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Si al leer esta nota hay una persona que jamás ha vivido la experiencia de ser atendida en un centro de salud debe sentirse privilegiada y agradecida a la vida, las demás seguro que tiene algo que contar, ojala buena, sobre lo que todavía sigue siendo una debilidad en el país: cuidar el bienestar de sus habitantes.
Se reconoce que en Bolivia la práctica médica es un negocio, se favorece de lejos a la industria farmacéutica, a tal extremo se llega que algunas productos se expenden al público en las aceras de las calles, artículos sin registro algunos, sin sello de seguridad y menos se puede garantizar su procedencia original y calidad; pero hay gente que compra.
Lo más triste es enfermar y tener la necesidad de acudir a un centro de salud donde comienza una larga espera (o agonía). Por ejemplo en la Caja Nacional de Salud, un asegurado acude a su médico familiar; (previa obtención de una ficha) y debe pasar luego por laboratorio donde entrega una muestra de orina, esputo u otra específica e ir en ayunas para la muestra de sangre y estar en el centro antes de las 7:30 am. Si no llega antes de las 5:00 am. ya hay una larga fila y hay que esperar el turno.
Si le solicitan una ecografía es grave, el servicio está completamente saturado y le programan para al menos 15 días después, puede ser más según la temporada. ¿Qué ocurre con el paciente durante ese tiempo de espera? ¿Su posible dolencia también se paraliza? Para lo peor, justo el día que le toca el turno: huelga en la CNS. Otro tiempo y reprogramación para otra fecha. ¡Dios sabe si ese paciente volverá!
¿Cuánta gente habrá hoy que ha acudido a las dos o tres de la madrugada para acceder a una ficha y ser atendida por un determinado especialista? En este servicio sólo se privilegia entre ocho o diez pacientes si el médico no tiene programado una cirugía, caso contrario no hay fichas.
En definitiva, estamos mal en la atención y cuidado de la salud de la gente, tampoco se avizoran mejoras o políticas que tiendan a ofrecer calidad en los centros donde previamente se ausculta al paciente antes de su hospitalización. Hablar de la calidez es otro tema, y delicado.
Otro asunto que motiva preocupación son las denuncias de negligencia médica, se tiene la experiencia de que galenos son encarcelados o deben pagar miles de bolivianos por resarcir alguna situación desafortunada para salir del proceso judicial instaurado en su contra o reciben la sanción de nunca más ejercer la profesión. Consecuencia: un médico prefiere no comprometerse en atender a un paciente grave o difícil para no sopesar problemas con los familiares. ¿Quién pierde?
Otra debilidad muy sentida es la falta de equipos para el diagnóstico preciso. O no hay o está arruinado. Meses o años de espera para su reparación. Algún repuesto o reactivo debe ser adquirido en el exterior y el costo es alto –según explican- y los enfermos deben esperar o ser transferidos a otro departamento o simplemente resignarse.
La tecnología médica avanza a pasos agigantados, mientras que en Bolivia se entrega un equipo supuestamente moderno, en otras partes del mundo ese aparato ya es obsoleto o sólo hay uno (o no existe) en cada departamento del país. ¿Debe este escenario seguir así? ¿Cuánto de las regalías que se perciben, sea por minería o hidrocarburos, se invierte en tecnología médica? En el marco del “vivir bien” ¿cuánto de presupuesto está destinado para la salud del pueblo? Población sana aporta al desarrollo.
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S-100117
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