Opinion

ÁRBOLES QUE IRRADIAN VIDA
Ojo al Charque
Constantino Rojas Burgos
Viernes, 20 Junio, 2014 - 01:41

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Plantaciones de frutales, alfa alfa y una variedad de árboles como el molle, algarrobo (chillijchi), eucaliptos, verdor de diversa naturaleza hace más o menos 30 años atrás,  caracterizaban la zona de Sarco, Sarcobamba, Condebamba, Linde, Mayorazgo, Trojes, pero también la Recoleta y Queru Queru, donde se producían lechugas, hermosas campiñas de  áreas agrícolas con maizales en extensas zonas y la presencia de ganado vacuno, para aprovisionar de leche natural a la población, todo eso ha sido sustituido por la urbanización.

La urbanización ha reemplazado las tierras agrícolas por el loteamiento y la  construcción de viviendas, calles y avenidas, tal que incluso las torrenteras que servían para el desfogue de los ríos, donde ahora se ubica la avenida Beijing, la Melchor Pérez de Olguín, si bien están canalizados y dan una mejor imagen a la ciudad, en época de lluvias, ocasionaban problemas porque no resultaban suficientes para la cauce de las aguas provocando rebalse e inundación en algunos casos.

La campiña ahora queda solo en la memoria y el recuerdo de personas que añoramos esos tiempos,  donde aún se podía escuchar el croar de los sapos, el mugido de las vacas, el trinar de pajaritos y por las noches las luces de las luciérnagas que daban luces al campo oscuro y abierto de la campiña. Tiempos donde la naturaleza era sana y no se conocía de contaminación ambiental ni de daño ecológico.

Paralelo al loteamiento y a la construcción, se genera una tala indiscriminada de árboles, priorizando la necesidad  de construir viviendas provocada por la migración del campo hacia  la ciudad, que ha permitido que esas zonas extensas de la campiña den paso a la urbanización,  originando necesidades como el transporte, acceso a luz,  agua, alcantarillado, teléfonos, etc.,  donde los árboles tuvieron que “pagar los platos rotos” de la urbanización,  del asfaltado y del empedrado de calles.

Ahora los árboles resultan ser “los convidados de piedra” porque no tenemos la cultura de cortar un árbol y reemplazar por otro. Muchas calles y avenidas que antes contaban con una arboleda, como la San Martín,  Ayacucho, Aroma, entre otras, ahora exhiben postes para extender cables de luz y de teléfono, cables que visualmente destacan por la cantidad y que incluso impiden registrar una foto o imagen sin interferencias.

Esa lógica se repite también en los barrios que circundan la ciudad. Los vecinos prefieren aceras con cemento sin dejar espacio para plantar árboles que podrían dar sombra y permitir el equilibrio ecológico y ambiental, en tiempos en el que la contaminación en el cercado de Cochabamba requiere de soluciones urgentes que podrían pasar por la reforestación de calles, avenidas, parques y plazas que ayuden a dar un respiro a la ciudad.

Otro problema preocupante es que los pocos árboles que ahora existen en la ciudad de Cochabamba, cada año sufren una poda indiscriminada y sin criterio, a manos de podadores que se atreven a mutilarlos dejando el tronco principal y cortando todas las ramas, cosa que ocurre precisamente en esta época de la transición de otoño al invierno,  donde las hojas están secas y caídas por el suelo. Desde ya, los dueños de casa, en vez de barrer, prefieren la alternativa de la mutilación.

Finalmente, un dato más sobre los árboles, de un tiempo a esta parte se observa la tendencia de arrancar la corteza de los árboles, de hacerle tajos para que se mueran o sequen lentamente,  esto pasa principalmente con molles y paraísos. Existe la urgencia de cambiar de actitud frente a los árboles que irradian vida y embellecen a la ciudad, ahora que nos estamos ahogando en medio de la contaminación. 

El autor es periodista y docente universitario