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“¿Dónde nomas andas? Toda la mañana te he llamado a tu celular y nada”. Lo siento, lo había dejado por olvido en mi casa, debo tener cualquier cantidad de llamadas. Es una conversación que se repite de manera frecuente entre amigos, compañeros de curso o de trabajo sobre teléfono móvil, un aparato tecnológico que permite democratizar la comunicación y acercar a las personas que se encuentran a la distancia, para generar espacios de interacción y de intercambio de mensajes.
El celular constituye parte del atuendo en la vida de las personas, que si no lleva o no tiene celular resulta ser un “bicho raro” en medio de una infinidad de usuarios que viven dependientes de esta tecnología. Según el Censo de Población y Vivienda (INE 2012) el 72 por ciento cuenta con servicio de telefonía fija o celular, siendo Santa Cruz, Tarija, La Paz y Cochabamba, los departamentos que presentan los mayores niveles de acceso a las Tecnologías de Información y Comunicación.
La telefonía móvil es una necesidad de la que ahora no se puede prescindir, sobre todo cuando se trata de establecer una comunicación de urgencia, porque se trata de un medio moderno, novedoso, versátil, manipulable y lo mejor, transportable, pero que se puede convertir en una adicción si el usuario depende gran parte de su tiempo cuando hace un uso exagerado de juegos y de aplicaciones que ser un perjuicio en las actividades que desarrolla.
El celular no solo cumple la función de intercomunicar a las personas, posibilita también acceder a Internet, enviar mensajes de texto a través del correo electrónico, el chat, acceder a juegos, registrar fotografías, imágenes en movimiento, grabar audio, reproducir música, en fin, múltiples funciones que ahora resulta difícil prescindir de ese “minúsculo” aparato que cabe en el bolsillo y en la cartera.
Un dispositivo tecnológico que se hace imprescindible para todas las edades, principalmente para los “nativos digitales” que hacen uso indiscriminado de ese aparato y que poco a poco cautiva y vence la resistencia de los “analfabetos digitales” que por experiencia sienten las utilidad del celular en las posibilidades de intercomunicación a nivel local, nacional o internacional.
Lo recomendable será apagar el celular cuando se pasa clases o trabaja para poner la máxima atención a la actividad que se desarrolla y no tener interferencias que puedan distraer y hacer una tarea con permanentes interrupciones que ocasionan las llamadas al celular. Esta actitud de apagar el celular puede contribuir a lograr la integración del grupo de trabajo, de familia y de crear espacios de cercanía y de intercambio de ideas que ahora hace tanta falta.
El papa Francisco reconoce que las redes sociales y los instrumentos de comunicación humana han alcanzado un desarrollo inaudito y que el celular nos puede acercar a los demás, a incrementar lazos familiares, a disfrutar de las amistades, a responder necesidades e inquietudes de los otros, a estar disponibles para el servicio a los demás, sin embargo, afirma que también puede esclavizar y ser una cadena que no deja libertad para meditar a atender a las personas en la relación interpersonal.
Por tanto, será necesario y urgente, encontrar un cierto equilibrio en el uso y acceso al celular para que no se convierta en conducta adictiva, siendo racionales y sin llegar a extremos, de no tener celular o de estar al margen de las ventajas que presenta este medio o de estar dependientes del aparato, que más que ayuda se convierta en un perjuicio que impida una comunicación interpersonal y fluida con el entorno circundante.
El autor es periodista y docente universitario
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