Opinion

SUEÑOS PARA ATAR
Sueños para atar
Javier Badani
Jueves, 20 Marzo, 2014 - 10:50

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Desde Ecuador, Darwin Fuentes se sumó a la convocatoria para remixear la obra censurada de Al-azar.

Desde Ecuador, Darwin Fuentes se sumó a la convocatoria para remixear la obra censurada de Al-azar.

No es casual que al arte se lo denomine como el campo donde se libra la batalla de lo simbólico. Y se trata de una batalla donde, lamentablemente,  los propios creadores terminan entre las víctimas. Casos se cuentan por centenares. En 1995 el gobierno nigeriano ejecutó al escritor Ken Saro-Wiwa. ¿Su pecado? Escribir en contra de la explotación de la población Ogomi por parte de la multinacional Shell, protegida por el régimen africano. Y en Afganistan los talibanes mandaron destruir instrumentos musicales tradicionales, tal como lo hizo el dictador Idi Amin en Uganda, por considerarlos un peligro para la moral religiosa. Emblemático también es el caso del cineasta iraní Jafar Panahi que, el 2010, fue condenado a seis años de cárcel y a 20 sin poder crear audiovisual alguno acusado de conspirar contra el gobierno desde su trabajo audiovisual.

Se equivocan los que piensan que la cultura y las artes son simples adornos y que sólo proveen momentos de armonía, placer y entretenimiento. Las artes son eminentemente espacios donde colisionan las incompatibilidades emocionales, los conflictos sociales y la polarización de pensamientos. Y lo hacen con un impacto más profundo de lo que sucede en la esfera de la comunicación cotidiana. No es exagerado asegurar que la cultura y las artes son cruciales para el debate democrático y para ayudarnos a ver nuestras virtudes y miserias como sociedad.

Leaño Martinet, protesta x la censura al dibujante boliviano

La cultura y las artes son productores de ideología. Nuestras opiniones se forman en gran medida a partir de los libros que leemos, las tradiciones que mantenemos, la música que escuchamos, las películas que vemos y las imágenes a las que somos sometidos. Así, las artes no habitan en campo neutral; nos impulsan a pensar, criticar y a tomar posición. Y por ende la intolerancia y la censura siempre asecharán a las obras de los creadores.

La propuesta de Kike Prieto.

Ahora el peso de la guadaña moral cayó sobre una caricatura de Alejandro Salazar (Al-azar), uno de los caricaturistas más lúcidos que tiene Bolivia. Pero a no engañarse. Es el cálculo político y no así la real congoja ante los muertos que dejó la tragedia del Carnaval de Oruro el que ha movido a autoridades y líderes cívicos y sindicales a azuzar al pueblo orureño en contra del trabajo de Al-azar y el periódico La Razón, como castigo por publicar la mentada ilustración.

Es estremecedor constatar que a ninguno de los circunstanciales verdugos de Al-azar se le mueve un pelo cuando se les recuerda que fueron los propios bailarines quienes, al paso de la morenada y la diablada, borraron del asfalto la sangre de los fallecidos. Bailarines que, provenientes de distintos puntos del país (y de distintas clases sociales), decidieron que era más importante finalizar el bailongo que detenerse a llorar a los muertos. Pero no fueron los únicos. ¿Acaso se nos olvidó que en varias de las anegadas poblaciones benianas se optó también por seguir con la farándula carnavalera –con celebraciones de reinas incluidas- a pesar de la tragedia de las inundaciones?

Así como el payaso de circo que ante cualquier desdicha personal debe pintarse una sonrisa en el rostro para salir al escenario o como los músicos del Titanic que a pesar de la tragedia continuaron interpretando sus instrumentos, de igual manera bailarines y comparseros optaron por la máxima del entretenimiento gringo: the show must go on.

La gráfica de Al-azar, que fue censurada.

El pecado de Al-azar fue tener la valentía de plasmar en el papel esa paradoja humana que se vivió en Oruro. Y lo hizo con ácido, como lo ha venido haciendo por más de 20 años en cada una de sus obras gráficas. Pues las caricaturas de Al-Azar aguijonean, provocan e incomodan. No sólo al poder político y económico sino al ciudadano de a pie que, muchas veces lo olvida, es vital protagonista de la construcción de ciudadanía.

Oscar García se sumó a la campaña.Duele la intolerancia que ha surgido en torno a la ilustración de Salazar. Pero duele aún más la reacción de los responsables del periódico La Razón quienes optaron por caer en el juego inquisidor de unos cuantos para herir el derecho de libre opinión de su colaborador.

Le dieron la espalda a Al-azar y con esa actitud han permitido que en esta batalla por lo simbólico la víctima sea el derecho de nuestros creadores a "expresarnos" con toda libertad.

Han sido los propios artistas quienes han tenido que alzar la voz. A través de la página en Facebook Todos con Al azar han abierto un nuevo frente de lucha donde sus armas, como no podría ser de otra manera, están bañadas en las aguas de su creatividad. Ha surgido desde allí una convocatoria a artistas para remixear la obra original de Al-azar. La respuesta de la gente ha sido contundente y demuestra que la cultura y el arte son los espacios que nos articulan y que juntos siempre encontraremos la manera de burlar todo tipo de censura, todo tipo de intolerancia, todo tipo de estupidez.