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Las calles y avenidas han sido invadidas por el comercio, igual las aceras y las calzadas, ya no hay lugar para el tráfico vehicular ni para el peatón, en los últimos años los negocios informales se han multiplicado por cien y son millones las personas que buscan ocupación en la venta de cualquier cosa; muchos prosperan, otros no pierden la esperanza y los demás se contentan con lograr el pan del día.
El mercado informal es una demostración clásica de la libre competencia, una fuente de pugna por el derecho a la propiedad individual, a la iniciativa e ingenio por la oferta y la generación de la demanda; es la expansión de la microeconomía a gran escala.
La lucha contra la pobreza se entiende como la creación y el fomento del mercado y el comercio libre. En buenas cuentas esta realidad es la demostración de que no se han creado fuentes de trabajo asalariado, digno como se pronuncia en los discursos. Cada persona es lanzada al mercado donde debe ganarse la vida, como pueda, es responsable de sus acciones y de su bienestar, entonces han subido los índices de robos, asaltos, asesinatos, ingenio cada vez sofisticado del “cuento del tío” para apropiarse de lo ajeno.
Si el desarrollo se midiera en función del crecimiento del mercado informal, el país sería un ejemplo para el mundo; pero el costo es que se ha cambiado el concepto de familia y de hogar: ¿cuándo sus miembros están juntos alrededor de la mesa o el fogón?
Cuando Bolivia nació a la vida independiente (1825) tenía aproximadamente un millón de habitantes, el 90% de esta población vivía en el campo y estaban dedicados a la agricultura, en tareas pastoriles y la artesanía era importante, su indumentaria eran creación habilosa de ellos mismos; los mercados en las ciudades eran pequeños reductos, hoy esa realidad ha sido invertida: se cree que vivir en el campo, ser agricultor, artesano o pastoril es una involución.
La artesanía local se desprecia, ya no se usa la bayeta que era resultado del trabajo de pareja: la compañera hilaba y él trabajaba el telar en ciertos periodos del año; la lana se obtenía de la oveja o de los camélidos y se teñía con productos logrados de la naturaleza; lo producido en el año se lucía en cada fiesta del pueblo y las jóvenes que más prendas cargaban en el ruedo, como resultado del trabajo del año, eran las más apetecidas para el matrimonio.
La urbanización de la población boliviana se muestra irreversible; pero las ciudades los empleos seguros son mínimos, se reducen a los ministerios, la administración pública, la comuna, el poder judicial, instituciones dependientes del Estado, salud y educación; pero acceder a un cargo en este enmarañado mínimo requiere tener un padrino, un aval; entonces el resto se inicia en el mercado de lo informal.
Este contexto se presenta como una oportunidad para concebir un plan de gobierno para los que deciden ganarse la vida a través de la política (no politiquería) y que sean alcanzables, realizables y sostenibles en el corto y mediano plazo: fomento de industrias en cada región, creación y aprovechamiento de tecnología propia o aprovechamiento de lo ajeno para la obtención de valor agregado de los recursos naturales, aprender a producir y consumir lo nuestro, es aquí donde no hemos incidido significativamente o no se ven los resultados traducidos en empleo, trabajo, ocupación que no sea lo informal.
Tenemos miles de kilómetros cuadrados convertidos en canchas con césped sintético; ahora logremos que los jugadores vistan indumentaria de industria nacional, que el balón sea cosido por manos bolivianas, los botines, las medias y hasta el pito que hace sonar el árbitro tengan la marca del Estado Plurinacional; lo contrario es convertir a Bolivia en mercado de producción ajena o extranjera.
La cuestión es: ¿debe ser con intervención del Estado o debe dejarse a la iniciativa privada? ¿Nuestras Universidades deben seguir formando profesionales para la desocupación o deben ser parte de crear ciencia y tecnología para el desarrollo? ¿La generación de empleo digno sólo es responsabilidad del Gobierno? La realidad es que no hay neoliberalismo puro ni todo es responsabilidad del Estado.
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