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El Departamento de Potosí conmemora los 206 años de su gesta libertaria en medio del eterno tira y afloja del oficialismo y la oposición. Como se trata de un juego político cíclico, es mejor ignorar los afanes partidarios y orientar la atención hacia los problemas regionales.
Uno de los mayores problemas de Potosí es la migración. Con los más bajos índices de desarrollo humano, este Departamento es uno de los principales expulsores de habitantes y su crecimiento poblacional es paupérrimo. Hubo un censo en el que, incluso, registró tasa negativa; es decir, disminución en vez de incremento de pobladores.
La pobreza extrema no es la única causa de la migración. La proximidad de Argentina, cuya fama de nación rica no decreció ni siquiera en los peores años de su crisis, es un atractivo para los jóvenes del área rural que, al no encontrar futuro en su tierra, prefieren probar suerte más allá de la frontera.
Pero la migración también es interna. La bonanza minera atrajo a grandes cantidades de personas a la capital de Departamento. Seducidos por los altos jornales que pagaba la minería cooperativizada, muchos llegaron de las provincias y se instalaron en los barrios periurbanos. Si no encontraron dónde instalarse, construyeron literalmente sin criterio y dieron paso a nuevas urbanizaciones alejadas del centro citadino.
Así, Potosí creció desordenadamente en su cinturón externo y los problemas de las nuevas urbanizaciones comenzaron a emerger en los últimos años. Muchos de los nuevos habitantes acuden casi diariamente a la Alcaldía con diferentes demandas, muchas veces en marchas de protesta que terminan bloqueando el edificio principal.
Se calcula que en el municipio de Potosí, la capital de Departamento, vive un cuarto de millón de personas pero el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2012 reportó solo 191.302 ¿Por qué esa diferencia?
El 21 de noviembre de 2012, cuando se realizó el censo, los habitantes de los barrios periurbanos de Potosí, aquellos que llegaron de las provincias a trabajar en la minería, se marcharon a sus comunidades y fueron registrados en aquellas. El alcalde de entonces, René Joaquino, verificó personalmente ese extremo porque acudió a esos barrios acompañando a los encuestadores y los encontró vacíos. La gente se había ido a hacerse censar en sus comunidades. Fue cuando se advirtió que esa actitud traería funestas consecuencias porque los recursos que correspondían a estas personas serían asignados a sus correspondientes municipios, dejando a Potosí con menos dinero del que debía recibir. Y así ocurrió porque la distribución de recursos toma como parámetro a los datos del censo.
Ahora, el municipio de Potosí afronta una sequía que, según reportan las autoridades, fue causada en parte por su crecimiento poblacional no registrado. Construido en 1991, el acueducto del río San Juan estaba proyectado para durar 50 años pero al ritmo de crecimiento poblacional que reportaban los sucesivos censos. Ahora, 25 años después, hay mucha más gente de lo proyectado así que el agua no alcanza. La empresa que distribuye el líquido, Aapos, debió recurrir a un duro racionamiento.
La culpa es, indudablemente, de esos migrantes que viven en Potosí, consumen su agua y sus demás recursos pero no figuran en las cifras oficiales. El dinero que les corresponde va a sus municipios, aquellos en lo que ellos no viven.
Los migrantes le restaron recursos al municipio de Potosí, muchos ni siquiera pagan impuestos, pero son quienes más derechos exigen.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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