Opinion

MEDIOS PÚBLICOS COMO URGENCIA 1
Improperios
José Antonio Calasich
Miércoles, 23 Abril, 2014 - 23:45

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El acaparamiento de medios y el monopolio informativo son formas de distorsión y perversión comunicacional que expresan y resultan, al margen de intensiones y afanes encubiertos, de la fragilidad e insuficiencia doctrinal y conceptual en que se asienta y estructura todo el sistema mediático de una sociedad.

El sistema de medios boliviano está basado en un carácter bipolar de titularidad y manejo, donde lo estatal y lo privado (en sus modalidades comercial, comunitaria, gremial, institucional sin fines de lucro, etcétera) son sus únicos actores. Lamentablemente, tal titularidad, antes de generar contrapesos y equilibrios, ha producido una lógica pendular de complicidades en la desnaturalización comunicativa, convirtiéndola en una constante.

Junto al manejo de medios propios, el poder estatal está en condiciones de coaccionar y alienar medios privados a sus fines (ya que cuenta con todos los dispositivos y recursos necesarios para ello), mientras que éstos, al ser propiedad privada, actuará siempre, como es lógico, en concordancia a las conveniencias de sus propietarios. Al ser la libertad de expresión una de las máximas democráticas, no puede haber un mecanismo efectivo que asegure y obligue a que ambos titulares no actúen así, de manera que la indefensión comunicacional e informativa de la ciudadanía es una probabilidad cierta. 

Al ciudadano sólo le queda la esperanza que los direccionamientos comunicacionales e informativos no lleguen a extremos inadmisibles. Su única garantía es confiar que las tan mentadas regulación y autorregulación sean verdaderas y honestas y no meras declaraciones de buenas intensiones.

Un problema estructural

Así como Marx insistía que la miseria moral es consecuencia de la miseria material, y no viceversa, es perceptible que la desnaturalización y distorsión mediática está en la esencia del cómo se organiza y opera el sistema de medios. Llegado el momento, es poco lo que puede aportar la voluntad, idoneidad o formación profesional de los operadores, salvo mea culpas a posteriori de derramada la leche. Los escasos medios que tratan de marcar tonos diferentes en su labor, pronto son blanco de inevitables acosos, tanto económicos como políticos, obligándoles, a la postre, a optar por el alineamiento, la moderación o el ostracismo.

Que sólo dos sujetos/actores de los tres constitutivos del contexto social de la comunicación posean coeficiente emisor, en tanto que el tercero, vale decir el público, esté reducido a sólo recibir y espectar la acción orquestada por esos dos, introduce una deformación irreversible que hace inviable cualquier pretensión de equilibrio y ecuanimidad. En un sistema así, los sesgos y direccionamientos no son una eventualidad, sino una constante.

Hacia lo público

En la relación entre comunicación y sociedad, lo Estatal, lo privado y lo público son los tres actores, a la vez que ámbitos, de construcción de los sentidos sociales fundamentales. No sólo con los tres que se establece la posibilidad real de contrapesos efectivos, como también los parámetros necesarios para una acción medial equilibrada y armónica, sino que ellos producen los tres discursos sociales esenciales que posibilitan la vida en sociedad: uno, en relación al orden constituido (Estado); otro, en función del individuo en sí mismo (privado), y el tercero, en relación al conjunto social (público). 

Los tres discursos hacen la integralidad simbólica y de sentido de una sociedad, debiendo el sistema mediático estructurarse en concordancia a ello (lo que implica que cada uno tiene que tener su propia estructura de enunciación, es decir, sus propios medios de comunicación). Es evidente que en el país tal aspecto es totalmente ignorado, convirtiendo los déficits y contrariedades comunicacionales en una constante.

Pero aún hay más. Es con la dimensión pública (la actualmente ausente en el país) que se construye la piedra angular de todo el sistema medial de una sociedad. Es en ella donde se definen los límites y alcances de lo que puede y tiene que ser una labor mediática efectiva y congruente a las pretensiones ciudadanas de información y comunicación. Además, es en los medios públicos donde se construye los parámetros y referentes esenciales para todo el sistema mediático, obligando a operadores estatales, gubernamentales y privados a moderar su acción, incluso a resignar su propensión natural de hegemonía y acaparamiento.

(Tal aspecto es evidente en países europeos, donde los medios públicos contribuyeron a la existencia de una innegable y efectiva calidad mediática, puesto que sirvieron tanto de arquetipo para el conjunto de medios de comunicación, como de elemento de contención ante cualquier arbitrariedad estatal o exceso privado.) 

¿Qué son los medios públicos? 

En primer lugar, no son medios estatales ni gubernamentales, tampoco privados (comerciales, comunitarios, gremiales, institucionales). Los medios públicos son, antes que nada, estructuras mediáticas operadas por la heterogeneidad ciudadana, cuya diversidad y pluralidad es la que configura el sentido y funcionamiento institucional del medio.

Son medios donde los asuntos de interés común e inmediatos (los estrictamente vinculados a la cotidianidad de las personas) adquieren prioridad exclusiva y otorgan la razón de  existencia de tales medios. Es acá donde la responsabilidad y compromiso social dejan de ser una declaración de buena fe, para convertirse en la esencia del desempeño mediático. 

Es claro que el advenimiento de tales medios en el país obliga a una ardua labor que, al margen de concienciar a la sociedad sobre su necesidad e importancia, además de definir estrategias de creación y funcionamiento, exige el inicio de un amplio debate y reflexión sobre la relación entre comunicación y democracia en Bolivia, debate que no puede ser postergado por más tiempo.