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Los certámenes de belleza son parte de un debate que ni siquiera se ha instalado como tal. Por ello, prefiero apartarme del tema tomando solo como referencia la inclusión de una “Miss Juana Azurduy” en el certamen Miss Chuquisaca.
Si lo que se buscaba era despertar el interés de la historia en ese tipo de acontecimientos, la intención es buena y merece respeto pero era preciso cuestionarse la pertinencia en el uso de las figuras históricas.
Juana Asurdui (pues así se escribía su nombre) estaba en la antípoda de lo que hoy son los certámenes de belleza. La heroína participó en la Guerra de la Independencia por razones que iban más allá de la liberación del yugo español ya que, como mujer, le tocó enfrentar una sociedad machista y discriminadora. Por ello, doña Juana peleó no solo por la libertad sino, también, en contra de la discriminación. Por ese solo hecho, su figura es incompatible con las selecciones públicas que buscan coronar a “la más bella”.
Usar a la generala fue un error agravado por las imprecisiones cometidas al momento de presentar a la muchacha que recibió el título. La señorita apareció en público con un uniforme militar estilizado, a tono con algunas pinturas contemporáneas que repiten el error de recrear a la heroína con vestimenta parecida a la de los libertadores.
El error es común. El Estado lo cometió durante años, mientras estuvo vigente el billete de 1.000 Bolivianos de color plomo en el que la figura de doña Juana aparece con uniforme militar. Aprovechemos, entonces, la polémica para recordar que nuestra guerrillera nunca vistió uniforme por el sencillo hecho de que no tenía grado militar cuando combatía. El nombramiento de teniente coronela fue decidido en Buenos Aires, luego de valorarse su aporte a la guerra, pero la noticia del nombramiento le llegó cuando ella había dejado de combatir. Mas aún, algunos historiadores afirman que ella murió sin conocer su nombramiento.
La figura de Juana Asurdui tiene que difundirse masivamente por su invalorable aporte a nuestra historia pero, al hacerlo, se debe evitar cometer los errores de siempre.
Chuquisaca tiene su cuota parte en ello porque debe aprender a aceptar las verdades históricas que emergen de investigaciones recientes. Una de ellas es que la heroína que todos conocemos no se llamaba Juana Azurduy Bermúdez ni fue bautizada el 12 de julio de 1780 sino Juana Asurdui Llanos y recibió el sacramento el 26 de marzo de ese año.
Al parecer, en 1780 hubo más de una bautizada con el mismo nombre y apellido de Juana y, cuando los historiadores ubicaron la partida de bautismo de Azurduy Bermúdez, creyeron que se trataba de la esposa de Padilla. Sin embargo, los datos de la partida no concordaban con los del acta de matrimonio donde el apellido es Asurdui, con “s” e “i”, y se lee que los padres de la contrayente eran Isidro Asurdui y Juliana Llanos.
El investigador Norberto Benjamín Torres encontró la partida de bautismo de Juana Asurdui Llanos, la heroína, la que se casó con Asencio Padilla y peleó en la Guerra de la Independencia, y evidenció que recibió óleo y crisma en el templo de San Pedro de Tarabuco el 26 de marzo de 1780. El acta dice que, para entonces, la niña tenía dos meses, era “mestiza, hija legítima de Isidro Asurdui y de Juliana Llanos”.
Por tanto, es hora de admitir la verdad y fijar, así sea convencionalmente, que Juana Asurdui de Padilla nació el 26 de enero de 1780. A partir de ahí, podemos ir descartando lo que no es cierto y agregando lo que falta por saber. Y lo primero que hay que descartar son las imágenes en las que viste uniforme militar.
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