GABRIELA ZAPATA

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Con el recurso de casación, la expareja del presidente Evo Morales pretendía impugnar la sentencia, que la condenó a 10 años de cárcel.
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Guzmán fue enviada la cárcel de Obrajes en mayo de 2016, luego de que se la involucrara en la presentación en juzgado de un niño que se hizo pasar por el hijo de Zapata y el primer mandatario.
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Zapata ya fue sentenciada a una pena de 10 años de cárcel por usar sus influencias para conseguir beneficio económico ilegal. Ahora enfrenta una nueva condena.
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El fiscal departamental de La Paz, Edwin Blanco, explicó que el Ministerio Público decidió desestimar el procedimiento abreviado porque considera que tiene elementos sólidos para ir a un juicio oral.

La Zapata

Juan José Toro Montoya

Conocida como fue la sentencia contra Gabriela Zapata, pregunté cómo se identifica más a esa persona: ¿Por su nombre completo?.. ¿La Gaby?.. ¿La Zapata?

Puede que la pregunta resulte frívola ante la dimensión del hecho. Después de todo, el juicio contra La Zapata fue —y es— algo más que un proceso judicial. Fue una muestra de cómo se puede manipular la justicia para conseguir un fallo que no busca reparar un daño sino distraer la atención del fondo del asunto: tráfico de influencias.

Pero no puede haber frivolidad cuando se ponen en la balanza actualidad e historia. Para la actualidad, la importancia del juicio radica en la subordinación de un poder del Estado (el Judicial) no a otro poder sino a un partido político y sus decisiones cupulares. Para la historia, pesan más los detalles (ahora aparentemente triviales) que ayudarán a recordar este hecho en el futuro.

Un ejemplo del peso histórico de las frivolidades es el de Juana Sánchez, la más célebre de las amantes que tuvo Mariano Melgarejo. Se llamaba Juana Sánchez Campos pero, en su tiempo, la mayoría la conocía como “la Juanacha” porque así la nombraba el déspota. “De la Juana heroína sola”, dice el texto de una imagen de la época, una auténtica caricatura titulada “La vida o la bolsa” en la que se ve a la mujer y al tirano en un resumen de lo que fue su tumultuoso romance: abuso de poder y tráfico de influencias.

Hoy, 146 años después de la muerte de Melgarejo; pocos, casi nadie, se acuerdan de esa caricatura y el apelativo de “Juanacha” es prácticamente desconocido. Muchos, eso sí, saben quién fue Juana Sánchez. El nombre de la amante se hizo histórico y, pasando por encima de lo que fue la actualidad —“la Juanacha” del siglo XIX—, se impuso vinculado a lo que fue: más célebre de las novias que tuvo Mariano Melgarejo

A la novia de Evo Morales se la conoce más como La Zapata. Todos saben quién es pero pocos usan su nombre completo, Gabriela Geraldine Zapata Montaño. Cuanto más se le dice Gabriela Zapata. Alguna que otra vez se la mentó como Gaby. Lo más probable es que en el futuro se imponga su nombre simplificado de Gabriela Zapata, como pasó con Juana Sánchez.

De Juana Sánchez no se recuerda detalles. No se dice qué influencia ejerció en los nombramientos que favorecieron a sus familiares, incluido el hermano que después mató a Melgarejo. No se habla mucho de que se enriqueció gracias a su romance con el déspota. Ni siquiera se dice que ella también amasó su fortuna con regalos que le dieron sus amantes.

En el futuro se hablará poco de cómo se libró a altos dignatarios de Estado de ser incluidos en el juicio a Gabriela Zapata. Con excepción de los investigadores, pocos recordarán el embrollo del supuesto hijo que no existe en la realidad pero estuvo (creo que todavía está) inscrito en la partida número 51 del libro 42 de la Oficialía Colectiva del Registro Cívico número 15 de Cochabamba. Casi nadie se acordará de los millonarios contratos que la empresa china Camce consiguió mientras Gabriela Zapata era su gerente comercial. No creo que algún historiador verifique si esos contratos se ejecutaron a satisfacción del Estado boliviano. Lo que más se recordará es que Gabriela Zapata, más conocida ahora como La Zapata, se enriqueció rápidamente gracias a los regalos de sus novios. Se dirá que la suma de los contratos que firmó su empresa sobrepasó los 500 millones de dólares. Algún investigador detallista verificará que no hubo un caso así en la Bolivia de entonces (es decir, la de hoy). La mayoría se acordará que existió esta mujer. Y Lo que más se recordará es que fue la más célebre de las amantes que tuvo Evo Morales.

   

 

  

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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La base de la acusación son los millonarios depósitos en las cuentas de Zapata y los pagos en efectivo que realizó para comprar bienes inmuebles, autos y empresas, entre otras propiedades.
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Para Quiroga, el vicepresidente salió de nuevo con una “fabula de Zapata que no se la traga nadie”. Desafió al Gobierno a decir qué personas destacadas designó en la justicia durante los últimos 10 años.
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La exnovia del presidente está acusada formalmente por los delitos de asociación delictuosa; legitimación de ganancias ilícitas; falsedad ideológica; uso de instrumento falsificado; contribuciones y ventajas ilegitimas; uso indebido de bienes y servicios públicos.

NO FUE ENTREVISTA

Juan José Toro Montoya

Aclaremos qué es una entrevista: El Diccionario de la Real Academia Española la define como “acción y efecto de entrevistar o entrevistarse” en tanto que “entrevistar” es “mantener una conversación con una o varias personas acerca de ciertos extremos para informar al público de sus respuestas”.

Esas acepciones se refieren a la entrevista en general, sin hacer distinciones, pese a que existen varios tipos de entrevistas y la periodística es apenas uno de ellos. Y su elemento sustancial es la existencia de dos o más personas; es decir, una o más que preguntan y una o más que responden.

La palabra entrevista está compuesta por entre, que viene del latín inter, que quiere decir “en medio”, y por vista que deriva del verbo latino videre cuyo significado es “ver”. Por ello, se dice que la entrevista es esencialmente periodística porque apunta a ver en medio de las cosas como una forma de buscar la verdad.

Pero ese no es el único origen etimológico de la palabra. En la Francia del siglo XI se utilizaba el verbo entrevoir  para decir “verse los unos con los otros” o “verse entre sí”.

En todos los sentidos, incluido el judicial, la entrevista significa poner a uno o unos, que preguntan, frente a otro u otros que responden.

En el caso de la supuesta entrevista que se le habría hecho a la señora Gabriela Zapata, no existen dos o más personas. Está una, ella, y nadie más.

Es cierto que el producto emitido el domingo por la red ATB es técnico así que dos o más personas debieron participar en su elaboración (el director de contenidos de la red, Jaime Iturri, dijo que fue él quien la editó) pero eso no la convierte en entrevista. Para llamarla tal, tendría que haber aparecido el entrevistador, así sea de espaldas o con el rostro y las voces distorsionadas.

Pero el hecho es que ni siquiera la grabación fue mérito de ATB. El propio Iturri admitió que el material llegó a su red y esta decidió emitirlo: “Nos ofrecieron material, nosotros vimos que valía la pena mostrarlo. Nosotros editamos, yo edité, personalmente. Nos ofrecieron el material con una condición: que no se supiera quién era y que no se escuchara su voz”.

La confidencialidad puede formar parte de una negociación para obtener informaciones o entrevistas. Puede ser que el tema del que se tratará en la entrevista pone en riesgo la vida del o los entrevistadores o del o los entrevistados pero, en ese caso, existen maneras de proteger la identidad de la parte vulnerable. En todo caso, el medio conocerá las identidades resguardadas, especialmente del o los periodistas que hicieron la entrevista. No se puede armar un espectáculo hollywoodense y mandar a un Sean Penn a hacer el trabajo de un periodista.

Lo que parece haber ocurrido con ATB es que alguna o algunas personas hicieron la grabación de manera casi profesional ya que, pese a haberse hecho supuestamente en una cárcel, existe buena iluminación y la “entrevistada” está notoriamente arreglada, con un cabello recogido que la muestra vulnerable pero no la deja mal.

Ella y solo ella aparece en la grabación. No se sabe cuáles fueron las preguntas y solo se la oye repetir la versión del gobierno.

Para que una entrevista sea tal, no solo debe contar con requisitos como la existencia de dos o más personas, preguntas, respuestas, etc. sino que también se le debe dotar de credibilidad. La entrevista es confiable cuando la preparó y la hizo un medio, a través de uno o más periodistas competentes. Difundir un material ajeno que fue “ofrecido” es tanto como convertir un panfleto (o propaganda) en noticia. Y eso no es periodismo.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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Según una denuncia replicada por María Galindo, Zapata no come ni duerme con las demás reclusas de la cárcel de Miraflores.

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