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Bolivia da los primeros pasos destinados a proteger a los consumidores, una muestra de ello es la creación del Viceministerio de Defensa de los Derechos del Usuario y del Consumidor (VDDUC) y el tratamiento en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP ) de la “Ley de Defensa del Consumidor”. Culminada esa tarea, habrá que trabajar en la reglamentación y posterior normativa específica que permita a los consumidores contar con herramientas útiles para protegerse.
Mientras eso suceda los consumidores bolivianos están desprotegidos: no están organizados y no conocen los derechos que los asisten.
Por ello, ante una tentadora oferta marquetinera de los supermercados - cuya única finalidad es la de agotar stocks de productos a punto de vencerse - compramos afanosos y nos sumamos a la promoción, sin ninguna reflexión.
Dentro de esa desprotección los supermercados Hipermaxi y Fidalga de la zona de Sopocachi, en La Paz, hacen su propio agosto en pleno julio.
Resulta que varios de los precios que aparecen en el sticker del producto que uno retira de los estantes, a la hora de pagar y de acuerdo a codificación, tienen otro precio.
Hace unas semanas compré en el Supermercado Fidalga unos deliciosos Mashmellos, cuyo precio marcaba 16,50, pero cuando llegué a caja, me facturaron sin miedo 20,50 y lógicamente revisando la factura detecté este hecho irregular y devolví el producto. Pero no corrí la misma suerte en el Hipermaxi, donde por error de facturación de la cajera, detecté que una patineta que jamás adquirí me fue incluida en la factura y ohhh!!! sorpresa ante el reclamo, me informaron que no podían devolverme el dinero en efectivo, sino en productos y así fue. Las reglas las pone el supermercado y el consumidor se atiene a ellas.
El caso reciente de Rocío Pimentel, Alcaldesa de Oruro, también confirma esa desprotección. Por degustar un pollo a la broaster, terminó en una clínica intoxicada por la inhalación de dióxido de carbono, en un local que no contaba con una adecuada ventilación.
Por tanto, amigo lector, no se deje impresionar con el sonido mágico de la máquina registradora de los supermercados, una vez recibida la factura revise y controle que lo que le pusieron en la bolsa es lo que usted compró y que los precios que pagó son los correctos.
Lo demás son cuentos chinos y de los centavos...mejor ni hablar.
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