Sueños para atar

SOBRE EL CLIC Y EL ACTIVISMO DIGITAL

Javier Badani

 

Poner un "Me gusta" a una publicación en Facebook que demanda acción en contra de un acto de injusticia es un acto estéril, ¿verdad? ¿Sí? ¿Será que tanto click no es más que una faena intrascendente? Veamos. Se critica la "banalización" del activismo desde las redes sociales. Se apunta, entre otros, a lo sencillo que resulta para una persona sumarse a una causa desde la comodidad de su ordenador, pero la falta de compromiso para pasar del clic a la acción. Por ejemplo, sumándose a una movilización en las calles. Se apunta, en esa línea, a que si 500 personas aseguran con un clic su asistencia a una movida impulsada desde Facebook, lo más seguro es que sólo asistirán unas 10. 

Pero estancarse en este análisis para encasillar como “inocuo” al activismo desde las redes sociales es caer en la misma superficialidad que se pretende criticar. ¿Será que si esa movida surgiera desde un medio de comunicación tradicional cambiaría mucho la situación? 

Resulta que ese clic que tanto se minimiza, sumado al clic de otras decenas de personas, genera una corriente de opinión que, al final, es más comprometida que aquella que se construye a partir de la información pública emanada desde los medios tradicionales de comunicación. Y, como sabemos, el poder concentrado de opiniones puede constituirse en un factor de presión para modificar conductas.

Me explico. Las redes sociales son un vehículo de comunicación y, como tal, un caldo de cultivo ideal para la germinación de opinión pública, que se forja a través del análisis de las ideas y los argumentos expuestos en la arena pública.

Y es a partir de la generación de opinión pública que se puede impulsar cambios en nuestro entorno. La sola publicación en un medio de comunicación tradicional de una noticia sobre un hecho de corrupción no gatillará per se la investigación del caso o la destitución de la persona acusada. Es a partir de que la denuncia de infracción se lanza a la esfera pública y provoca rechazo ciudadano que –en la gran mayoría de los casos- se genera algún tipo de reacción. 

Pero resulta que la corriente de opinión generada desde los medios de comunicación tradicionales no deja de ser atomizada, no genera nexos entre símiles ni comunidad para crear acciones conjuntas. Peor aún, no abre ninguna posibilidad para que el ciudadano interpele de forma directa a los poderes públicos.

Veamos específicamente el caso del candidato del MAS Ciro Zabala y su inoportuna declaración sobre que las mujeres deben ser educadas para no ser violentadas por los hombres. Miles de personas vieron la noticia por las cadenas de televisión y otras tantas la escucharon desde las ondas radiales. Muchos se indignaron, pero ¿cuántos apagaron la tele o la radio y salieron a las calles a protestar? Tras la difusión de la noticia en los medios, ¿acaso se llenaron de pancartas las calles pidiendo la renuncia de este candidato? Claro que no. Porque como suele ocurrir en estos casos, la indignación generada por una hecho como el de Zabala se cuece en el entorno más intimo del ciudadano: dentro de su casa, en su trabajo, con los amigos... Ni la televisión ni la radio generan per se esa acción directa que tanto se reclama que suceda desde las redes sociales. Y peor aún, no cuentan con canales que permitan que ese ciudadano que argumenta su rechazo ante un hecho dentro de su entorno íntimo pueda ser escuchado por otras personas.

Por su puesto que a partir de las notas periodísticas de los medios tradicionales se generó una corriente de opinión en torno a las palabras de Zabala, pero esta fue impulsada desde los micrófonos por actores políticos más que por activistas que día a día enfrentan estas temáticas y menos por el ciudadano “común”. Es más, la noticia se quedó en la simple anécdota de nuestra farándula política y no se aprovechó esta situación para, desde los medios tradicionales, indagar en las causas que provocan la violencia hacia las mujeres.

Si no hubiera sido por la existencia de las redes sociales, muchos de los ricos análisis y opiniones que fueron compartidos desde distintas cuentas jamás se hubieran conocido. Por ejemplo por Ariel, el adolescente de El Alto que me aseguró un día después de la movida en redes que fue gracias a un post compartido en Facebook entendió que piropear a una mujer también es una forma de ejercer violencia sobre ella. Eso, en la fugacidad que mueve a los medios tradicionales, no hubiera sido posible.

¿Qué pasó en internet? Tras surgir la noticia, activistas por los derechos de la mujer comenzaron a organizarse a través de mensajes en Facebook. En cuestión de minutos se armaron cadenas privadas y pronto surgió la movida #ZabalaFueraDeLasListasque se lanzó la mañana siguiente desde distintas cuentas personales e institucionales en Facebook y Twitter. Surgieron mensajes, memes e incluso fotografías de ciudadanos que se tomaron el tiempo de sacarse una foto sosteniendo carteles con el hashtag #ZabalaFueraDeLasListas. Debates en distintos muros con posiciones a favor y en contra del candidato oficialista también marcaron la intensa jornada. Pero no solo eso. Se compartieron artículos, videos y memes sobre un sin fin de datos sobre las violencias que sufren las mujeres en el cotidiano. Los “Me gusta”, retweets y post compartidos se multiplicaron y no sólo de la mano de activistas, sino también desde ciudadanos que en muy pocas ocasiones suelen sumarse a movidas desde sus cuentas. Y aquellos que intentaron corromper la movida con ácido politiquero fueron censurados, como sucedió en el grupo de La Pública. Hasta miembros influyentes del oficialismo utilizaron sus redes para reprochar las palabras de Zabala, aunque no lo hicieron de forma directa. Algunos se enfrascaron en debates en Twitter intentando justificar las palabras del candidato Zabala. Fue tal la actividad, que medios tradicionales como El Deber y La Razón reaccionaron esa misma tarde informando sobre la movida digital.

Al día siguiente Zabala dio la cara. Y lo interesante de su crítica a los pedidos de su renuncia fue que no disparó en contra de alguna una movida oscura desde los medios de comunicación. Zabala apuntó directamente a internet señalando que se trataba de una guerra sucia "de" las redes sociales. Sí, apuntó a Facebook y Twitter; no a Unitel, Erbol o Página Siete. Esta sola declaración significa un quiebre, consolida a las redes sociales como un actor importante en la esfera de la opinión pública y abre un sin número de posibles análisis sobre el fenómeno de internet en Bolivia.

Obviamente que hay bemoles en este análisis pues no se logró que Zabala fuera alejado de la candidatura ni tampoco se puede decir que fueron miles los que se manifestaron en las redes sociales en contra de la actitud de Zabala. Pero a través de las decenas que sí lo hicieron podemos tener una pauta del potencial de las redes sociales como generadores de corriente de opinión y de canalizadores de información.

Otra evidencia que deja la movida #ZabalaFueraDeLasListas es que los políticos y sus asesores comienzan a estar muy atentos a lo que se mueve en internet. Porque saben que a diferencia de los medios de comunicación tradicionales –donde no existe una posibilidad de participación directa del ciudadano- en las redes sociales la gente expresa su opinión directamente: ya con un “Me gusta”, compartiendo un post, retuiteando o dejando conocer su voz en un párrafo.

Incluso el silencio de “figuras” dentro de las redes sociales en Bolivia –buscando no “quemarse” ante sus seguidores oficialistas u opositores- dejó establecido lo mucho que se puede decir dentro de las comunidades de las redes cuando se guarda silencio.

Se podrá discutir el alcance real del activismo en las redes sociales a partir de la escaza cobertura de internet en Bolivia. Pero nadie podría hoy poner en duda que en un mediano plazo serán las plataformas sociales donde se librarán las luchas por el dominio de la opinión pública.

Dentro del MAS ya se ha tomado conciencia del tema. Y es por ello que en estas elecciones el partido de gobierno lleva la delantera en presencia en las redes sociales, con distintas movidas digitales como la #OlaAzul.

Las redes sociales son, sobretodo, un vehículo de comunicación: ya con nuestros amigos, ya con nuestros familiares ya con los grupos virtuales a las que nos sumamos. Qué mejor lugar para empezar a construir un mundo posible, ya compartiendo información que nos ayude a ser mejores ciudadanos o nos alerte sobre las vulneraciones a los derechos fundamentales que muchas veces cometemos sin comprenderlo a cabalidad. Comencemos hoy haciendo un clic, quizás el más poderoso acto político en esta era digital.

icono-noticia: 

CULOCRACIA

Javier Badani

Gracias a la divina providencia que sabiamente supo lanzarme a este mundo sin mayor atractivo que esta mediana capacidad de hilvanar en el teclado algunas ideas con cierta coherencia. De lo contrario, seguro me tendrían cada año desgañitándome por lograr que mi foto salga publicada en la lista de “los más bellos” de El Deber, esa vidriera de vanidades que anualmente nos dice lo lindos que somos. Pues, no; mi singular figura no alcanza para tocar tal sitial. En cambio –arropado en la envidia, claro- me permitiré criticar la enorme hipocresía de dicho medio de comunicación que, mientras en sus páginas editoriales arremete contra toda forma de violencia hacia la mujer e intenta sesudos análisis del por qué crecen los casos de feminicidio, en su interior -en sus páginas sociales y en los espacios publicitarios que luce- no duda en banalizar al ser humano e impulsar la cosificación de la mujer.

Es decir, ese mismo periódico que hoy llora la muerte de Sophia no hubiese dudado un segundo en banalizar su cuerpo en sus páginas si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo.

Se trata de una hipocresía mediática que no es exclusiva, toca a la gran mayoría de los medios de comunicación del país, con especial énfasis en aquellos alojados en la Tv. Mientras a la hora de los noticieros sus presentadores y presentadoras fruncen el ceño y ponen voz de circunstancia para anunciar la nota del nuevo feminicidio, luego ese mismo espacio se abre a programas que fomentan la idea de la mujer-objeto, de la mujer-cosa, de la mujer-culo. Y en esa cosificación de la mujer puesta al servicio del entretenimiento hay espacio para todxs, ¡hasta para un golpeador de mujeres que le han otorgado horario estelar!

Es decir, ese mismo canal que pone el micrófono a familiares de Sophia para saber “cómo se sienten”, es el mismo que no hubiera dudado un segundo en ponerla como adorno, con escote y minifalda, al lado del conductor de uno de sus programas top.

Así las cosas, concluyo que al igual que sucede en varios puntos del planeta, los y las bolivianas nos estamos resignado a vivir bajo la dictadura de la culocracia y, de su par, la tetocracia. Son regímenes mediáticos donde el trasero y los senos redondeados y bien tallados son venerados más que cualquier cualidad humana. Y tal parece que cada uno de nosotros estamos cómodos con ello. Porque en vez de apagar la Tv nos quedamos idiotizados celebrando la mano de Tinelli que toquetea impune las nalgas de sus bailarinas. Porque no nos creemos capaces de reclamar a los medios de comunicación que asuman su responsabilidad en esta estupidización colectiva a través de su entretenimiento soft-porno; ni para reclamarles su empeño por interpretarnos y cerrarnos la posibilidad de pensarnos. Porque, saben que, nos quieren bobos, sentados en el sillón ante esa caja que nos vende una imagen de perfección que no es real y leyendo la farándula boba que atiborra las páginas de los periódicos.

Es la culocracia. Ese término que nació de los labios del filósofo argentino José Pablo Feinmann quien describe en pocas palabras como es ese fenómeno de dominación y estupidización:

“Un tipo labura todo el día, desayuna mal, almuerza mal, trabaja, llega a su casa, se sienta a comer y mira a Tinelli. Y lo que ve es una falsedad infinita que son esos ultraculos, superculos, especta-culo”.

El cuerpo como espectáculo nos define. ¿Que podríamos esperar si hasta nuestros gobernantes andan en cada palestra intentando ser ocurrentes y divertidos hilvanando chistesitos machistas donde la mujer es el objeto del poder?

Y vuelvo a recordar lo escrito hace meses sobre Percy Fernández, nuestro monstruo; tuyo, mío, de todos. Muy fácil nos resultó esos días cuando el Alcalde manoseador fue noticia por su violencia en contra de una periodista despotricar en siete idiomas en contra de las prácticas cavernarias, pedir su cabeza y clamar por su flagelación pública. Bien, pero ningunx fue capaz de ir más allá, analizar los “porqués” y reconocer que somos nosotros los que alimentamos al monstruo. Hombres y mujeres, por igual, tenemos nuestra cuota de responsabilidad sobre los Percys que andan sueltos por allí. Aún más, cotidianamente replicamos, celebramos y silenciamos prácticas que violentan a la mujer. Pero, claro, de eso nadie habla.

Nadie recuerda que no es necesario andar por la vida metiendo mano para ser un violentador. Basta con que, por ejemplo, hagas click a ese link que promete “Las nalgas más carnosas de la semana” para que condenes a la mujer a ser una cosa en tu vida, que la encasilles en tu imaginario como mero objeto sexual. Basta con que te prestes como mujer a ese juego perverso, curveando las caderas cual contorsionistas para compartir la foto en estos sitios que te cosifican. ¿Es que acaso no estás reproduciendo las prácticas machistas que te exigen moldear tu cuerpo a los estándares que dictan los deseos del varón?

Pero claro, seguro al terminar de leer este texto apagarás la computadora, encenderás la Tv y beberás de la culocracia que nos envuelve. O saldrás a caminar y piropearás a esa adolescente que se te muestra sexy, o entrarás en el baño y te sacarás esa foto encurvando las nalgas para subirla al face y demostrar que tu culo bien se puede sumar a la vorágine mediática de la culocracia.

icono-noticia: 

SUEÑOS PARA ATAR

Javier Badani

Desde Ecuador, Darwin Fuentes se sumó a la convocatoria para remixear la obra censurada de Al-azar.

Desde Ecuador, Darwin Fuentes se sumó a la convocatoria para remixear la obra censurada de Al-azar.

No es casual que al arte se lo denomine como el campo donde se libra la batalla de lo simbólico. Y se trata de una batalla donde, lamentablemente,  los propios creadores terminan entre las víctimas. Casos se cuentan por centenares. En 1995 el gobierno nigeriano ejecutó al escritor Ken Saro-Wiwa. ¿Su pecado? Escribir en contra de la explotación de la población Ogomi por parte de la multinacional Shell, protegida por el régimen africano. Y en Afganistan los talibanes mandaron destruir instrumentos musicales tradicionales, tal como lo hizo el dictador Idi Amin en Uganda, por considerarlos un peligro para la moral religiosa. Emblemático también es el caso del cineasta iraní Jafar Panahi que, el 2010, fue condenado a seis años de cárcel y a 20 sin poder crear audiovisual alguno acusado de conspirar contra el gobierno desde su trabajo audiovisual.

Se equivocan los que piensan que la cultura y las artes son simples adornos y que sólo proveen momentos de armonía, placer y entretenimiento. Las artes son eminentemente espacios donde colisionan las incompatibilidades emocionales, los conflictos sociales y la polarización de pensamientos. Y lo hacen con un impacto más profundo de lo que sucede en la esfera de la comunicación cotidiana. No es exagerado asegurar que la cultura y las artes son cruciales para el debate democrático y para ayudarnos a ver nuestras virtudes y miserias como sociedad.

Leaño Martinet, protesta x la censura al dibujante boliviano

La cultura y las artes son productores de ideología. Nuestras opiniones se forman en gran medida a partir de los libros que leemos, las tradiciones que mantenemos, la música que escuchamos, las películas que vemos y las imágenes a las que somos sometidos. Así, las artes no habitan en campo neutral; nos impulsan a pensar, criticar y a tomar posición. Y por ende la intolerancia y la censura siempre asecharán a las obras de los creadores.

La propuesta de Kike Prieto.

Ahora el peso de la guadaña moral cayó sobre una caricatura de Alejandro Salazar (Al-azar), uno de los caricaturistas más lúcidos que tiene Bolivia. Pero a no engañarse. Es el cálculo político y no así la real congoja ante los muertos que dejó la tragedia del Carnaval de Oruro el que ha movido a autoridades y líderes cívicos y sindicales a azuzar al pueblo orureño en contra del trabajo de Al-azar y el periódico La Razón, como castigo por publicar la mentada ilustración.

Es estremecedor constatar que a ninguno de los circunstanciales verdugos de Al-azar se le mueve un pelo cuando se les recuerda que fueron los propios bailarines quienes, al paso de la morenada y la diablada, borraron del asfalto la sangre de los fallecidos. Bailarines que, provenientes de distintos puntos del país (y de distintas clases sociales), decidieron que era más importante finalizar el bailongo que detenerse a llorar a los muertos. Pero no fueron los únicos. ¿Acaso se nos olvidó que en varias de las anegadas poblaciones benianas se optó también por seguir con la farándula carnavalera –con celebraciones de reinas incluidas- a pesar de la tragedia de las inundaciones?

Así como el payaso de circo que ante cualquier desdicha personal debe pintarse una sonrisa en el rostro para salir al escenario o como los músicos del Titanic que a pesar de la tragedia continuaron interpretando sus instrumentos, de igual manera bailarines y comparseros optaron por la máxima del entretenimiento gringo: the show must go on.

La gráfica de Al-azar, que fue censurada.

El pecado de Al-azar fue tener la valentía de plasmar en el papel esa paradoja humana que se vivió en Oruro. Y lo hizo con ácido, como lo ha venido haciendo por más de 20 años en cada una de sus obras gráficas. Pues las caricaturas de Al-Azar aguijonean, provocan e incomodan. No sólo al poder político y económico sino al ciudadano de a pie que, muchas veces lo olvida, es vital protagonista de la construcción de ciudadanía.

Oscar García se sumó a la campaña.Duele la intolerancia que ha surgido en torno a la ilustración de Salazar. Pero duele aún más la reacción de los responsables del periódico La Razón quienes optaron por caer en el juego inquisidor de unos cuantos para herir el derecho de libre opinión de su colaborador.

Le dieron la espalda a Al-azar y con esa actitud han permitido que en esta batalla por lo simbólico la víctima sea el derecho de nuestros creadores a "expresarnos" con toda libertad.

Han sido los propios artistas quienes han tenido que alzar la voz. A través de la página en Facebook Todos con Al azar han abierto un nuevo frente de lucha donde sus armas, como no podría ser de otra manera, están bañadas en las aguas de su creatividad. Ha surgido desde allí una convocatoria a artistas para remixear la obra original de Al-azar. La respuesta de la gente ha sido contundente y demuestra que la cultura y el arte son los espacios que nos articulan y que juntos siempre encontraremos la manera de burlar todo tipo de censura, todo tipo de intolerancia, todo tipo de estupidez.

 

icono-noticia: 

DÁVILA, ERBOL Y LA "IMPARCIALIDAD" COMO UTOPÍA

Javier Badani

Amanda Dávila es, a no dudarlo, una mujer valiente. Tanto que ha asumido una tarea por demás titánica: dirigir el Ministerio de Comunicación del Estado Plurinacional. Y eso no es poca cosa. Cumplir la vocería del Presidente, seguir el agitado ritmo de la agenda gubernamental, coordinar la comunicación de los ministerios, monitorear y analizar los temas que los medios de comunicación agendan, generar contenidos para las entidades del Gobierno y velar por la información de los medios estatales no es, ni mucho menos, una bicoca. Pero, lamentablemente, es esa magnitud de tareas la que parecen estar nublando el sentido crítico de Dávila. Me pregunto, por ejemplo, ¿cuál es la definición de “imparcialidad” que tiene la Ministra de Comunicación? Lo hago después de escuchar la entrevista que concedió a Rafael Archondo, en Radio Erbol (Educación Radiofónica de Bolivia).

Aquí la entrevista completa

Dávila apuntó a la falta de "imparcialidad" como uno de los factores principales para justificar la decisión gubernamental de no colocar publicidad estatal en Erbol. Pero si siguiéramos a rajatabla el criterio  de la “imparcialidad” (subjetivo, por demás) para tomar tal decisión, ninguna publicidad estatal tampoco debería ser colocada en los medios que son de propiedad del Estado: Radio Patria Nueva, Periódico Cambio, la Agencia Boliviana de Información y Bolivia Tv. O es que alguien se animaría a decir que el tratamiento informativo en estos medios es “imparcial”. ¿Alguien? Lo dudo pues ni siquiera la propia Dávila pudo hacerlo en la entrevista mencionada.

Y es que es demasiada pretensión creer en medios totalmente imparciales, objetivos o neutrales. No lo son; ni los medios privados ni tampoco los estatales. Nietzche decía que “no hay hechos, hay interpretaciones”. Que se pueden construir varias verdades a partir de un acontecimiento y, así, la verdad termina siendo una lucha de interpretaciones. En este panorama los medios de comunicación son reproductores de interpretaciones. Conozco casos en La Paz de personas que compran dos periódicos para, luego de leer ambas “versiones”, sacar su conclusión sobre hechos específicos. Es decir que construyen una verdad (igual de subjetiva) a partir de dos interpretaciones de una misma noticia.

Todo medio está supeditado, en mayor o menor medida, a intereses: económicos, políticos, ideológicos o hasta religiosos. Y de todos los intereses que afectan el quehacer periodístico es el económico el que más fuerza tiene; incluso más que el político. Los medios viven de la publicidad, la privada y la estatal. Si alguien cree que un periódico, por ejemplo, sobrevive gracias a la venta de sus ejemplares está totalmente equivocado. Esas ventas no deben aportar ni al 20% de las necesidades de los matutinos. Y es por ello que, de tanto en tanto, la dictadura de la publicidad se impone sobre el periodismo. Hay salas de redacción donde el área Comercial tiene más influencia que la propia jefatura periodística. Tal es la influencia del mercado que en algunos medios se cocinan noticias a la medida del público al que quieren llegar para satisfacer las necesidades de la publicidad. En las grandes redes de televisión, por ejemplo, están más preocupados en medir los niveles de rating de sus programas que de evaluar la calidad de la información que brindan al público.

Así las cosas, la “imparcialidad” termina siendo una utopía. Pero lo es bajo el amparo de la definición que nos regala Galeano de la utopía. “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

Claro que el trabajo periodístico debe responder a requisitos éticos mínimos. Un medio de comunicación, por ejemplo, tiene todo el derecho de defender una posición, pero ella debe estar visible para lxs ciudadanxs. Una línea editorial debe ser clara. Lo demás es periodismo y periodismo; información e información. Periodismo desconfiado de las “verdades” que oficialistas y opositores sueltan al micrófono; periodismo que no elude las preguntas incómodas. Ojo que el cuento de “parte y contraparte” de nada sirve si en una nota se ofrece 1 opinión a favor y 5 en contra.

Más importante aún: el periodismo debe responder a una realidad social que debe estar, especialmente en Bolivia, en función de las necesidades y desafíos de una sociedad desigual y desequilibrada. Pero una cosa es pensar la comunicación en función de las luchas de las mayorías nacionales y otra es pensarla sólo y exclusivamente en función de las necesidades del Gobierno, tal y como se hace desde los medios estatales. Una cosa es hacer noticia a partir de los logros de la gestión gubernamental y otra muy distinta es hacer propaganda para el gobierno presentándola al público como si fuera noticia. Y eso sí que es una falta de respeto a lxs ciudadanxs que, en definitiva, son propietarixs de esos medios de comunicación. Digo “falta de respeto” y no “engaño” porque tampoco es que la ciudadanía sea boba ni ingenua ante el trabajo de los medios en su conjunto. La ciudadanía sabe discernir. Y si sintoniza una emisora, compra un periódico o ve un canal de Tv específico es porque sabe el discurso que va a recibir. Claro, vaya y pase cuando ese discurso sale desde un medio privado que, al final, opta por una tendencia informativa dictada por intereses de mercado o políticos. Pero eso es inadmisible que suceda en un medio de servicio público, como lo son los medios estatales. Patria Nueva, Cambio y Bolivia Tv son medios estatales no medios gubernamentales. Así, el color político no puede ser la medida para cerrar o abrir sus micrófonos; para minimizar o justificar los errores de las autoridades ni para cargar tintas en favor del Gobierno. Y la excusa de que así lo hacen porque así también lo hacen los medios privados “opositores” es un sinsentido.

Que hoy Erbol maneja una postura crítica ante el gobierno no hay duda. Que periodistas como Amalia Pando cargan con vehemencia el micrófono cuando se trata de visibilizar los errores gubernamentales es cierto. Y están en su derecho, tanto el medio como el periodista. Será pues el oyente quien, al final, juzgue dichas posturas. Pero lo que absolutamente nadie podría decir es que el trabajo que realiza esta radioemisora va en contra de los intereses y las luchas históricas del pueblo boliviano. Con cerca de 50 años de trabajo, Erbol se ha ganado el derecho de estar entre los medios más influyentes del país y de ser considerado parte de la construcción del proceso de cambio que experimenta Bolivia. Y lo ha hecho a pulmón -tal como Fides- luchando contra las dictaduras, abriendo el micrófono a las minorías cuando pocas emisoras lo hacían y formando liderazgos campesinos e indígenas desde la comunicación. Y esto incluye a muchos líderes de movimientos sociales que hoy ostentan el poder.
Dudo que, por ejemplo, se pueda decir lo mismo de Panamericana, donde el Ministerio de Comunicación ha concentrado gran parte de la publicidad estatal en lo que se refiere a medios radiales. Panamericana se sitúa más en las antípodas del accionar e ideología gubernamental que lo que está Erbol. Y no apunto a los periodistas que la conforman, sino a los propietarios y sus intereses económicos.

Aún recuerdo cuando se criticaba a Erbol por su tendencia oficialista. Las conferencias de prensa de muchxs ministrxs se realizaban en las oficinas de esta readioemisora. ¿En qué punto se jodió esa relación? No lo sé. Quizás sea parte de esa ola de desencanto que ha llevado a muchxs hoy a criticar el accionar gubernamental con la misma vehemencia con la que la defendían al comienzo. Pero al hacerlo no hacen más que impulsar este proceso que hoy más que nunca requiere de voces que marquen contrapuntos que de interesadas polifonías.

El principal reto para Dávila debería ser el lograr que los medios estatales a su cargo se emancipen del poder político para que brinden una visión plural de la realidad boliviana. El segundo debería ser impulsar una real democratización de la comunicación. Apoyar iniciativas desde la sociedad civil que apunten a una comunicación diferente donde el eje esté en el ciudadano y no en los poderes políticos y económicos. ¿Qué boliviano de a pie podría decir que se siente realmente representado en los medios tradicionales que están metidos o en la gran política o en el gran farándula? ¿Cómo presentan estos medios nuestra realidad? ¿Les interesa interpelar al poder? ¿De qué modo abordan problemáticas de derechos humanos, impulsan debates críticos o reflejan los temas cotidianos de la gente?

La “imparcialidad” como utopía, esa que nos lleve a continuar caminando en búsqueda del bien común, debería ser el norte del periodismo en su conjunto. Y deben ser los medios estatales los que abran brecha, independientemente del lugar donde se encuentre latiendo el corazón político de quienes las dirigen. De seguro que lxs ciudadanxs sabrán reconocer tal valiente decisión y llevarán a los medios privados a seguir esa huella.

En la parte inferior de la columna pones: Javier Badani es ciudadano

icono-noticia: