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“Limar asperezas y escuchar sus propuestas sobre temas de la agenda nacional”, es el propósito de los llamados “disidentes” o “librepensantes”, que, habiendo estado en función de Gobierno, ahora se encuentran cuestionados y estigmatizados por pensar diferente. Para el MAS, no es admisible ser librepensador.
Los disidentes o librepensantes diríamos que son personajes críticos —en el buen sentido de la palabra—, que se alejan del estilo de “levantar la mano” y asumir decisiones con el rodillo partidario o parlamentario. Los librepensantes, en la medida en que no se acomodan solo a obedecer consignas para aprobar leyes, decretos y resoluciones, permiten el fortalecimiento del partido o instituciones gubernamentales.
El Vicepresidente, con tono de ironía, se refiere a los librepensantes descalificando su conducta, por la actitud de crítica que han asumido con el proceso de cambio. La conducta del segundo mandatario, en vez de contribuir a la reflexión y cambio de timón, más bien genera mayor controversia y conflicto con aquellos que no piensan igual que el Gobierno.
No es nada más saludable que profesionales como Rebeca Delgado contribuyan de manera crítica a mejorar las relaciones del proceso de cambio que requiere el país, pero en el marco del diálogo, la reflexión, el análisis y el consenso que deben primar en todo contexto político, bajo la lógica del respeto por las ideas diferentes que pueden contribuir a mejorar las posiciones políticas en beneficio del país.
Los disidentes o librepensantes en el MAS pueden seguir sumando y creciendo en cantidad, ante el descontento de la forma en que se administra el país. Los oficialistas están a tiempo de cambiar de actitud para evitar las posibles fugasy alejamiento del partido de los disidentes, solo porque sus ideas molestan e incomodan.
La senadora Rebeca Delgado, militante apasionada del MAS, aún en los momentos más difíciles de la arremetida del gobierno en su contra, sigue firme en la lucha, pero siempre en el propósito de ser parte de la estructura política de gobierno, independientemente de las posiciones subjetivas de los militantes del partido que inventan fantasmas en torno a ella.
Es frecuente escuchar decir “que se quiere aliar con la oposición”. “que será candidata del Movimiento Sin Miedo”, “que quiere ser vicepresidenta”, en fin, argumentos que buscan justificar una actitud de chantaje y de descalificacióndel supuesto enemigo porque no piensa ni actúa en obediencia ciegaa las decisiones del partido. Pecado es ser librepensante en este país, porque el que lo hace es peligroso, es opositor, es neoliberal.
Los gobernantes tienen que asumir una actitud de escucha a quienes piensan diferente, como una llamada de atención para mejorar sus posiciones políticas en beneficio del país. No es bueno tener una masa acrítica que expresa lo mismo, eso suena a manipulación y homogenización del pensamiento. La diferencia de ideas permite crecer y avanzar en un propósito común, el servir al país en sus pequeñas y grandes necesidades.
Los librepensantes son necesarios en toda sociedad o grupo humano, porque permiten “poner el dedo en la llaga” para revisar y evaluar las actividades y resultados que se logran en una gestión. Solo falta un mínimo de tolerancia para aceptar sus observaciones y sugerencias que tienen el propósito de señalar los equívocos gubernamentales, para así posibilitar que su acción sea más responsable y beneficie al país en su conjunto.
*El autor es periodista y docente universitario
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