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COMPETENCIA
El negocio más próspero en los últimos años es la venta de ropa usada. En todas las ciudades y poblaciones del país los espacios son más grandes y se advierte que seguirán copando más calles, aceras, tiendas improvisadas y ocasionales carpas donde se puede encontrar de todo y a todo precio. En Sucre este mercado ya rebasa la plaza del Reloj, o barrio Obrero.
Es una señora de mediana edad, con mirada temerosa que con un saco de nylon y otra bolsa de mano. Se sienta en una de las bancas que allí existen y un grupo de personas la rodean inmediatamente para solicitarle la mercadería: zapatos usados a diez pesos, una que otra chompa ya raída a cinco, unas botas para dama que una señorita pide medirse, una falda, un pantalón para varón y la señora se confunde, ya no sabe quién paga o no. Se asusta porque otro grupo de personas se aproxima en actitud amenazadora. ¡Tienes que retirarte, aquí sólo estamos los del sindicato! La increpan.
Recibe insultos, gritos de: ¡fuera…! ¡Hay que quitarle su bolsa! La señora no dice palabra, demuestra susto. Una joven que la acompaña, de unos 14 a 15 años, con voz de ruego clama: ¡Vámonos mamá…! Aparece el agente municipal y grita: ¡Aquí está prohibido vender! El otro grupo, conformado más por mujeres que hombres, se calma y vuelven a las aceras donde tienen sus puestos cuyo derecho de venta otorga el sindicato. ¡Vaya competencia…! Sabe Dios si la niña tuvo recreo para ir al colegio.
OTRO NEGOCIO
Es la Plaza Cochabamba en la misma ciudad. Son cerca a las cinco de la tarde cuando muchos padres de familia esperan la salida de los niños y niñas que se cobijan en un Kinder que allí existe. Es admirable ver el encuentro de la madre, el padre o el abuelo con el retoño que sale alegre e inocente sonrisa al encuentro familiar. Niños bien vestidos, rebosantes y la sonrisa en los labios. Son felices.
De pronto sorprende otra niña cubierto casi de harapos, tendrá uno o dos años más que aquellos que salen del kínder. Se entretiene con cualquier cosa que encuentra en el piso. Calza abarcas de goma y sus piececitos casi ya no caben porque además la niña juega, corre y brinca a gusto. En las bancas se hallan personas de toda edad, jóvenes enamorados, otras entretenidas con el celular, charlas amenas.
La niña parece despertar a la realidad y ofrece un manojo de manzanilla que tiene en sus manos: ¡Un pesito!, dice con su voz inocente. Pasa de banca en banca, nadie muestra interés en comprar la mercancía. Vuelve otra vez a su mundo de niña, juega y da vueltas de aquí para allá. Quién sabe qué fantasía tiene en su cabecita. Otra vez ofrece ahora una bolsita de nylon que contiene cuatro o cinco limones: ¡Un pesito…! Vuelve a clamar. Ya la noche se aproxima y quién sabe dónde estará la madre y cuánto de venta habrá tenido la niña del negocio.
EN EL AEROPUERTO
En la terminal aérea “Juana Azurduy de Padilla” hay horas tope en el tráfico de la Capital hacia el interior y viceversa. Gente que llega y gente que se va. Las líneas que hacen el servicio están atestadas de gente luego del cierre de AeroSur. Se advierte que esta terminal genera movimiento porque además los pasajes en avión ya no son tan caros como antes.
Citadinos, pasajeros en tránsito hacia Potosí y turistas que arriban a la ciudad son abordados con la mano alzada de una viejita que pide: ¿Regalame?…! Ante la indiferencia de la gente, insiste: ¿Regalame…? Una que otra persona saca una moneda que pone en las manos de la anciana. Ella vuelve a pedir y camina hacia otro grupo de personas que siempre están entretenidas ya sea con la bienvenida o la despedida.
De pronto el grupo es abordado por otra anciana que igual pide: ¡Regalame…! Así son varias ancianas que parece que conocen el movimiento de la gente. “Si das a una tienes que dar a todas”, dice una joven a su padre que la acaba de abrazar como signo de bienvenida. Al finalizar la hora tope, las viejitas salen hacia la avenida Navarra, se despiden en quechua y parecen alegres, seguro que el día fue bueno.
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