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Donald Trump aterrizó este sábado en Arabia Saudí dispuesto a hacer negocios, sellar acuerdos y cerrar filas con países aliados islámicos. En el arranque de su gira internacional, el presidente republicano firmó en Riad el mayor contrato de venta de armamento de la historia estadounidense por 110.000 millones de dólares (98.000 millones de euros) para modernizar el Ejército mejor dotado de Oriente Próximo, después del de Israel.
Mientras crece la polémica política en Washington, el controvertido mandatario se dispone a estrechar relaciones con la dinastía de los Saud, con las monarquías del Golfo y con medio centenar de países musulmanes suníes a los que enviará el domingo un mensaje de unidad frente al yihadismo y el auge político y militar del Irán chií.
Apoyado en un bastón, el rey Salman, de 81 años, recibió efusivamente a pie de escalerilla del Air Force One a la pareja presidencial. Las imágenes mostradas por el canal panárabe Al Yazira mostraron al monarca saudí estrechando la mano a Trump y a su esposa, Melania, que iba con la cabeza descubierta, al igual que ya hicieran recientemente la canciller alemana, Angela Merkel, y la primera ministra británica, Theresa May. Trump, sin embargo, criticó a través de Twitter hace dos años a Michelle Obama por no portar el velo islámico. Fue un recibimiento de alfombra roja oficial y gran pompa de condecoraciones, pero con escasa presencia popular. Banderas estadounidenses jalonaban la ruta desde el aeropuerto por avenidas vacías, decoradas con fotos del monarca saudí y del presidente estadounidense con el lema Juntos, nosotros triunfamos.
El presidente viaja acompañado por su hija Ivanka, también con la cabeza descubierta, y por su yerno Jared Kushner, a quien la prensa estadounidense atribuye un papel clave en la mediación para cerrar el contrato con las principales compañías de armamento de EE UU. También le acompañan el secretario de Estado, Rex Tillerson, y Sean Spicer, portavoz de la Casa Blanca, entre otros altos cargos de su Administración. Junto con el jefe de la diplomacia saudí, Adel al Jubeir, Tillerson defendió "un programa de defensa común" entre amos países, ante "la maligna influencia de Irán", y lanzo una advertencia directa al recién elegido presidente Hasan Rohaní para que suspenda las pruebas de misiles balísticos de Irán.
Arabia Saudí ha mostrado entusiasmo a la hora de reeditar la alianza sellada con Washington tras la Segunda Guerra Mundial, después del periodo de desconfianza surgido durante el mandato de Obama, quien hace dos años fue recibido en Riad con extrema frialdad en su última visita. Su Ejército —que cuenta con 227.000 militares–- fue el cuarto mayor comprador de armas mundial en 2016, con un gasto de 63.700 millones de dólares, según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación por la Paz (SIPRI, en sus siglas inglesas). La hegemonía de su Fuerza Aérea en el Golfo se basa precisamente en la superioridad de los F-15 de fabricación estadounidense, que se va a ver reforzada con la adquisición de 84 F-15 SA, la versión más moderna del cazabombardero, así como de 150 helicópteros Black Hawk Apache y de sistemas de misiles.
"El contrato de material y servicios de defensa refrenda nuestro tradicional apoyo a la seguridad de Arabia Saudí y del Golfo ante las amenazas iraníes, y contribuye a incrementar la lucha antiterrorista en la región para liberar la carga que recae sobre las tropas de EE UU", destacó un portavoz estadounidense citado por la agencia France Presse. En el plano civil, Riad ha suscrito acuerdos comerciales con dos decenas de empresas norteamericanas, como Boeing o Citibank, que por primera vez podrán controlar el 100% del capital de su inversión en el país árabe. La compañía General Electrics anunció que ha cerrado contratos por importe de 15.000 millones de dólares en el marco del programa saudí de diversificación de su economía, predominantemente dependiente del petróleo. Trump espera sumar unos 270.000 millones de dólares en megacontratos comerciales en Arabia Saudí.
Al margen de la consolidación de la relación bilateral con Riad, a cuyos gobernantes otorga con esta visita un papel de preeminencia en el mundo islámico —desde África hasta Asia– Trump aspira a reconstruir el domingo los puentes de EE UU con más de 1.200 millones de musulmanes de todo el planeta. Con su mensaje de mañana en la capital saudí, va a emprender un radical giro revisionista de la estrategia de su predecesor en la Casa Blanca.
El discurso de Barack Obama en El Cairo de 2009, instando a las reformas democráticas, y el acuerdo nuclear con Teherán de 2015, para intentar promover la estabilidad en la región, se van a trocar en un previsible auto de fe de reconocimiento de las autocracias que rigen la vida de casi la quinta parte de la humanidad y en la forja de un amplio frente de rechazo al desafío expansionista iraní en Siria y Yemen. “Voy a hablar con los líderes de los países islámicos para instarles a combatir el odio y el extremismo e impulsar un futuro pacífico para su religión”, dijo el presidente antes de iniciar la gira, dejando atrás el discurso político de la campaña electoral en el que planteaba vetar la entrada a EE UU a todos los musulmanes.
“Va a pedir a nuestros socios que den pasos decididos para enfrentarse al ISIS y a Al Qaeda, y a quienes perpetúan el caos y la violencia que golpea al mundo islámico y más allá”, precisó su consejero de Seguridad Nacional, Hebert Raymond McMaster. “Será un discurso que pretende unir en contra de los enemigos de todas las civilizaciones y mostrar nuestro compromiso con los aliados musulmanes”, enfatizó el exgeneral McMaster, un experimentado militar respetado por su visión intelectual y que rechaza la islamofobia.
El mensaje de la que ya ha sido bautizada como gran cumbre del mundo islámico con EE UU va dirigido ante todo a la lucha contra el yihadismo. Trump quiere dejar claro que derrotar al Estado Islámico es la prioridad máxima de su política internacional. Para ello propondrá dotar de ayuda financiera, militar y de informes de inteligencia a las fuerzas que combatan al ISIS sobre el terreno. El Gobierno saudí inaugurará durante la vista del mandatario republicano un observatorio digital de las actividades yihadistas, con el objetivo de contrarrestar su guerra ideológica y la captación de combatientes y activistas en la Web.
Pero esa misma estrategia de cooperación tendrá el doble uso de frenar también la expansión militar de Irán y de sus milicias chiíes filiales en la región, como la libanesa de Hezbolá en la guerra de Siria (320.000 muertos, 145.000 desaparecidos, cinco millones de refugiados...), o la rebelión Huthi en Yemen (10.000 muertos, hambruna, epidemias...) respaldada por Teherán y combatida por Riad y sus aliados. Paralelamente a estos encuentros, se celebrará un foro para la lucha contra el terrorismo y el extremismo patrocinado por la coalición militar islámica antiterrorista, creada en 2015.
En Riad, epicentro de la estricta tradición musulmana wahabí, del rigorismo religioso del que ha brotado el extremismo, la llegada de Trump y su séquito ha propiciado un inusual concierto. El cantante de country Toby Keith actuó en la noche del sábado junto al músico saudí Rabeh Sager ante una audiencia exclusivamente masculina y adulta en la capital del reino. Keith es conocido por sus letras nacionalistas, en las que alaba la misión de las tropas norteamericanas en Afganistán o Irak, y por los temas en los que glosa las bondades del alcohol en los bares del Medio Oeste que frecuenta.
Fuente: El País
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