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Muy sueltos de cuerpo los presentadores y presentadoras de noticias en los canales nacionales de televisión, con mucha facilidad, dicen que las personas que se asientan en alrededores de la terminal de buses de La Paz para pedir limosna son potosinas.
Como se autocalifican de ser medios periodísticos que investigan, son objetivos e imparciales, sería bueno que apliquen sus conocimientos sobre averiguar la verdad y constatar si realmente son del Departamento de Potosí, si así fuera, de qué lugares, provincias o cantones; si realmente no tienen medios para sobrevivir en esas regiones y si hay tanto índice de nacimientos, pues son cientos de niños que acompañan a los indigentes que se muestran en sus canales y medios de comunicación masiva.
Si esa gente es potosina, sería además interesante que le pregunten al gobernador de Potosí, que es oriundo del norte del Departamento, conocedor real de la forma de vida en esos lugares, y saber qué se hizo en estos últimos años por esa gente “pobre”, indigente, pues los informes, programas y propaganda dice que se lucha contra la pobreza y Potosí, por si acaso, tiene mucho dinero para gastar precisamente en la búsqueda de “vivir bien”.
Hay algo más. El Presidente Evo conoce muy bien los lugares de donde proceden esas personas que han hecho una costumbre trasladarse a La Paz por Navidad, Año Nuevo y volver a sus lugares de origen después de la Fiesta de los Reyes, pues en su travesía de niño y adolescente desde Isallavi, Orinoca, pasando por Negro Pabellón, Japo Khasa, toda la parte norte de la provincia Bolívar de Cochabamba, hasta llegar a Independencia en busca de alimento, región boliviana donde sí hay (¿había?) pobreza real, claro también en algunas partes del norte de Potosí.
Cuando se ve a una persona con sombrero de lana de oveja, poncho, chu’llu, ojanta al cuello o la mujer de aimilla, con aguayo y un bebé a la espalda, vistiendo casi harapos, se llega a concluir que es de Potosí, de manera despectiva: “potosinito” o “potosinita”. ¿Cuál es la verdad? ¿Cuántos son y dónde están? ¿Allí no llega gas natural ni energía eléctrica? ¿No se construyeron tinglados en sus escuelas? ¿Siguen los mecheros a kerosene y trapo? ¿No hay caminos carreteros? ¿Las aulas siguen teniendo asientos de adobe para los niños? ¿Sigue siendo la otra cara de Bolivia que se asienta en la terminal de buses en La Paz?
Si esto es así, es mentira que se está distribuyendo bien la economía boliviana, que se edifican las viviendas sociales, que dos millones de bolivianos han pasado a la clase media, que ya no hay discriminados, que la cobertura escolar es casi al ciento por ciento. ¿Y esos niños que se muestran en la televisión son de otro planeta?
¿En los últimos años han aumentado los “indigentes” en La Paz o han disminuido? ¿Los albergues van desapareciendo o se hace prioridad ampliarlos? ¿Los bebés y niños que acompañan a las mujeres son sus hijos verdaderos? ¿No hay vivillos que las organizan y piden las dádivas del día y las administran en otra parte? ¿Dónde está la “investigación” periodística para desnudar esa realidad?
Si Bolivia va superando los índices de pobreza debe expresarse en esa gente, la de tierra adentro como dicen los cantores. La indigencia no está en aquellos que se cuelga una chuspa llena de coca y se cubre la cabeza con un sobrero de ala ancha y dice que representa a las organizaciones sociales, ¿esa muchedumbre de los alrededores de la terminal paceña no tiene organización social que las representa? ¿Dónde están los senadores, salientes y electos de esos lugares que se dicen son “potosinos”? ¿Ellas no son parte de las Bartolinas o son las Bartolinas de verdad?
Hace algunas décadas, por estos tiempos, se hacían campañas para los pobres: permanencias en bicicleta por días, algunos comunicadores días y horas continuas frente al micrófono, otros disfrazados de papa Noel recaudando juguetes, era costumbre invitar chocolate y buñuelos en las parroquias o algunas familias pudientes convocaban a la radio y la televisión para mostrar su “filantropía”. ¿Se verá esto también este año?
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