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A un año de las elecciones nacionales, es posible afirmar que el debate entre los partidos políticos será un debate de las diferencias secundarias entre los contendientes. Si nos atenemos a la contraversia de los últimos años, entre el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) y los partidos de oposición, efectivamente la discusión girará alrededor de temas de segunda importancia, desde el punto de vista de proyectos estatal y social.
La razón de ello radica en que en la propuesta de todos los partidos políticos, el mercado ocupa un sitial de primera importancia, en la formulación de políticas económicas y sociales. Algunos, como el MAS, tratan si bien es cierto no de ignorar el tema, al menos de hacerse de la vista gorda, mientras que los otros señalan abiertamente la importancia del mercado. Ello, pues, nos ubica, grosso modo, nuevamente en el escenario teórico de las opciones políticas y económicas ensayadas desde mediados de la década de 1980 y conocidas comúnmente como “neoliberalismo”. Por otra parte, pero, también nos obliga a repasar las características del proyecto ensayado por el MAS durante los últimos años, bajo la pomposa denominación de “socialismo del siglo XXI”, a decir de Alvaro Garcia Linera.
Desde ya, recordemos que el MAS, al asumir el gobierno el 2006, ha tenido la misión de abortar la perspectiva del advenimiento de lo nacional-popular y de alternativas situadas más allá del liberalismo. La funciòn del MAS, desde el punto de vista de los requerimientos del capital, ha sido la de desviar las pulsiones comunitarias de la sociedad civil boliviana, en estado de rebelión. Han contribuido razones más de orden simbólicas que programáticas e ideológicas, las que han llevado a los consecutivos triunfor de este partido, en las elecciones de 2005 y 2009. Se trataba del costo que una sociedad tan abiertamente racista como la boliviana, al fin de cuentas tenía que pagar, para -repitiendo a Marcelo Quiroga Santa Cruz- cambiar a fin de que nada cambie. El falso supuesto que Evo Morales representaba la llegada del primer presidente indígena más ha servido para que los organismos internacionales tuvieran mayor cobertura, en su afán de consolidar un proyecto liberal, porque en lo interno (al margen del injustificado nerviosismo de los grupos sociales más racistas) aquella falsedad ha tenido poca utilidad. Lo tuvo, precisamente gracias a la oposición de los indígenas de tierras bajas (agrupadas en torno a la CIDOB) y de tierras altas, organizados en torno al CONAMAQ, con lo que la careta de supuesto indígena y además, presidente popular del binomio Evo Morales – Garcia Linera terminó de derrumbarse.
En lo económico y en lo político, el programa del MAS terminó de agotarse con la simple conversión de la economía hacia el capitalismo de Estado y la cooptación del movimiento indígena, a la lógica liberal, en lo político. Tengamos presente que, cuando hablamos de cooptación, hablamos pues de la incorporación subordinada de este sector, al ámbito estatal; es decir, a la des-etnización en definitiva. El “programa” que el masismo ahora comienza a levantar como exitoso, se reduce pues a estas simples medidas. La construcción de carreteras, del teleférico, la adquisición del satélite, la expansión de la cobertura energética y la inauguración de innumerables canchas de futbol con pasto sintético (que, por lo demás, es muy anti-ecológico) son, en esta lectura, simplemente elementos secundarios. Lo son, porque lo que en el malestar de la sociedad y el Estado bolivianos, hace una década, se ha demostrado, es precisamente la inaplicabilidad histórica, de un proyecto liberal y capitalista de Estado.
Por su parte, los partidos de la denominada “derecha” boliviana han mostrado no tener una alternativa, con respecto al proyecto del MAS. Puede decirse que en gran medida, el MAS ha vaciado las posibilidades de aquella “derecha” al cumplir obligaciones que ésta, en su momento (que fueron los más, en la historia boliviana) no las ha asumido. Tareas tales como la vinculaciòn caminera, el desarrollo de las comuniaciones, la ampliación de los servicios de electricidad, simplemente no fueron tomadas en cuenta, históricamente, por estos sectores. Claro que ninguna de estas obligaciones cuestionan a la lógica del mercado y del capital. En ese orden, la opción de la “derecha”, en lo político, se reduce a un retorno imposible, al estado de cosas anterior a la crisis estatal y en lo económico, a la “mejor” administración del excedente (algo también dudoso, a la luz de la experiencia histórica).
El centrista Movimiento Sin Miedo (MSM), al igual que las dos anteriores opciones, se enmarca en los principios fijados por el mercado. Aunque en este caso no se puede decir que este partido pretenda un retorno imposible, al menos sí es pensable asumir que su contenido programático se reduce a la “flexibilización” política, de la rigidez demostrada por el MAS. Este partido, se asume como una mejor opción, porque en definitiva se distancia de las perspectivas derechistas y a la vez del autoritarismo del MAS, pero, por supuesto, no de la lógica del mercado en lo económico y de la lógica liberal, en lo político.
Vistas así las cosas, queda claro que por ahora, nos continuamos moviendo en la ola larga que las políticas de libre mercado (el neoliberalismo) trazaron, así como en la lógica de la colonización interna, en lo político, implementada desde la fundaciòn de nuestra república. En esta lectura, llamémosla estructural, Evo Morales ha sido, para el movimiento indígena, efectivamente un mal necesario. Aunque, desde el punto de vista del sistema, Morales y los supuestos socialistas de su gobierno, no fueron sino los aliados de emergencia, gracias a los que lograron temporalmente reproducirse. Con todo, pero, las olas largas en lo económico y en lo político, ocupan más de una década de nuestra historia. Por ello, es posible afirmar que, al menos para las elecciones del próximo año, no habrá el espacio político, social ni ideológico para que en la sociedad boliviana puedan discutirse proyectos alternativos. Ni siquiera habrán espacios para que la discusión pueda retormar las demandas nacionales de los tiempos de la convulsión social y política, es decir de principios del presente siglo. Así, las cosas, pues, resulta claro que comenzaremos a asistir a fingidos debates, sobre temas de segunda importancia, en los que, muy probablemente, los contentiendes no tengan mejor opción que el demostrar el público el cúmulo de ignorancia que cargan consigo.
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