Opinion

GRACIAS AL FUTBOL
Desde el Chaco
Ubaldo Padilla Pérez
Jueves, 10 Octubre, 2013 - 18:57

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Hasta sus 17 años, Marcelino creía que el mundo en el que vivía (su comunidad) era todo el mundo; la escasa escuela a la que asistió, apenas le había enseñado a obedecer y a doblar la cabeza ante el patrón….. siempre.
No hubiese sido joven, no hubiese despertado a la realidad, no hubiese descubierto este otro mundo, si no hubiera salido de su mundo para entrar al cuartel donde dizque de acuerdo a la tradición, los muchachos se hacían hombres.

En el cuartel descubrió el fútbol, con el fútbol el trabajo en equipo, con el trabajo en equipo que “si bien uno a uno todos somos mortales,  juntos somos eternos” y que con la unión  nace la fuerza.
Un año de cuartel le bastó a Marcelino para aprender eso y no fue poco, porque ese aprendizaje fue la semilla y el tizón que germinó y atizó la rebelión de su pueblo en el Alto Parapetí.

Hace 35 años sucedió que Marcelino luego de volver del cuartel a su comunidad (Itacuatía), junto a otros 6 kereimbas, azadón en mano, se plantó frente al patrón para reclamar porque no les permitían  abrir una cancha para jugar al fútbol y porque no  quería comprarles un balón y unas camisetas para su equipo.

Ante la reiterada  negativa del patrón, Marcelino dejó el azadón y junto a sus compañeros abandonó la hacienda, abandonó a su familia, abandonó su tierra y su territorio jurando volver algún día a liberarlos. Eso fue hace 35 años; hace 35 años, cuando Marcelino era joven, cuando casi nadie en el Pueblo Guaraní quería ser Guaraní, cuando los antropólogos e historiadores hablaban  de los Guaraní como de un pueblo extinto.

Ahora,  cuando sabemos que eso no es cierto, encontré a Marcelino en el mercado, le pregunté si su lucha está dando resultados y me responde afirmativamente; el cree que sus ideas se convirtieron en ideales y por tanto se hicieron invencibles; cree que ahora ya no son solo 7 los rebeldes; que no fueron necesarias las flechas ni la balas, que con lápiz y papel fue suficiente; también está seguro que el actual gobierno es su gobierno y que de la mano de él están llegando buenos tiempos para su pueblo.

Su situación económica no ha mejorado mucho, sigue sin comer por lo menos 3 veces al día, sigue viviendo en una casita que no se parece a casa; sigue mendigando algunos libros de medio uso para que sus hijos los utilicen en la escuela que aún no se parece a la escuela que soñó en sus sueños; Marcelino ha gastado a prisa su vida, la ha quemado como vela para hacer luz cuando su pueblo caminaba en tinieblas, el dice que aún no puede dormir tranquilo; aunque ya no es dirigente, aunque ya no tiene las fuerzas ni los años de hace 35 años, continua en la lucha, asesorando y aconsejando, a los jóvenes dirigentes como un auténtico Arakuaiya.