Opinion

EL PATIO TRASERO DE PUTIN
Cara o Cruz
Raúl Peñaranda U.
Viernes, 28 Marzo, 2014 - 10:52

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Me agarro de una idea de Gonzalo Mendieta, que yo adapto a la siguiente proposición: EEUU no tiene legitimidad para criticar la reciente decisión de Rusia de invadir y anexarse la península de Crimea, que antes pertenecía a Ucrania.

La actitud de Vladimir Putin ha sido apoyada por la mayoría de la opinión pública de su país y es incluso aceptada por la (declinante) prensa independiente y crítica, que hace notar que el 60% de la población de Crimea es de etnia rusa, que un porcentaje aún mayor habla ese idioma y que la península fue parte de la Unión Soviética hasta que el ex premier Nikita Kruschev la “entregó” a Ucrania en 1954.

No podemos, obviamente, aceptar que una potencia, como lo es Rusia, invada a un país de infinitamente menor poderío, como Ucrania, violando numerosas normas y acuerdos internacionales. Pero las potencias suelen hacer eso, mal que nos pese: violar las leyes internacionales.

Y es allí donde EEUU no tiene credibilidad cuando critica a su contraparte rusa. Mendieta recordaba que EEUU invadió Grenada en 1983, una minúscula isla caribeña, para sacar del poder a Bernard Coard, que había abrazado ideas socialistas. Años después EEUU tomó Panamá para deponer a Manuel Noriega. Lo que me hace reflexionar, entre paréntesis, sobre cómo ha cambiado la correlación de fuerzas en las Américas. El breve régimen de Coard propuso ideas menos radicales que las que hoy presentan presidentes como Nicolás Maduro o Rafael Correa, pero, claro, ahora es imposible sacarlos del poder por la fuerza. Ni EEUU tiene el poder para hacerlo ni esos pueblos lo permitirían.
Pero invadir Granada y Panamá fueron sólo dos de tantos ejemplos. El Ejército norteamericano, durante el siglo XX, ocupó, a veces por largas temporadas, Puerto Rico, México, Haití, República Dominicana y Nicaragua, cambiando gobiernos contrarios o sustentando a regímenes amigos. Estaban en su patio trasero. Y, a diferencia de Crimea, ninguno de esos países tenía lazos culturales o lingüísticos con EEUU.

EEUU, puertas adentro, es una democracia que, peses a sus limitaciones y defectos, se muestra vibrante. Pero puertas afuera es tan poco respetuoso de los derechos de otros pueblos como lo es Rusia. Invadió Vietnam y Corea, por ejemplo, para “combatir al comunismo” como décadas después ocupó Irak y Afganistán para “combatir el terrorismo”. Moscú, por su parte, también invadió Afganistán para “defender la estabilidad regional”, como envió tanques a Checoslovaquia en 1968, anexó las repúblicas bálticas en 1939 y tomó Polonia ese año. En tiempos más recientes mandó ocupar Abjasia y Osetia del Sur. Es el patio trasero ruso.

No puedo dejar de mencionar, sin embargo, que si bien la democracia norteamericana tiene limitaciones, sobre todo por la forma como el dinero ejerce una influencia enorme en la política, son respetados los derechos de las personas: no han existido, por ejemplo, cantantes detenidas en cárceles por desnudarse en iglesias, como ocurrió con el caso de las integrantes del grupo musical Pussy Riot, una de las cuales incluso fue enviada a una cárcel de Siberia. Tampoco se aprueban leyes contra los derechos de los homosexuales ni se clausuran revistas críticas ni sus presidentes se cambian a primeros ministros cuando terminan sus mandatos (Putin, que es un dictador, está en el poder desde el año 2000).

En la lista de países que han violado los derechos de otros pueblos militarmente más débiles en años recientes (para no retrotraernos a los griegos, los incas o la Guerra del Pacífico) podemos incluir a muchos más que sólo EEUU y Rusia. Cómo enfrentar esa situación es un desafío para las personas que creen en que es posible una convivencia pacífica entre naciones y que deben ser reforzados los mecanismos que hagan operativas las leyes internacionales. Ojalá todos los países fueran como Costa Rica, que se deshizo de sus FFAA creyendo, adecuadamente, que un pueblo es más seguro cuando más se desarrolla y es más democrático. A propósito, Costa Rica sale consistentemente en el grupo de los países con población más feliz del mundo… / Raúl Peñaranda es periodista