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Las elecciones subnacionales del 29 de marzo seguro que nos depararán sorpresas: Gratas para algunos que ya se sienten victoriosos porque tienen el respaldo de los electores, o tal vez para otros que, no esperando un resultado favorable, el voto de los indecisos les resultó fundamental a la hora de decidir.
Ingratos para otros que se habían hecho la ilusión de ganar “por goleada” con el apoyo de sus simpatizantes de partido, pero que al final no fue tal. Desagradable también para los candidatos en función de gobierno que no recibirán el apoyo de sus electores por diferentes hechos, que en vez de contribuir a la campaña, perjudicana su partido provocando rechazo o acaso resistencia en la población boliviana.
Oficialistas y opositores llegan a la contienda electoral con sabores y sinsabores, comosiempre ocurre en una campaña en la que las acusaciones, contraacusaciones, insultos y guerra sucia tienen el propósito de restar votos al contrincante, en la alternativa de sumar votos del soberano, que es quien define al final su apoyo por un determinado candidato, más que por su programa de gobierno, por sus cualidades personales y profesionales.
En el caso del oficialismo, llega a las elecciones con cierto cuestionamiento de la ciudadanía por las intervenciones del presidente Morales y el vicepresidente García Linera, que señalaron que no invertirán recursos económicos a las alcaldías en las que gane la oposición, el caso de La Paz, El Alto, Santa Cruz y Beni. También las denuncias de malversación de recursos económicos del Fondo Indígena en la que está mencionada Felipa Huanca, candidata a la Gobernación de la Paz, la ministra Nemecia Achacollo, interpelada en el Parlamento de donde salió aplaudida y libre de culpa, además del accionar del Tribunal Supremo Electoral que no goza de la credibilidad de la ciudadanía boliviana, lo que, sin duda, será otro elemento que el ciudadano serio y crítico tome en cuenta a la hora de elegir al candidato.
Sin embargo, no hay que desmerecer que el partido en función de gobierno cuenta con el apoyo de sus militantes tanto en el área rural como en el área urbana: cooperativistas mineros, fabriles, transportistas, campesinos, cocaleros que son su bastión de gobierno, pero también en el área urbana donde se suma la empresa privada, la banca, la clase media y profesional que cree en el proceso de cambio y que no dudará de votar por un candidato oficialista, considerando que es la mejor opción.
Por otra parte, la oposición participa de las elecciones subnacionales otra vez dividida, fragmentada y débil, con intereses muy particulares o de grupos políticos que no asumen la representación de la ciudadanía que quiere cambios en el sistema político. Una oposición que finalmente no aprendió la lección de unidad y cohesión que el ciudadano esperaba, una oposición que carece de nuevos líderes políticos y que aparecen siempre los mismos y que carecen de credibilidad y de respaldo electoral.
Total, que llegamos a las elecciones subnacionales en medio de dudas e incertidumbres ocasionadas por unas encuestas que fueron difundidas por un medio de comunicación social y que, por cierto, pone en jaque mate a los candidatos que se encuentran en diferentes puntos del país donde el voto nulo, blanco ono sabe, no responde, será la constante que se repita en varios sitios del país. Las elecciones del 29 de marzo, por eso mismo, nos depararán sorpresas, gratas para unos, ingratas para otros, donde los electores deciden el futuro de su municipio y la gobernación.
El autor es periodista y docente universitario
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