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Más allá de las desgracias que le acarreó su legendaria riqueza, Potosí es la ciudad que puede preciarse de tener más de un cronista para registrar su pasado y presente.
El más conocido es Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela, reconocido como “cronista mayor de la Villa Imperial de Potosí” mediante la Ordenanza Municipal No. 26/74, y sobre el que ya ha corrido bastante tinta.
Arsanz es extraordinario, entre muchas otras cosas, por el hecho de que no esperaba que se publique su obra. Primero escribió los “Anales de la Villa Imperial de Potosí” como una maqueta de lo que después fue su monumental “Historia de la Villa Imperial de Potosí…” que solo se publicó completa en 1965, cuando la Universidad Brown de Providence, Rhode Island, Estados Unidos, la editó en sus tres tomos con un estudio crítico de Gunnar Mendoza y Lewis Hanke.
Hasta antes de ese año, los manuscritos —porque hubo más de uno— estuvieron desaparecidos y ocasionalmente eran publicados por pedazos, ya sea en Buenos Aires o por obra y gracia de algún investigador avispado.
Uno de los mayores estudiosos de la obra de Arsanz es Mariano Baptista Gumucio que, no obstante su cuna cochabambina, están tan enamorado de Potosí que no se esfuerza en ocultarlo. Al referirse a las muchas ocasiones en las que Miguel de Cervantes se refirió a Potosí —en “La entretenida”, “El rufián viudo”, “El rufián dichoso” y “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”—, Baptista no duda en afirmar que la máxima figura de las letras en español “quiso ser corregidor de La Paz para estar cerca de Potosí”.
Fue él quien publicó los “Anales…” en 1970, cuando era ministro de educación y cultura y, pese a que estos ya habían visto la luz antes —con Vicente Ballivián, en 1873— solo entonces alcanzaron la difusión que convirtieron a Arsanz en el escritor emblemático de Bolivia.
Fascinado con el cronista mayor de Potosí, Gumucio lo estudió al punto de publicar todo un estudio sobre él, “El mundo desde Potosí, vida y reflexiones de Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela (1676-1736)”, cuya virtud es describir, por primera vez, al misterioso hombre que estuvo escondido detrás de la “Historia…” durante más de dos siglos.
Pero Baptista no se contentó con eso. Infatigable en su labor investigadora, sorprendió con otra antología en 2011, “La ciudad de Potosí vista por viajeros y autores nacionales del siglo XVI al XXI”, que es uno de los más extraordinarios y variopintos documentos sobre la Villa Imperial.
Al margen, cada vez que tiene que realizar algún estudio historiográfico, o simplemente un artículo, incluye siempre a Potosí, como en la reciente “Un río que crece, 60 años en la literatura boliviana, 1957-2017”. En esta antología, publicada por la Asociación de Bancos Privados de Bolivia, el historiador es el único de los seis coautores en incluir a autores potosinos, en el periodo entre 1957 y 1967.
Por ello, no está lejos de la verdad el afirmar que Mariano Baptista Gumucio logró alcanzar la importancia de su personaje de estudio, Arsanz, y, sin haber nacido en la ciudad del Cerro Rico, se convirtió en el cronista del Potosí actual.
Por si fuera poco, a él se sumó su esposa, Beatriz Rossells Montalvo, que es autora del mayor libro sobre gastronomía boliviana publicado hasta la fecha, “La gastronomía en Potosí y Charcas, siglos XVIII, XIX y XX”, que, como se ve, gira, también, en torno a la Villa Imperial.
Ambos merecen un reconocimiento que espero ver algún día. Don Mariano estará en Potosí este fin de semana. Tengo curiosidad en ver cómo lo recibirán.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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