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En la celebración del Te Deum en la Catedral con motivo del Aniversario de la Patria, monseñor Tito Solari Capellari aprovechó la ocasión para despedirse de la feligresía, en su condición de Arzobispo de la Arquidiócesis de Cochabamba, al presentar su renuncia ante el papa Francisco, tras cumplir 75 años de vida, tal como establecen las normas de la Iglesia Católica.
En la celebración de las fiestas patrias, el Arzobispo señaló que está a la espera de que el papa Francisco nombre a su sucesor para que termine su mandato y que desconoce el lugar donde prestará sus servicios; depende de la decisión que asuma el Superior de la Congregación de los Salesianos —orden a la que pertenece— y que su intención es quedarse en Bolivia.
Tito Solari, en sus 16 años de arzobispo en Cochabamba, ni por casualidad ocupó la vivienda del Arzobispado en plena avenida Ballivián, el Prado. Prefirió vivir en Chiquicolllo, en la avenida América final oeste, de donde todos los días se trasladaba en la línea de micro J hasta el arzobispado, como lo hace habitualmente el resto de las personas que utilizan el transporte público.
No hace gala del uso de un jeep en exclusividad ni tiene chófer a disponibilidad. Ha preferido compartir el asiento con las personas que abordan este servicio, donde tiene la oportunidad de conversar con la gente y sentirse más cerca del pueblo.
Solari, en sus homilías, aboga siempre por la justicia y el servicio al bien común, pide permanentemente a los gobernantes para que luchen contra la pobreza y la discriminación, mayor apertura para generar fuentes de empleo, acceso a educación y salud. Critica la ambición de poder y el afán de lucro y de acumulación de la riqueza.
Un arzobispo conciliador y equilibrado, participó como mediador entre el gobierno y los sectores sociales en conflicto, se destaca su participación en la Guerra del Agua, el Octubre Negro, el 11 de Enero, cuando un sector de la población pedía con bates que los campesinos abandonen la Plaza de las Banderas y la Plaza 14 de Septiembre.
El Arzobispado es testigo de las innumerables ocasiones en las que el ahora Presidente del Estado Plurinacional y Secretario Ejecutivo de la Federación de Cocaleros del Trópico tuvo que acudir en busca de Solari para solicitar su apoyo en la resolución de conflictos con el gobierno de turno. Lástima que su labor pastoral no sea reconocida ni valorada por la sociedad política y por el Gobierno, que más bien asumieron una actitud negativa sobre el rol de la Iglesia Católica y de los Obispos, acusándolos de “estar aliados con la oposición” y de “hacer política”, con el afán de anular y desprestigiar su labor en beneficio del país.
Quienes profesamos la fe católica —y los que no también—, tenemos la obligación de reconocer y valorar el trabajo pastoral emprendido por Tito Solari, digno representante de la Iglesia Católica que no tuvo reparo de abandonar su patria y familia para adoptar una nueva y dedicarse a la evangelización, contribuir en el ámbito educativo y la cercanía con los jóvenes, principal carisma de los sacerdotes salesianos.
Si el actual Gobierno tuvo la iniciativa de entregar el “Cóndor de los Andes” a Lionel Messi cuando la selección argentina vino a jugar las eliminatorias del Mundial a La Paz; si los integrantes del grupo Ch’ila Jatun también recibieron la alta condecoración del Estado por su participación en el Festival de Viña del Mar, por qué no tienen la misma iniciativa de condecorar con la máxima presea a una persona, un sacerdote, un arzobispo que hizo mucho por el país, no solo a nivel pastoral, también en el campo social, económico y político. Aunque no se lo den, el cariño de la gente es, de hecho, equivalente a un Cóndor de los Andes.
El autor es periodista y docente universitario
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