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Con indicadores en mano el economista Armando Méndez confirmó que
“Bolivia es un país de informales” . El dato no es menor. El 74 por ciento de las empresas en Bolivia son unipersonales, es decir microempresas, y sólo el 0.5 por ciento grandes empresas. Lo que lleva a afirmar que en Bolivia no existe gran empresa.
La informalidad es una solución no un fin, remarca Méndez, lo preocupante de esta débil estructura empresarial es que condiciona a una baja productividad, sólo comparable con ganarse la comida del día. Hecho que repercute de manera negativa en el ingreso per cápita de los bolivianos, que sigue siendo chato y sólo comparable a los países africanos.
Los indicadores sociales confirman que sólo el 33 por ciento de los bolivianos acceden a la seguridad social. Otra dato revelador es que el grupo de privilegiados que cuentan con trabajo asalariado no supera el 35 %, el resto de la población es informal, una alternativa que si bien contribuye a reducir las tensiones sociales, es una resta para el Estado en materia de impuestos.
La tasa de inflación promedio es del 7.5 por ciento y en alimentos es del 15 por ciento. Algunos productos se han incrementando en más del 70 por ciento. "Se produce más coca que alimentos", remarca el experto.
Según Méndez, los indicadores que socializa el Instituto Nacional de Estadística (INE) no son reales, debido a que están expresados en promedios y por tanto, no son representativos.
El gas, litio, minerales y hierro, son riquezas naturales valiosas que deben explotarse de manera adecuada, en caso de no hacerlo Bolivia seguirá siendo un país proveedor de materias primas como lo fue siempre.
Según el experto, en esta economía de subsistencia, cobrar a los contribuyentes impuestos onerosos como el 13% de Impuesto al Valor Agregado (IVA) y otros es inadmisible. Para ello propone aplicar una política de diferenciación que motive la formalización de la economía.
“La economía es más parecida a la medicina que a la ingeniería”, confiesa, por ello es posible confirmar con rapidez si el paciente goza de buena salud.
La tramitología mata a los emprendedores bolivianos que son muchos y el timbre de aceleración los remata.
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