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El Gobierno se ufana de que hayan fracasado las protestas contra el Dakar en La Paz. Yo añado que eso es verdad y, también, que tal vez no importe, porque los activistas deben estar dispuestos a enfrentar batallas que, casi con seguridad, perderán. El quijotismo aporta un grado de compromiso que otros valoran. ¿Se imaginan que las personas solo lucharan por lo que están seguras de ganar?
Además, contra la llegada de cientos de autos, camiones, motos y cuadriciclos, en un show espectacular, transmitido en directo por cadenas internacionales y por el canal estatal, era difícil actuar. Los vecinos, obviamente, ante la curiosidad de ver cómo resultaría la fiesta, salieron a las calles. Pero debemos añadir que no por ir a alentar a los competidores esos paceños respaldan a Evo. No.
Es evidente que las movilizaciones populares de los sectores contrarios al régimen son por lo general débiles, aunque algunas, como las protestas por la falta de agua, fueron un poco más numerosas. Saben los activistas opositores lo difícil que es que la ciudadanía salga a la calle a protestar contra el Gobierno. Mientras tanto, el oficialismo impacta con sus movilizaciones de simpatizantes, que ocupan por miles las plazas.
El activismo callejero, para esos opositores, se ha trasladado al activismo de las redes sociales, más fácil de desarrollar, y tal vez, más eficiente. Son cientos de miles los bolivianos que comparten ideas, memes, fotos y denuncias contra el Gobierno. Y por ello el régimen, que sí llena las calles, está perdiendo en el combate de las ideas y en las encuestas.
Junto con ese activismo opositor está el voto popular. Evo Morales no ha ganado en La Paz ni en la mayoría de las ciudades capitales ninguna elección popular, ya sea de tipo presidencial o local, desde que llegó al poder. Esos sectores contrarios al Gobierno, que no son solamente de clase media, sino también de sectores populares, finalmente lograron vencer una elección nacional el 21 de febrero pasado, implicando ello un hito en el camino del régimen. Desde entonces, las encuestas señalan que Morales volvería a perder otro referéndum o en eventuales comicios electorales si se enfrentara a Carlos Mesa. Aún más, una encuesta de ATB de noviembre pasado estableció que no solo Mesa podría obtener un resultado importante contra Morales sino cualquier candidato opositor. Si solo fuera Mesa la amenaza, ya sería suficientemente grave. Pero ATB nos revela que cualquier otro está en posibilidad de vencer. De ahora en adelante, ya no hay vuelta. Con o sin Dakar, Morales y su Gobierno pierden algo de respaldo cada mes en los sondeos. Su discurso, sus propuestas y su estilo están en retirada, y las ideas opositoras, en crecimiento. Así nomás es.
Eso es lo que he llamado “el fin del ciclo” del MAS en el poder. Ese fin de época es también económico, por la baja de los precios de las materias primas que exportamos, e internacional, porque Morales casi ya no tiene aliados en la región (por eso tuvo que viajar hasta Centroamérica para congratular a uno de sus últimos cuates sobrevivientes, Daniel Ortega, que inició su cuarto mandato consecutivo. Ortega nunca ha venido a Bolivia a abrazar a Evo). Cuando se produzcan las elecciones de 2019, el vecindario lucirá para Evo muy distinto a cómo aparecía años atrás: no verá entre los presidentes a Correa, Lula o Dilma ni Néstor o Cristina, sino a líderes de derecha, adversos a su retórica nacionalista, estatista y antiestadounidense que tanto le gusta propalar. Tal vez para entonces haya caído también Nicolás Maduro en Venezuela. Y enfrentará unos comicios, por primera vez en su vida, sin ser favorito.
Por eso los activistas opositores, sin dejar de luchar y de convocar a los ciudadanos a protestar, no deben obsesionarse con supuestas movilizaciones fracasadas, como la del Dakar. Ahora, a diferencia del pasado, tienen que saber que hay una luz al final del túnel. / Raúl Peñaranda U. es periodista. Twitter: RaulPenaranda1
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