Opinion

CULOCRACIA
Sueños para atar
Javier Badani
Martes, 19 Agosto, 2014 - 18:57

Valorar: 
Average: 4.9 (9 votes)

Gracias a la divina providencia que sabiamente supo lanzarme a este mundo sin mayor atractivo que esta mediana capacidad de hilvanar en el teclado algunas ideas con cierta coherencia. De lo contrario, seguro me tendrían cada año desgañitándome por lograr que mi foto salga publicada en la lista de “los más bellos” de El Deber, esa vidriera de vanidades que anualmente nos dice lo lindos que somos. Pues, no; mi singular figura no alcanza para tocar tal sitial. En cambio –arropado en la envidia, claro- me permitiré criticar la enorme hipocresía de dicho medio de comunicación que, mientras en sus páginas editoriales arremete contra toda forma de violencia hacia la mujer e intenta sesudos análisis del por qué crecen los casos de feminicidio, en su interior -en sus páginas sociales y en los espacios publicitarios que luce- no duda en banalizar al ser humano e impulsar la cosificación de la mujer.

Es decir, ese mismo periódico que hoy llora la muerte de Sophia no hubiese dudado un segundo en banalizar su cuerpo en sus páginas si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo.

Se trata de una hipocresía mediática que no es exclusiva, toca a la gran mayoría de los medios de comunicación del país, con especial énfasis en aquellos alojados en la Tv. Mientras a la hora de los noticieros sus presentadores y presentadoras fruncen el ceño y ponen voz de circunstancia para anunciar la nota del nuevo feminicidio, luego ese mismo espacio se abre a programas que fomentan la idea de la mujer-objeto, de la mujer-cosa, de la mujer-culo. Y en esa cosificación de la mujer puesta al servicio del entretenimiento hay espacio para todxs, ¡hasta para un golpeador de mujeres que le han otorgado horario estelar!

Es decir, ese mismo canal que pone el micrófono a familiares de Sophia para saber “cómo se sienten”, es el mismo que no hubiera dudado un segundo en ponerla como adorno, con escote y minifalda, al lado del conductor de uno de sus programas top.

Así las cosas, concluyo que al igual que sucede en varios puntos del planeta, los y las bolivianas nos estamos resignado a vivir bajo la dictadura de la culocracia y, de su par, la tetocracia. Son regímenes mediáticos donde el trasero y los senos redondeados y bien tallados son venerados más que cualquier cualidad humana. Y tal parece que cada uno de nosotros estamos cómodos con ello. Porque en vez de apagar la Tv nos quedamos idiotizados celebrando la mano de Tinelli que toquetea impune las nalgas de sus bailarinas. Porque no nos creemos capaces de reclamar a los medios de comunicación que asuman su responsabilidad en esta estupidización colectiva a través de su entretenimiento soft-porno; ni para reclamarles su empeño por interpretarnos y cerrarnos la posibilidad de pensarnos. Porque, saben que, nos quieren bobos, sentados en el sillón ante esa caja que nos vende una imagen de perfección que no es real y leyendo la farándula boba que atiborra las páginas de los periódicos.

Es la culocracia. Ese término que nació de los labios del filósofo argentino José Pablo Feinmann quien describe en pocas palabras como es ese fenómeno de dominación y estupidización:

“Un tipo labura todo el día, desayuna mal, almuerza mal, trabaja, llega a su casa, se sienta a comer y mira a Tinelli. Y lo que ve es una falsedad infinita que son esos ultraculos, superculos, especta-culo”.

El cuerpo como espectáculo nos define. ¿Que podríamos esperar si hasta nuestros gobernantes andan en cada palestra intentando ser ocurrentes y divertidos hilvanando chistesitos machistas donde la mujer es el objeto del poder?

Y vuelvo a recordar lo escrito hace meses sobre Percy Fernández, nuestro monstruo; tuyo, mío, de todos. Muy fácil nos resultó esos días cuando el Alcalde manoseador fue noticia por su violencia en contra de una periodista despotricar en siete idiomas en contra de las prácticas cavernarias, pedir su cabeza y clamar por su flagelación pública. Bien, pero ningunx fue capaz de ir más allá, analizar los “porqués” y reconocer que somos nosotros los que alimentamos al monstruo. Hombres y mujeres, por igual, tenemos nuestra cuota de responsabilidad sobre los Percys que andan sueltos por allí. Aún más, cotidianamente replicamos, celebramos y silenciamos prácticas que violentan a la mujer. Pero, claro, de eso nadie habla.

Nadie recuerda que no es necesario andar por la vida metiendo mano para ser un violentador. Basta con que, por ejemplo, hagas click a ese link que promete “Las nalgas más carnosas de la semana” para que condenes a la mujer a ser una cosa en tu vida, que la encasilles en tu imaginario como mero objeto sexual. Basta con que te prestes como mujer a ese juego perverso, curveando las caderas cual contorsionistas para compartir la foto en estos sitios que te cosifican. ¿Es que acaso no estás reproduciendo las prácticas machistas que te exigen moldear tu cuerpo a los estándares que dictan los deseos del varón?

Pero claro, seguro al terminar de leer este texto apagarás la computadora, encenderás la Tv y beberás de la culocracia que nos envuelve. O saldrás a caminar y piropearás a esa adolescente que se te muestra sexy, o entrarás en el baño y te sacarás esa foto encurvando las nalgas para subirla al face y demostrar que tu culo bien se puede sumar a la vorágine mediática de la culocracia.