicidad nos mete en la cabeza un estilo de vida que incluye coches caros, casas caras, tarjeras de crédito, cenas con amigos, viajes innecesarios, ropa de marca y por temporada, el último celular, el último perfume, el último computador, o sea más de lo necesario. Para sostener ese estilo de vida, esos deseos incubados por la publicidad en nuestros cerebros, necesitamos trabajar más para tener más dinero y cuando no logramos conseguirlo nos convertimos en unos perfectos infelices.
Como hacer para escapar del poder persuasivo y hasta impositivo de la publicidad?; lo ideal sería educarnos a tal punto que cuando vayamos al mercado seamos felices viendo allí tantas cosas que nosotros no necesitamos para vivir felices; pero como eso es casi imposible, se hace necesario que además desde los Estados se tomen las medidas legislativas necesarias para luchar contra este flagelo; por ejemplo: penalizando la publicidad que incite al consumismo y regulando la venta de alimentos chatarra en las Unidades Educativas. Finalmente todo depende de nosotros; si nosotros no compramos, los fabricantes no fabricaran; así de sencillo.
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