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OTTO STRAUSS MAYER
Graham Greene, novelista inglés, en Viajes con mi tía, escribió: “Una vida larga no depende de los años. Un hombre sin recuerdos puede llegar a los cien años y sentir que su vida ha sido muy corta”. Un hombre de fe puede vivir muchos años, pero sentir al final de su vida una esterilidad terrible, pues, la fe sin obras no es nada (San Pablo). Todo misionero está llamado a revelar su encuentro personal con Cristo por medio de sus acciones. En la vida del cristiano vida y obras deben ir de la mano. Y la certeza de su fe no es otra que la esperanza en lo desconocido. Abraham, oyó la promesa de Dios y se lanzó al desierto.
Las primeras instantáneas que guardo de Otto Strauss son de mi infancia; cuando la parroquia como centro religioso era para nosotros el habitad natural de la fe en Dios; en pocas palabras, era natural ser cristiano y católico; ahí, vi por primer vez al padre Otto. Era alto, de contextura robusta. Huraño. Esa barba tupida y larga, me hacia la idea de estar viendo a Moisés o a José el padre putativo de Jesús. Y es que los enormes cuadros de los patriarcas guiando al pueblo de Israel, esos hombres de larga túnica y barbados, fueron las imágenes más entrañables de nuestra infancia, de nuestra catequesis de la primera comunión. Y Otto tenía un parecido único. Su voz retumbaba por todo el templo diáfana y firme. Años más tarde, conocí la biblioteca de mi parroquia, y quedé deslumbrado por los libros que allí encontré. Había literatura, sí, cómo olvidar Hamlet, Guillermo Tell… Teología, Karl Rahner, ahí encontré un librito que me abrió los ojos a la fe, Revolución y encarnación de Justo L. Gonzáles. Sé que el padre Otto llevó muchos otros libros, no sólo a la biblioteca de la parroquia, sino también a la biblioteca estudiantil en la que tantos niños y niñas de mi tiempo aprendimos a leer y ser felices con los libros.
En sus largas travesías por todos los rincones de los Cintis, muchos años fueron sus compañeras inseparables, unos animales de carga (mulos), cuyos nombres hasta ahora me parecen emblemáticos, la thatcher (seguro por la primera ministra británica), la malvina (por las islas Falkland o Malvinas). Como todo misionero y hombre de fe, llevó su experiencia de Cristo a todos los que pudo. Ancianos, niños, mujeres, jóvenes, enfermos, catequistas. Su desprendimiento y su gastar la vida por los otros, directa o indirectamente llegó a muchos muchos pobres y no pobres. Por los caminos del viento de la pampa culpinense o de Incuahuasi, Villa Charcas, Santa Elena y las rojas tierras del cañón cinteño (Camargo) su nombre irá inscrito como las huellas de las sandalias del pescador; y en los corazones de quienes tuvimos la suerte de conocerlo, en lo más íntimo de la memoria quedará guardada la historia de un hombre de fe que pasó haciendo las buenas obras que sus fuerzas le permitieron.
Las pocas ocasiones que pude escucharlo, nunca vi gesto alguno que denostara desprecio hacia nadie, ni tampoco la pretensión de que su moral fuera la mejor. La convicción de su fe estaba sustentada por su profunda espiritualidad y oración. El breviario ha sido (y seguramente lo seguirá siendo) una fuente inagotable de su fortaleza espiritual. Los recuerdos de sus travesías y peripecias por montañas y ríos de esta casa nuestra, el sur de Chuquisaca, su casa, deben ser incontables, y por todos los recuerdos con quienes se encontró en los Cintis, Otto Strauss, lleva ya una larga vida de servicio y entrega a todos aquellos que la vida le encomendó en su misión. Otto Strauss es un hombre de fe que a lo largo de estos 50 años de sacerdocio, ha tratado de llevar por la misma senda, su labor social y misionera.
Un día le pregunté a Alcides Flores, periodista, amigo, paisano cinteño, oriundo de Villa Charcas y camargueño, sobre padre Otto Strauss, una pregunta a bocajarro, ¿Cuál es tu opinión sobre este hombre de fe?: “El padre Otto Strauss es una persona que ha mostrado mucha integridad en su labor. Es un sacerdote que ha cambiado la vida de muchas personas en los Cintis. Ha ayudado a personas pobres para que accedan a una vivienda, ha apoyado a jóvenes con escasos recursos para que estudien, ha pagado muchos tratamientos caros a personas pobres... eso lo sigue haciendo y siempre incondicional. A este lado pragmático, hay que sumar su lado espiritual. Es una persona profundamente espiritual, que nunca deja de alimentarse de lecturas, que luego las comparte. En lo pastoral, es un hombre que ha vivido muchas situaciones y no hay rincón que no conozca. Ha ido hasta el último rincón de sus parroquias incluso montado en burros y lo que resumo de su caridad, es que no hace bulla cuando ayuda a alguien, lo hace en silencio”.
El testimonio de quien estuvo cerca del trabajo de Otto, como Alcides, es sólo una muestra de quienes han estado a su lado en su opción misionera por la gente cinteña.
El padre Otto Strauss Mayer, ha cumplido el pasado mes de junio 50 años de vida sacerdotal. 45 en las tierras de Cinti. Y estas fotográficas pinceladas de cómo recuerdo a Otto y cuál es la imagen que guardo de él a pesar de la distancia y el tiempo, mi más sincero agradecimiento.
El autor es teólogo y filósofo
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