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Por naturaleza los seres humanos tenemos alma de viajaros, nos gusta conocer lugares, explorar nuevos horizontes, salir rápido de lugares inhóspitos, quedarnos tiempo en sitios agradables o finalmente hacer nuestro hogar que nos agraden y cobijen a nuestros seres queridos.
También se emprende el camino de la migración forzada, obligados a dejar el lugar de nacimiento, el país que se ama, la naturaleza que se compartió desde el momento en que se abre los ojos al mundo; esa experiencia viven ahora, por ejemplo, los millones de sirios, libios, iraquíes, palestinos y otros seres humanos que emigran hacia las naciones europeas; pero se encuentran con las fronteras cerradas, el rechazo, el desprecio y la humillación de otros seres humanos allí establecidos.
La experiencia más cercana a nosotros es la migración de millones de bolivianos hacia Argentina, Chile o Brasil; pero no pocos buscan llegar al “sueño americano”, EE.UU. ¿Somos bien recibidos en estas naciones? ¿Ha sido fácil hacerse de una nueva vida dejando la tierra donde se nace? ¿Por qué se migra? ¿Sólo por aventura o por placer? ¿No se han destruido vidas, familias y se ha negado a la propia sangre por vivir en otra parte? En la actualidad se calcula que más de seis millones de bolivianos están fuera de su patria.
Desde que Adán y Eva son arrojados fuera del Edén los seres humanos recorremos el mundo y hemos aprendido a poblarla. Inclusive, según el relato bíblico, quisimos llegar al cielo y conocer la morada de Dios al construir la torre de Babel; pero allí fuimos confundidos porque el Creador hizo que no nos podamos entender al hablar otros idiomas así fuimos esparcidos por el mundo.
La historia es interesante. El pueblo escogido de Dios, Israel, vagó por el desierto durante 40 años, pasó por pueblos, ciudades, conoció otras culturas, afrontó guerras, tuvo que pasar hambre, sed; pero jamás fue abandonado por de la mano de Jehová, aún en tiempos de esclavitud, de necesidades y de hambre.
Ya en tiempos contemporáneos, en el Siglo XVI se producen las grandes migraciones, motivadas por la necesidadde otros territorios, lugares para la producción o nueva forma de sobrevivir. Los ingleses tienen su parte en esta historia al llegar a lo que hoy es Norteamérica, precisamente Estados Unidos. Ellos, los “colonizadores”, llegaron con su familias, se asentaron en tierra ajena, en estos lugares vivían desde hace más de 400.000 años los Pieles Rojas, los Siux, los Apaches y otros grupos humanos; pero los ingleses para apropiarse de su territorio les combaten, los eliminan con un ejército poderoso, soldados vestidos de azul armados con fusiles y pólvora contra los nativos que sólo tenían flechas y armas rústicas. Invasión: cultural, religiosa y algo más.
También llegan a lo que es hoy Suramérica, desde México hacia el Sur. En lo que es hoy Argentina, se intenta extinguir a los gauchos, hoy se sigue persiguiendo a los mapaches, territorio que comparte con el sur de Chile. Todos los días en la actualidad este pueblo ancestral lucha por defender su territorio; pero la humanidad “civilizada” ni se inmuta. ¿Sabe usted algo sobre el drama que vive este pueblo?
Conclusión: precisamente en estos pueblos, EE.UU. y Argentina, se alza la voz para construir muros para impedir que otros ciudadanos del mundo lleguen a estos lugares. Me adueño de un lugar de la tierra que no es mío, es decir usurpo territorio y me rodeo de muros para que nadie más goce de esta creación divina. La historia también relata que las paredes no pudieron ni podrán contra la voluntad de lucha de los pueblos.
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S-070217
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