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La vitrina del museo argentino donde se exhibieron los restos de la indígena Margarita Foyel luce vacía. Ahora, casi 130 años después de morir prisionera de la ciencia, Foyel regresa a la tierra "para que sus huesitos descansen en paz".
En 1884, la mapuche Foyel llegó al recién inaugurado Museo de Ciencias Naturales de la ciudad bonaerense de La Plata y pasó los últimos tres años de su vida allí, expuesta como una pieza viva ante los visitantes.
Cuando murió, a los 33 años, hicieron lo mismo con sus huesos, su cuero cabelludo y su cerebro.
Después de que la presión popular obligase a retirar sus restos de la exhibición en 2006, una caravana partirá hoy hacia la localidad patagónica de El Foyel, para acompañar su traslado y participar en la ceremonia funeraria colectiva de la comunidad mapuche Las Huayatecas.
"Está volviendo a su territorio, donde va a ser sepultada cómo corresponde, en la tierra, esa tierra que tanto peleó toda la gente y nuestros antepasados", dice a Efe Mirta Ñancunao, integrante de esta comunidad.
"Desde el punto de vista mapuche, los territorios son una unidad indivisible entre persona, fuerzas de la naturaleza, gente viva y antepasados", explica Víctor Quillaqueo, historiador e integrante del Grupo de acceso jurídico por el acceso a la tierra (Gajat), que acompaña a la comunidad.
Foyel formó parte del último grupo de indígenas que resistieron con las armas la campaña militar argentina conocida como la Conquista del Desierto, con la que el Gobierno derrotó a los pueblos originarios del sur argentino que no aceptaban su dominio.
Inicialmente, corrió la misma suerte que centenares de prisioneros indígenas y fue trasladada a la isla Martín García, ubicada en la desembocadura del río de La Plata. Hasta que el naturalista Francisco Pascasio Moreno, más conocido como Perito Moreno, la reclamó, junto a sus tíos -el cacique Inkayal y su esposa-, para su nuevo museo.
"Las mujeres eran obligadas a tejer los tejidos que pasaban a estar exhibidos en las salas, a trabajar en el museo y eran piezas vivas", describe a Efe el coordinador del Grupo Universitario en Investigación en Antropología Social (Guíías), Fernando Pepe.
"Había pintores que los retrataban (a los indígenas), los obligaban a posar, antropólogos que los pesaban. Inakayal se negaba reiteradamente, ejercía una resistencia pasiva", continúa.
Según testimonios de la época citados por Pepe, los cautivos "estaban desnutridos, en condiciones de hacinamiento, malestar psicológico, sucios y mal alimentados".
El colectivo Guíías sostiene que al menos seis indígenas fallecieron en esta institución por causas desconocidas o enfermedades curables en ese momento, como la afección pulmonar que terminó con la vida de Foyel.
"La restitución significa reivindicar la dignidad de nuestros antepasados que han sufrido tanto como parte del genocidio que hizo el Estado contra nuestro pueblo en lo que llaman Conquista del Desierto", afirma Ñancunao.
"Tiene una importancia espiritual, simbólica y política muy grande para nosotros poderla traer al territorio y que descansen en paz sus huesitos", agrega.
A la inhumación están invitadas las comunidades originarias y también todas aquellas personas no originarias siempre que respeten las reglas ceremoniales mapuches, como un rígido código de vestimenta y la exclusión de ofrendas habituales en los entierros cristianos, como flores o velas.
El funeral se retrasó un par de veces ante la dificultad para distinguir su cerebro del de Inkayal y su esposa entre aquellos guardados en formol en el museo, por lo que recurrieron a una machi o consejera espiritual.
Alcanzado un consenso, salvo imprevistos de última hora, los restos de Foyel serán devueltos a la Madre Tierra y su comunidad "recibirá la fuerza de sus antepasados" para seguir resistiendo, concluye Quillaqueo. (EFE)
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